Por el sastre de mi pueblo aprendí las artimañas, es decir el disfraz que cada uno elige para parecer lo que cree ser o lo que le gustaría ser, algo que todos terminan creyendo que son, por ejemplo sé que basta un traje caro y un automóvil grande para ser un señor, un título de abogado y un discurso convincente para ser gobernador, un vestido negro y la cara pálida para dar lástima, una peluca blanca para ser juez y una sotana negra para ser cura (el sastre de mi pueblo era devoto de Borges, por el que supimos que la democracia es una farsa, el mismísimo caos provisto de urnas electorales, un curioso abuso de la estadística, a lo que mi madre agregaba: No somos iguales, y de estas diferencias que tanto nos excitan nacen nuestros hijos).
No hay moral sino morales porque no hay un grupo sino muchos, pero detrás de todas ellas, o el promedio de todas es solo una, por eso, cuando estamos solos, fuera de la secta o el grupo, todos sabemos que es lo que está mal y lo que está bien, una moral universal que se hace oír en la conciencia de cada uno, y ese es el dato de que todos pertenecemos a una sola Humanidad, por eso la divisiones son ilusiones homicidas y suicidas, prejuicios muy peligrosos para todos, hasta San Agustín llegó a decir que las virtudes de los paganos son vicios magníficos.
Solo desde el uno mismo se puede reconocer al uno mismo que hay en cada individuo (esto es imposible desde una etnia, desde una secta, es decir desde la religión o la política), por eso solo desde el uno mismo podemos comenzar a hablar de lo que tenemos en común y no de lo que nos diferencia, que es lo que hemos hecho hasta ahora, y que nos ha costado, y nos cuesta tanto (la diversidad es lo que nos enriquece, entonces debemos buscar la armonía de desiguales, no la igualdad que, además de ser una ilusión, empobrece y masifica). Solo el que ha llegado a su punto central puede llegar al punto central de todos, lo que quiere decir que solo puede haber una comunicación profunda de individuo a individuo.
Para pertenecer a la especie humana, el único requisito es ser humano, al fin y al cabo somos más semejantes de lo que creemos, aunque un aborto signifique cosas muy diferentes para una mujer de Montecarlo que para una mujer de Somalia (de todas maneras, los mitos son inventos de la poesía que fija la sociedad que no puede crear y menos dirigirse a sí misma).
La hospitalidad es la verdadera cultura, que por ella vive, la hospitalidad que acepta todo, la hospitalidad que me acerca al Quijote y al Kybalien, al libro tibetano de los muertos y al Popol Vuh, a Wallace Stevens y al Eclesiastes, y la hospitalidad es ética, o la ética es hospitalidad (lo mejor es generoso, siempre se da, por eso siempre tiene más), y esto es bueno recordarlo para ponerlo en acción en estos días de exilios y destierros, de inmigraciones forzadas, de exclusiones, es decir de fobias suicidas porque la espalda que des se te dará, y esto es la muerte para todos.
Dijo Meleagro un siglo antes de Jesús, y lo dijo para
que fuera su epitafio: La única patria, extranjero, es el mundo en el que
vivimos, y de un solo caos venimos todos los mortales.