"LA MENTE SIN ATADURAS".
Para descubrir algo nuevo, debemos empezar por nuestra propia cuenta; debemos iniciar un viaje estando completamente desnudos, en especial de conocimientos, porque es muy fácil tener experiencias merced a la creencia y al conocimiento; pero estas experiencias son tan sólo productos de nuestra propia proyección y, por lo tanto, son completamente irreales, falsas. Al descubrir por nosotros mismos qué es lo nuevo, de nada sirve llevar la carga de lo viejo, especialmente el conocimiento, el conocimiento de otro, por importante que sea el otro-. Nosotros usamos el conocimiento como un medio de auto proyección, de seguridad, y queremos estar muy seguros de que tenemos las mismas experiencias que el Buda o Cristo o X. Cuando estamos constantemente proyectándonos por medio del conocimiento, no somos, evidentemente, buscadores de la verdad […].
No existe sendero para el descubrimiento de la verdad […]. Cuando queremos descubrir algo nuevo, cuando estamos experimentando con cualquier cosa, nuestra mente ha de hallarse muy quieta, ¿no es así? Si nuestra mente está llena, atestada de hechos, de conocimientos, éstos actúan como un obstáculo para lo nuevo; la dificultad para la mayoría de nosotros es que la mente se ha vuelto tan importante, tan predominantemente significativa, que interfiere todo el tiempo con cualquier cosa que pueda ser nueva, que pueda existir simultáneamente con lo conocido. Este conocimiento y el aprendizaje son obstáculos para quienes queremos buscar, para quienes deseamos tratar de comprender aquello que es intemporal.
La transformación del mundo resulta de la transformación de nosotros, porque somos el producto y parte del proceso total de la existencia humana.
Para que podamos transformarnos, es esencial que nos conozcamos; sin conocer lo que somos, no hay base para el recto pensar ni puede haber transformación alguna. Debemos conocernos tal como somos, no como quisiéramos ser, lo cual es tan sólo un ideal y, por lo tanto, es algo ficticio, irreal; sólo lo que es puede ser transformado, no lo que desearíamos ser.
Conocernos tal como somos requiere una vigilancia extraordinaria de la mente, porque lo que es experimenta modificaciones, cambios constantes; y para poder seguirlos con rapidez, la mente no debe estar atada a ningún dogma, a ninguna creencia particular, a ningún modelo de acción. Si queremos ir en pos de algo, no es bueno estar atado.
Para conocernos a nosotros mismos, nuestra mente debe hallarse en un estado de percepción alerta, de vigilancia, estado en el que se halla libre de todas las creencias, de todas las idealizaciones, porque las creencias y los ideales nos muestran un solo color y falsean la verdadera percepción. Si queremos conocernos, no podemos imaginar algo que no somos, ni creer en ello. Si somos codiciosos, envidiosos, violentos, de poco vale que tengamos meramente un ideal de no violencia, de no codicia...La comprensión de lo que somos -feos o hermosos, malvados o dañinos, lo que fuere-, el comprender sin distorsión alguna lo que realmente somos, es el principio de la virtud. La virtud es esencial, porque ella nos brinda libertad.
Comprender lo real.
En realidad, esto no es complejo, aunque pueda resultar difícil. Veamos, nosotros, no comenzamos con lo real, con el hecho, con lo que estamos pensando, haciendo, deseando; partimos de suposiciones, o de ideales, y así nos extraviamos. Para partir de hechos y no de suposiciones, necesitamos una profunda atención, y toda forma de pensar que no se origina en lo real, es una distracción. Por eso es tan importante comprender qué está ocurriendo tanto dentro como alrededor de nosotros.
Si somos cristianos, las visiones siguen cierto patrón; si somos hindúes, budistas, musulmanes, seguimos un patrón diferente. Nosotros vemos a Cristo o a Krishna conforme a nuestro condicionamiento; la educación que hemos recibido, la cultura en que nos hemos desarrollado determinan nuestras visiones. ¿Cuál es la realidad, el hecho: la visión o la mente que se ha formado en cierto molde?
Las visiones son la proyección de la tradición particular que ha venido a constituir el trasfondo de la mente. Este condicionamiento, no la visión que proyectamos, es la realidad, el hecho. Comprender el hecho es sencillo; pero se hace difícil debido a nuestros agrados y desagrados, a nuestra condena del hecho, a las opiniones o los juicios que tenemos acerca del hecho. Estar libres de estas formas de evaluación es comprender lo real, lo que es.
Krishnamurti no aceptó ser tratado como un Maestro ni como una autoridad, y renunció a aceptar otra acción que no fuera la transformación espiritual de cada persona, sin sujeción a tradiciones ni a cambios preestablecidos. Esta actitud marca, tal vez, su sello más característico. Krishnamurti pudo haber tenido la vida normal de un joven indio de familia pobre, pero el “azar” lo puso en el camino de la sociedad Teosófica, la que declaró al mundo que él era el mesías esperado para esta nueva era. Sin embargo, luego de algunos años de cumplir con tal “investimento”, vive un proceso de despertar espiritual que lo lleva a desvincularse de la institucionalidad Teosófica. Inició así un nuevo camino que lo llevó a un liderazgo espiritual de proyección mundial, libre de cualquier atadura, y con la convicción de que el camino espiritual es también la vía hacia la libertad.
Una enorme asamblea de más de tres mil personas lo oyeron hablar sobre la necesidad de abandonar todas las fuentes de autoridad, y en particular aquella que lo signaba como el Instructor de Mundo. Por el contrario, señalaba, cada cual debe vivir sólo de su propia luz interior.
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