Gracias, Dios mío,
Porque después de los días oscuros,
de los cuerpos que duelen y los ánimos que caen,
vuelves a soplar vida en lo más hondo de mi ser.
Gracias porque cuando sentí que todo se apagaba,
tu luz me sostuvo en silencio,
con esa ternura tuya que no hace ruido,
pero que repara huesos, alma y esperanza.
Hoy que vuelvo a levantarme sin tanto peso,
que el aliento vuelve a mí sin esfuerzo,
que el dolor se va disipando como niebla,
mi corazón solo sabe decir: gracias.
Gracias por cada latido que sigue,
por cada paso que ya no duele,
por esta nueva oportunidad de abrazar la vida
con más conciencia, con más fe, con más amor.
Que nunca olvide, Señor,
que cada día en salud
es un milagro envuelto en lo cotidiano.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario