domingo, 25 de mayo de 2025

A los tres años de estar ahí, en una noche buena del 54, tenía 17 años, el jesuita me dijo

A los tres años de estar ahí, en una noche buena del 54, tenía 17 años, el jesuita me dijo: ya tenés algo en la cabeza para defenderte, mi regalo de la noche buena es ayudarte a escapar, por eso siempre asocié la noche buena a la libertad. 

Cuando yo salí de mi pueblo a los 9 años, mi madre que era un ser excepcional, dignísima, autosuficiente, responsable de su vida, mi madre me acompañó hasta el tren y me dijo: este es el segundo y el último regalo que puedo hacer, el primero fue darte la vida y el segundo la libertad para vivirla. Y no la defraudé, perdí muchas cosas, pero nunca perdí a la amada, a la inmensa, a la inevitable libertad, por eso, unos años después cuando el jesuita me ayuda a escapar en noche buena, sentí la libertad casi de cuerpo entero. 

Pero todavía faltaba un dato, hasta ahí había sido una buena información intelectual, faltaba la otra mitad, que sin esa otra mitad, lo intelectual es nada más que un chisme, faltaba lo espiritual. 

Dos meses después, ahí vagabundeando por los campos, heredé de un viejo campesino, al sur de la provincia de Buenos Aires, una guitarra y andaba cantando por ahí, pero sin pensar que era un profesional ni mucho menos, ni que iba a vivir de esto.

 

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