domingo, 16 de marzo de 2025

MIS PAPELES. Facundo Cabral. Parte 3

 

Autor: Facundo Cabral. 13/12/2007
MIS PAPELES

Por el sastre de mi pueblo aprendí las artimañas, es decir el disfraz que cada uno elige para parecer lo que cree ser o lo que le gustaría ser, algo que todos terminan creyendo que son, por ejemplo sé que basta un traje caro y un automóvil grande para ser un señor, un título de abogado y un discurso convincente para ser gobernador, un vestido negro y la cara pálida para dar lástima, una peluca blanca para ser juez y una sotana negra para ser cura (el sastre de mi pueblo era devoto de Borges, por el que supimos que la democracia es una farsa, el mismísimo caos provisto de urnas electorales, un curioso abuso de la estadística, a lo que mi madre agregaba: No somos iguales, y de estas diferencias que tanto nos excitan nacen nuestros hijos).

No hay moral sino morales porque no hay un grupo sino muchos, pero detrás de todas ellas, o el promedio de todas es solo una, por eso, cuando estamos solos, fuera de la secta o el grupo, todos sabemos que es lo que está mal y lo que está bien, una moral universal que se hace oír en la conciencia de cada uno, y ese es el dato de que todos pertenecemos a una sola Humanidad, por eso la divisiones son ilusiones homicidas y suicidas, prejuicios muy peligrosos para todos, hasta San Agustín llegó a decir que las virtudes de los paganos son vicios magníficos. 

Solo desde el uno mismo se puede reconocer al uno mismo que hay en cada individuo (esto es imposible desde una etnia, desde una secta, es decir desde la religión o la política), por eso solo desde el uno mismo podemos comenzar a hablar de lo que tenemos en común y no de lo que nos diferencia, que es lo que hemos hecho hasta ahora, y que nos ha costado, y nos cuesta tanto (la diversidad es lo que nos enriquece, entonces debemos buscar la armonía de desiguales, no la igualdad que, además de ser una ilusión, empobrece y masifica). Solo el que ha llegado a su punto central puede llegar al punto central de todos, lo que quiere decir que solo puede haber una comunicación profunda de individuo a individuo.

Para pertenecer a la especie humana, el único requisito es ser humano, al fin y al cabo somos más semejantes de lo que creemos, aunque un aborto signifique cosas muy diferentes para una mujer de Montecarlo que para una mujer de Somalia (de todas maneras, los mitos son inventos de la poesía que fija la sociedad que no puede crear y menos dirigirse a sí misma).

La hospitalidad es la verdadera cultura, que por ella vive, la hospitalidad que acepta todo, la hospitalidad que me acerca al Quijote y al Kybalien, al libro tibetano de los muertos y al Popol Vuh, a Wallace Stevens y al Eclesiastes, y la hospitalidad es ética, o la ética es hospitalidad (lo mejor es generoso, siempre se da, por eso siempre tiene más), y esto es bueno recordarlo para ponerlo en acción en estos días de exilios y destierros, de inmigraciones forzadas, de exclusiones, es decir de fobias suicidas porque la espalda que des se te dará, y esto es la muerte para todos. 

Dijo Meleagro un siglo antes de Jesús, y lo dijo para que fuera su epitafio: La única patria, extranjero, es el mundo en el que vivimos, y de un solo caos venimos todos los mortales.


Pocos vivos toman conciencia de lo que tuvo conciencia este muerto, y nada tan real, es decir tan digno de tener en cuenta. Este epitafio es un llamado de atención, un alerta y un decreto (de ningún congreso ha salido un decreto de semejante categoría, ni saldrá porque no hay político que pueda estar tan despierto).

Hay amores que duran para siempre...

Tu vales la pena, la alegría...

CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS


CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS

Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos, y es que, al cerrarse esa puerta, damos por finalizados los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales se juntaban, se enaltecian los apellidos como si de una familia real se tratase, y llevados siempre por el amor a los abuelos.

Cuando se cierra la casa de los abuelos, se corta el lazo que unía a la familia y damos por cerrado nuestro refugio, aquel lugar donde siempre nos recibían felices y nos cocinaban nuestro plato favorito, donde nunca faltaban las anécdotas que nos enseñaban de donde venimos y se terminaban las tardes de alegría con Tíos, Primos, Nietos, Sobrinos, Padres y Hermanos.
Se terminan las tardes de juego con los primos, el olor a pan casero hecho por la abuela, el mate cocido y lo que no podía faltar, la sopa de las noches...

LA CASA DE LOS ABUELITOS ...!!!

viernes, 14 de marzo de 2025

MIS PAPELES. Facundo Cabral. Parte 2

Autor: Facundo Cabral. 13/12/2007
MIS PAPELES

Por algún rincón del mundo, o de mi pueblo, andará lo que fui y lo que pude haber sido y no fui, los horrores y las felicidades posibles, por algún costado debo seguir siendo solo argentino, es decir un inmigrante cruzado por aquí para que naciera un padre que, para mi bien, poco y nada conozco, en algún puerto debo seguir levantando el ancla para que se vayan otros, o cultivando la tierra para que coman otros, los que ahora me escuchan porque no soy el que debía ser, en algún lugar se habrá cansado de esperarme la mujer que ni siquiera sospecho, pero esto no me quita el sueño porque solo se puede sobrevivir comulgando con el presente, sin las cadenas del pasado ni la ansiedad que provoca la idea del futuro (el presente, el momento, el instante, es una constante reencarnación, un estar despierto para no perdernos las revelaciones).

Los misterios me rodean, y esto es excitante, pero también amo a la razón, aunque solo me explique lo artificial (también se que, fácilmente, puede ser mi verdugo, la razón que ha cegado a los occidentales). Encuentro las huellas de las infinitas manos de Dios en todas partes, entonces solo me queda gozar su obra y cantar su gloria, retrato lo que puedo porque los cambios de la naturaleza son constantes (a veces parece lo mismo pero nunca es lo mismo), pero me consuela saber que cada cosa es un resumen de la fatalidad.

A veces reaparece el miedo de mi abuelo en mi, entonces veo enemigos en todas partes, hasta las hojas del invierno se apresuran a sepultarme de una buena vez, y las canciones, a través de la mediocridad que no soporto, me envenenan desde las radios que estallan en los aeropuertos y las cafeterías, en los supermercados y en los taxis. A veces no le encuentro sentido a nada, por eso ni siquiera salgo a comer o a conversar con mis amigos, entonces, al borrarme le doy chance al olvido, y soy nadie antes de ser nada, es decir soy un muerto que camina entre los vivos, un muerto que ya no duda de que hay más en nuestra memoria que en nuestra vida, a la que me trajeron sin que lo pidiera, a este mundo violento e incómodo, sentenciado a muerte antes de aprender a vivir, es decir impotente antes de desarrollar mi potencia, la única sorpresa sería cómo se cumpliría la sentencia: un automóvil me destruiría por fuera o un cáncer que me devoraría por dentro, el smog, el estrés o un tiro, sea como fuere ante la indiferencia del universo, y esta ciega y gigantesca brutalidad es la causa de la desesperación de los humanos que ni siquiera sospechan porqué corren y se odian y se temen y se matan, solo de vez en cuando se conmueven ante los juegos de un niño o la leve sonrisa del abuelo que espera la sentencia en la paz del valle, ya olvidado de las disputas por la cima de la montaña (por el mar dorado que es el trigal cruza la caravana negra detrás del cajón donde Matilde dejó sin esqueleto para volar al otro lado de la vida, donde la luz y el silencio son para siempre), pero no hay que preocuparse demasiado porque todo es apariencia, una grandiosa, una caótica apariencia, hasta nosotros solo somos la idea que tenemos de nosotros, y esto lo venimos sospechando desde Parménides. En este lío, en este juego de espejos, los religiosos son soñadores de sueños tranquilos que ansían despertar en un paraíso lleno de buena gente.

Hay amores que duran para siempre...

El tiempo no traiciona...

Que rápido de dejan de importar...

EL DIA QUE ME FUI...



EL DÍA QUE ME FUI

El día que me fui, te escuché llorar, pero no pude consolarte.

Perdóname, escuché que me rogabas que me quedara.
Escuché que te enojaste, escuché tu dolor. Perdóname por haberte causado ese dolor tan grande.

Tuve que irme, a pesar de que no quería irme, yo te amo y siempre te amé ¿porqué me iría? Yo también lloré, viendo como me alejaba de ti, pero entonces, miré al frente y, no te imaginas lo hermoso que es lo que vi! Algún día lo verás, con tus propios ojos, verás el bello lugar en el que yo vivo.

Ni tú ni yo entendemos porqué tuvimos que separarnos, he visto tus lágrimas, he visto tus noches de insomnio, he visto como miras mis cosas y extrañas un abrazo mío, pero ¿sabes? estoy más cerca de lo que te imaginas. Estoy feliz.

Lo único que me falta para nunca dejar de estarlo, es volver a ver que tú sonríes.

miércoles, 12 de marzo de 2025

MIS PAPELES. Facundo Cabral (Parte1)

Autor: Facundo Cabral. 13/12/2007

MIS PAPELES

Este libro es una caja llena de herramientas para vivir, para armar nuevos juegos, para mejorar o ajustar los viejos. Crear, siempre crear porque en el matiz, en la variedad, está la continuidad de la fiesta, en el cambio constante está la vida, en la multidireccionalidad está la riqueza, por ejemplo cuando me cansé de mi pueblo me subí al tren que me llevaría al mundo, a los ríos rápidos y a las tumultuosas ciudades, a los mares rojos y azules y negros, a todas las maneras de la música, a Delacroix y Klee, a las piedras de Henry Moore y a los alambres de Giacometti, lo que quiere decir que desde que subí al tren todo se agigantó, desde los matices a la soledad, que no me abandonó jamás, a la que aprendí a amar porque siempre conté con ella. 

Años después, cuando me cansé de hacer cosas por los demás (festejar aniversarios, pelear con los dictadores, ir a la costa en verano, votar, comprar un automóvil, aguantar parientes de la mujer amada) comencé empujado por Henry Miller, que había sido empujado por los budistas, la lucha más grande de todas las luchas; la lucha por no luchar, lo que me costó mucho porque no es fácil hacerse a un lado, el rebaño que te rodea, te empuja, te mete en la cancha aunque no quieras jugar, de pronto estás a la cabeza de una manifestación o en la cola de un banco, en una comisaría o en el registro civil, encerrado en una oficina o ahorcado por una corbata, pero el final lo conseguí; ya no tengo nada que hacer, no hay nada que me distraiga de la vida, nadie me espera, por eso puedo vivir con todos.

 

Es confusa la condición del ser humano: nace bajo una ley universal pero lo encadenan a una local, lo engendran por accidente pero lo obligan a organizarse, nace enfermo pero le exigen salud eterna, lo debilitan con el miedo pero debe ser fuerte para la patria y para el hogar, está rodeado por una multitud de mujeres pero solo le permiten una, le encienden el animal pero lo obligan a ser razonable. Sin duda, es confusa la condición del ser humano, por eso la locura es tanto una caída como un salto a lo desconocido, una liberación de la esclavitud social, de la muerte existencial, la respuesta más fuerte a las represiones de la familia, de la cultura y de la ciencia, que amputa en nombre de la salud mental. El loco se opone, sin saberlo, a ser programado por los que controlan el mundo exterior, suicidamente, es decir de espaldas al mundo interior, que es nuestro modo de ver lo que nos rodea, el maravilloso mundo de las fantasías y los sueños, el infinito mundo de la imaginación. El loco, como el artista pero sin saberlo, prefiere la experiencia propia, la multidireccionalidad del yo, la peligrosa y excitante libertad, el loco sospecha (que es una manera misteriosa de saber) que las revoluciones exteriores no cambian nada, que lo único revolucionario es revolucionarse... (continúa parte 2)

LAS CINCO VOCALES...

 

SIEMPRE NOS ENSEÑARON QUE LAS CINCO VOCALES SOLO SE ENCONTRABAN EN EL MURCIÉLAGO ERA MENTIRA...

La famosa escritora española Lucía Echevarría, ganadora del Premio Planeta 2004, dijo en una entrevista, que _"MURCIÉLAGO" era la única palabra en el idioma español que contenía las 5 vocales”.
Un lector, *_José Fernando Blanco Sánchez,_
* envió la siguiente carta al director del diario ABC:
Diciendo _Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que, "murciélago" es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales._
- Mi estimada señora:
-Piense un poco y controle su "EUFORIA"._
-Un "ARQUITECTO" "ESCUÁLIDO", llamado "AURELIO" o "EULALIO", dice que lo más "AUTÉNTICO" es tener un "ABUELITO" que lleve un traje "RETICULADO" y siga el "ARQUETIPO" de aquel viejo "REUMÁTICO" y "REPUDIADO", que "CONSIGUIERA" en su tiempo, ser "ESQUILADO" por un "COMUNICANTE", que cometió "ADULTERIO" con una "ENCUBRIDORA" cerca del "ESTANQUILLO", sin usar "ESTIMULADOR"._
A tu Lado Nada Duele
-Señora escritora, si el "PELIAGUDO" "ENUNCIADO" de la "ECUACIÓN" la deja "IRRESOLUTA," y piense de modo "JERÁRQUICO"._
_No se atragante con esta "PERTURBACIÓN", que no va con su "MILONGUERA" y "METICULOSA" "EDUCACIÓN"
- Y repita conmigo, como diría Cantinflas:_
- ¡Cuanta falta de ignorancia!!
- Solo me queda recomendarle que se refresque con hojas de "EUCALIPTO".

Excelente hacer lo que se debe hacer


1. Nunca des la mano estando sentado.
2. Nunca hables mal de la comida cuando eres el invitado.
3. No te comas el último trozo de algo que no compraste tú.
4. Protege a quien está detrás de ti y respeta a quien está a tu lado.
5. Nunca hagas la primera oferta en una negociación.
6. No te atribuyas el mérito del trabajo que no hiciste.
7. Vístete bien, sin importar la ocasión.
8. Habla con honestidad: di lo que piensas y piensa lo que dices.
9. Pregunta más de lo que respondes.
10. Deja el lenguaje obsceno para los menos educados.
11. Evita colocar el teléfono sobre la mesa cuando comas con alguien.
12. Escucha, sonríe y, sobre todo, haz contacto visual.
13. Si no estás invitado, no pidas ir.
14. Nunca te avergüences de donde vienes.
15. No ruegues por una relación.

Y esta noche, no se cuántas veces más subiré a un escenario...


martes, 11 de marzo de 2025

HERMOSA REFLEXIÓN.



Era una tarde cualquiera en un supermercado de barrio, uno de esos lugares pequeños donde los vecinos se cruzan y se saludan con un “hola” o un “qué tal”. El murmullo de las conversaciones llenaba el aire mientras familias compraban el pan, el aceite o algo para la cena. Revisaba mi lista de compras cuando una voz suave y algo temblorosa me sacó de mis pensamientos.

— Joven, ¿podrías ayudarme a ver la fecha de caducidad de esta margarina? Es que sin mis gafas no consigo leerla, y las he dejado en casa.

Me giré y vi a un hombre mayor, encorvado, con un abrigo desgastado. Sostenía una caja pequeña de margarina, ofreciéndomela con una mezcla de timidez y esperanza.

— Claro, no hay problema, — le dije mientras tomaba el paquete y me acercaba para leer las letras pequeñas. — Es válida hasta el 15 de abril del próximo año.

— Muchas gracias, hijo, — respondió con un suspiro de alivio, tomando el paquete con manos temblorosas.

Al mirar el precio, algo en mi interior se quebró. Era la margarina más barata del estante. Dudé un momento antes de proponer tímidamente:

— ¿Seguro que no prefiere llevar mantequilla? Es más saludable y está ahí, un poco más arriba.

El hombre me dedicó una sonrisa amarga, resignada.

— Lo sé, hijo, pero esta es la que puedo pagar.

Dejó la margarina en su carrito, donde apenas había unos pocos productos: una barra de pan barato, una bolsa pequeña de arroz, tres patatas. Lo observé mientras seguía recorriendo los pasillos. Se detenía en cada estante, mirando los precios con detenimiento, sacando de su monedero viejas monedas de céntimo, como si calcular cada gasto fuera un desafío.

Sentí un nudo en el estómago. Recordé a mi abuelo, que vivía en un pequeño pueblo y también contaba cada céntimo después de jubilarse. Esa misma mañana me había quejado con mi mujer, Carmen, de que no teníamos suficiente dinero ahorrado para irnos de vacaciones a Mallorca. Pero ahora, viendo a este hombre, mis preocupaciones me parecían ridículas.

Sin pensarlo mucho, tomé un carrito y empecé a llenarlo: aceite de oliva, queso manchego, verduras frescas, frutas, huevos, leche, carne. Cuando lo vi dirigirse a la caja, ya había pagado mis compras y corrí tras él.

— ¡Disculpe, señor, por favor!

Se detuvo, sorprendido, y se giró hacia mí.

— ¿Pasa algo?

— Nada, nada malo, — respondí con una sonrisa mientras le ofrecía las bolsas llenas de comida. — Esto es para usted.

Sus ojos se abrieron con incredulidad.

— Pero… no puedo aceptar esto, es demasiado. Tienes tu familia, joven, y seguro que lo necesitas más.

— No se preocupe, no es problema para mí. Por favor, acéptelo, de verdad.

El hombre vaciló un momento, pero al final tomó las bolsas, sus manos temblorosas agarrándolas con cuidado.

— ¿Cómo te llamas, hijo?

— David, — le respondí con una sonrisa. — ¿Y usted?

— José, — dijo suavemente. — No sé cómo agradecerte, David. Ya casi nadie se detiene a ayudar.

— ¿Le puedo acompañar a casa? Así no tiene que cargar con las bolsas.

Se quedó pensativo un instante, pero finalmente aceptó. Durante el trayecto, compartió un poco de su historia conmigo.

— Mi esposa, María, falleció hace siete años. Era una mujer increíble, llena de vida. Ahora… ahora estoy solo. Mi hijo vive en Alemania, trabajando, y hace meses que no sé nada de él.

Cada palabra parecía pesar más que la anterior. Llegamos a un bloque de apartamentos viejos, en las afueras de la ciudad. Le ayudé a llevar las bolsas hasta la puerta de su pequeño piso.

— Gracias, David. Lo que has hecho por mí hoy… no lo olvidaré nunca.

Antes de irme, deslicé discretamente algunos billetes en el bolsillo de su abrigo.

Cuando volví a casa, Carmen me estaba esperando con una expresión de impaciencia.

— ¿Dónde estabas? He estado sola con los niños todo este rato.

— Lo siento, se me hizo tarde, — le respondí mientras me quitaba la chaqueta.

— ¿Reservaste los billetes para las vacaciones?

La miré y sonreí con tranquilidad.

— No todavía. Hoy hice algo más importante.

Esa noche, mientras me sentaba en el sofá, me di cuenta de que el encuentro con José había cambiado algo en mí. A veces, un gesto sencillo puede marcar la diferencia en la vida de otra persona. Y me prometí no quedarme ahí. Volvería a buscarle, para asegurarme de que no estuviera solo en este mundo tan apresurado.

Nunca nos cansemos de hacer el bien a nuestro prójimo cuando tengamos la oportunidad. A veces un par de dólares pueden hacer mucha diferencia en sus vidas, y sobre todo la atención que se le presta le sirve para sentirse todavía vivos, y tomados en cuenta en medio de una sociedad cada día más materialista
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