En una campaña de Briasé, en la Vendée, subsisten las ruinas una cruz a cuyos pies -durante la Revolución fracesa- se derramó la sangre de un patriota En la lid de los heroicos vendeanos contra los franceses, cayó preso Zacarías a quien llevaron al pie de dicha cruz para fusilarlo. El joven, con tristeza, miró su cercana y humilde casa paterna.
-¡Pobre padre mio! -exclamó y unas lagrimas bañaron su rostro.
- ¿Vive tu padre? -Le preguntó un militar enemigo.
-Si, vive, pero el dolor de mi muerte causará la suya.
-Oye -se burló el militar-, si quieres, vivirás y vivirá igual tu padre.
-¿A qué precio salvarás a mi padre? -dijo el patriota extrañado.
-¡Toma esa hacha y derriba esa cruz! ordenó el militar enemigo.
Zacarías asintió, recibiendo el hacha y sus amigos presos como el, lo llamaron traidor y cobarde, mientras que los enemigos se regocijaban de su triunfo. Pero, de pronto, el patriota gritó:
-¡Esta cruz bendice nuestros campos y hogares, al pie de ella siempre me he arrodillado¡ !Y queréis que la derribe¡. !Atreveos a tocarla!
Y elevando el hacha, arremetió contra sus enemigos, logrando superarlos por algunos momentos. Más los soldados se recuperaron y sometieron al valeroso prisionero. No lo mataron de inmediato porque en su rabia diabólica querían obtener de su víctima una tortura mayor.
-¡La cruz a tierra o mueres¡ -aullaron- !Derríbala o te liquidamos!
-¡La cruz es la vida! ¡Moriré abrazado a ella! ¡Así adornará mi tumba!
Su sangre tiño el bastión del amor. Lo enterraron a sus pies. Sobre la lápida hoy se lee: "Aquí reposa Zacarías, el héroe de la cruz".
Carlos de Margil.
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