Cuando un niño, que ante la cantaleta de la madre, se limita a levantar un hombro e inclinar la cabeza en señal de “importaculismo”, ¿no recordamos a Gandhi? Un guiño simpático, un golpecito en la espalda que llega en el momento justo, un apretón de manos efusivo o un abrazo suave y prolongado que nos abarque de lado a lado, nos gratifica el alma: la amistad también es silenciosa.
Por eso prefiero hablar de “buena comunicación” y no de “comunicación eficaz”. Se me antoja menos conductista, menos experta y mucho más humana.
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