Jueves Santo: se rememora la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, como gesto de despedida. Durante este encuentro, Jesús estableció la Eucaristía, al bendecir el pan y el vino, y decirles a sus apóstoles que por medio de estos elementos recibirían su cuerpo y su sangre. Al terminar, Jesús fue a rezar al Huerto de los Olivos para prepararse para lo que vendría. Allí lo fueron a buscar para aprehenderlo.
Se trata de una cena de Pascua, durante la que Jesús anuncia a los 12 apóstoles que uno de ellos le traicionará y sienta las bases del sacramento de la Eucaristía, cuando invita a sus más próximos seguidores a comer el pan y beber el vino como si fuesen su cuerpo y su sangre. Mateo 26:26-30
Luego la pasó a sus discípulos y les dijo: «Beban todos ustedes de este vino. Esto es mi sangre, y con ella Dios hace un trato con todos ustedes. Esa sangre servirá para perdonar los pecados de mucha gente. Esta es la última vez que bebo de este vino con ustedes.
No hay ninguna mujer en La Última Cena de Leonardo Da Vinci. Justo a la derecha de Jesús hay una persona pálida, de aspecto casi femenino. Algunos creen que se trata de María Magdalena, pero no es así. Es el discípulo llamado Juan, quien también era el miembro más joven del grupo.
En este Jueves Santo,
se abre el corazón del Triduo Pascual: el amor llevado hasta el extremo. Jesús nos deja el mandamiento del amor fraterno,
se entrega en la Eucaristía y se arrodilla para lavar
los pies de sus discípulos.
Nos muestra que el verdadero poder es el servicio, y la verdadera grandeza es amar hasta el sacrificio.
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