jueves, 12 de junio de 2025

EMPEZO COMO UN SIMPLE HÁBITO Y...



Empezó como un simple hábito… y terminó por destrozar mis manos.

Al principio, ni siquiera lo notaba.
Me mordía las uñas cuando estaba nervioso, aburrido o ansioso.
Una reunión estresante, un momento incómodo, una espera larga…
Y ahí estaban mis dedos, en mi boca, sin pensarlo. Sin detenerme.

Pero con el tiempo, dejó de ser ocasional.
Se volvió constante. Incontrolable.
Y lo que era solo “una manía”, se convirtió en una herida visible.
La piel alrededor de mis uñas empezó a sangrar.
Las cutículas, destruidas.
Las uñas… deformadas, quebradas, ausentes.
Me dolían al contacto. Me ardían. Me daba vergüenza mostrar mis manos.

Nunca imaginé que esto tuviera un nombre: onicofagia.
Y menos aún, que fuera considerada un trastorno del control de los impulsos.
No solo afectó mi aspecto. También mi salud:

• Me volví propenso a infecciones.
• Llevaba bacterias a la boca sin darme cuenta.
• Mis dientes también comenzaron a resentirlo.
• Y mi autoestima… cayó por completo.

Y lo peor era saber que, a pesar de todo eso, no podía parar.
Hoy estoy en proceso de recuperación.
Estoy recibiendo ayuda.
Uso esmaltes amargos, llevo conmigo una pelota antiestrés, y, sobre todo, estoy aprendiendo a reconocer cuándo mi mente quiere liberar ansiedad a través de mi cuerpo.

Porque esto no es falta de voluntad.
Es ansiedad. Es estrés. Es dolor acumulado que encuentra una vía de escape equivocada.
Si te sientes identificado… no lo ignores.
Busca ayuda. Habla de ello.
Hay formas de salir. Y mereces tener manos que no te duelan, que no escondas… que te representen con orgullo.

Cuidar de ti también es romper con lo que te daña en silencio.

Advertencia: esta información es de carácter académico e informativo. No reemplaza la valoración médica presencial ni debe utilizarse para autodiagnóstico. Ante cualquier síntoma, consulta siempre con un profesional de salud.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario