29. ¿Y a ti, Señor, de qué modo te puedo buscar? Porque cuando te
busco a ti, Dios mío, la vida bienaventurada busco. Búsquete yo para que
viva mi alma, porque si mi cuerpo vive de mi alma, mi alma vive de ti
¿Cómo, pues, busco la vida bienaventurada—porque no la poseeré hasta
que diga «Basta» allí donde conviene que lo diga—, cómo la busco,
pues?¿Acaso por medio de la reminiscencia, como si la hubiera olvidado,
pero conservado el recuerdo del olvido? ¿O tal vez por el deseo de saber
una cosa ignorada, sea por no haberla conocido, sea por haberla olvidado
hasta el punto de olvidarme de haberme olvidado?
¿Pero acaso río es la vida bienaventurada la que todos apetecen, sin
que haya ninguno que no la desee? Pues ¿dónde la conocieron para así
quererla? ¿Dónde la vieron para amarla? Ciertamente que tenemos su
imagen no sé de qué modo. Mas es diverso el modo de serlo el que es feliz
por poseer realmente aquélla y los que son felices en esperanza. Sin duda
que éstos la poseen de modo inferior a aquellos que son felices en realidad;
con todo, son mejores que aquellos otros que ni en realidad ni en
esperanza son felices; los cuales, sin embargo, no desearan tanto ser felices
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si no la poseyeran de algún modo; y que lo desean es certísimo. Yo no sé
cómo lo han conocido y, consiguientemente, ignoro en qué noción la
poseen, sobre la cual deseo ardientemente saber si reside en la memoria;
porque se está en ésta, ya fuimos en algún tiempo felices: ahora, si todos
individualmente o en aquel hombre que primero pecó, y en el cual todos
morimos y de quien todos hemos nacido con miseria, no me preocupa por
el momento, sino lo que me interesa saber es si la vida bienaventurada
está en la memoria; porque ciertamente que no la amaríamos si no la
conociéramos. Oímos este nombre y todos confesamos que apetecemos la
cosa misma; porque no es el sonido lo que nos deleita, ya que éste, cuando
lo oye en latín un griego, no le causa ningún deleite, por ignorar su
significado; en cambio, nos lo causa a nosotros—como se lo causaría
también a aquél si se la nombrasen en griego—, porque la cosa misma ni es
griega ni latina, y ésta es la que desean poseer griegos y latinos, y los
hombres de todas .las lenguas.
Luego es de todos conocida aquélla; y si pudiesen ser interrogados «si
querían ser felices», todos a una responderían sin vacilaciones que querían
serlo. Lo cual no podría ser si la cosa misma, cuyo nombre es éste, no
estuviese en su memoria.
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