miércoles, 17 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 10

 

ESTACIÓN DE LA IGNORANCIA.

Llegamos a la ignorancia, esta es la estación de los que quieren vivir tranquilos, sin problemas , aquí la vida es fácil, es decir los políticos deciden cuánto debes ganar, los militares cuanto debes perder, los curas cuanto debes aguantar y los sindicalistas cuando debes parar.

Pasamos por la City dónde el dólar sube y el hombre baja.

Uno más uno son dos, así empezó esta cuestión, en una sociedad donde la cifra ha superado a la frase, se podría decir para demostrar que vivimos entre números. Se podría decir por ejemplo:

“Un minuto de silencio, un segundo de descuido, un hijo”. Un toro, un marido en vacaciones.

Dos bellos amores, tres grandes negocios, cuatro whiskies, un accidente, una cura, tres monjas, tres curas, cuatro puntos cardenales, cinco habitaciones, 6 hermanas, 7 pecados capitales, 8 horas diarias, 20 años de buenos y leales servicios, 2 jubilados, 3 televisores 2 secretarias, Si señor, no señor, total no hago yo la suerte.

Un status, 10 ejecutivos 20 por ciento, 10 vencimientos, 5 gotas antes de cada comida, jaaajaaa (aplausos)

Un ataque de nervios, 2 discusiones, 4 testigos, 30 días de arresto, 1 arrepentimiento, 10 mandamientos.

No desearás a la mujer de tu prójimo… ni tu prójimo.

Una iglesia, una muchacha, 2 anillos, 3 hijos, 4 créditos, 5 embargos, 6 tiros. (aplausos)

Uno más uno son dos, así empezó esta cuestión”.

“El hombre es Dios cuando sueña, pero esclavo cuando cuenta. Las planillas y los documentos que se mueran muchacha, en la calle es primavera, el dinero no interesa, viva la naturaleza, come hierba, millones de vacas no pueden equivocarse.

Bien decía el hijo del carpintero de Belén, “mira las aves del cielo, no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, pero Dios las alimenta, aprende de ellas. No sirve tu inteligencia porque ni un solo metro agregará a tu existencia”, bien decía...

Estaba sola a sus tiernos 17 años.. .

Estaba sola, a sus tiernos 17 años ya sufría la traición y el abandono, era madre de un niño pequeño y llevaba otra criatura en su vientre, ella no sabía oficio alguno. Qué difícil es conseguir el pan cuando se es joven y se está desamparada. 
Su niño le pedía comida y ella se desgarraba en su dolor.
Fueron tiempos difíciles, hubo días que lavaba ropa ajena, limpiaba alguna casa, o los vidrios de los carros, cualquier cosa…
Cuando su niña nació, no tenía nada, fue echada del lugar en donde se alojaba por falta de pago, sin un techo y sin un pan que darle a sus nenes y  sin posibilidades de elección, se perdió… Una esquina oscura fue el testigo fiel de una nueva mujer que se dedicaría al más antiguo de los oficios…
 Al principio fue difícil. Y así, sin lujos, pero con mucho amor, les dio siempre lo necesario a sus niños, aún a costa de su propio sacrificio. Los años pasaron y cuando sus hijos crecieron, ella estaba orgullosa de verlos ya casi convertidos en profesionales , pensó que se acercaba el tiempo de descansar.
Eso pensaba ella, no sabiendo que una mala lengua, muy a su manera, le contó a la hija el pasado de su madre... Esa noche, ella volvía cansada a casa y las gruesas gotas de la lluvia caían en los techos de las casitas del barrio, la primera mirada que encontró al entrar fue la de su hija, quien al verla le dijo:
- ¡Vete, no quiero verte! ¡Hoy supe que eres una prostitut4; vete porque no eres digna del amor de tus hijos! ¡Me das asco!
Ella no supo qué responder, sabía que un día lo sabrían, siempre lo temió y siempre pensó que la reacción de ellos no seria agradable.
Pero darles asco, eso no, esa palabra fue un puñal que se clavó en su alma, y corrió, corrió bajo la lluvia que parecía compartir con ella su dolor, derramando en su rostro un copioso llanto... Cuando empezó a amanecer, ella lloraba aún sentada bajo un puente a muchas cuadras lejos de su casa... De pronto, una cálida cobija cubrió su espalda y al volver, vio al mayor de sus hijos:
- Madre, toda la noche te he buscado; ven volvamos a casa.
- No -le dijo-, tu hermana me desprecia, no sé si tú ya lo sepas…
- ¿Saber qué? Yo sólo sé que te quiero, que eres mi madre... Nada que venga de ti me avergüenza... Tú no eres más que una mujer valiente que se enfrentó a la vida como pudo para dar de comer a sus hijos.
Esa mañana los hermanos pelearon como nunca, ante la angustiada mirada de su madre.
- ¡Que se vaya! ¿No ves que es una cualquiera?, ¿no te da asco su oficio? A mí me da vergüenza que mis amigos sepan lo que ella es, y ya poco me falta para ser una profesional, no soportaría sus señalamientos…
- Pues vete con tus amigos, que yo me quedaré con ella. Yo no me he olvidado de las veces que se sacó el pan de la boca para dárnoslo, y de las noches que se amanecía junto a nuestra cama cuando estábamos  enfermos... Tú y yo no tuvimos padre porque nos abandonó, pero en cambio tuvimos una madre que todo nos lo dio, ¿o es que alguna vez te faltó algo? Yo sólo sé que lo que soy se lo debo a ella. Si tú la desprecias, vete tú, que yo la amaré por los dos...
Los días y las noches pasaron, y aquella muchacha que con ímpetu de conquistador salió de su casa, segura de sí misma, nunca se graduó, pero en cambio encontró el amor… El amor traidor de un hombre que después de burlarse de ella, la abandonó dejándola con un hijo en el vientre... El remordimiento de la crueldad con que había tratado a su madre le atormentaba,  había envejecido rápidamente. Por hambre y por remordimiento, volvió al hogar…
Entró a la casa, su hermano la miró fijamente, pero no había en su mirada reproches, solo amor.
- Vengo -le dijo- a pedirles perdón a ti y a mi madre. A quien tanto hice sufrir. El hermano bajó la mirada un momento, y luego le dijo:
- Sígueme.
La joven lo siguió varias calles hasta llegar  a un cementerio y allí, entre las primeras tumbas de la entrada,  se erguía la tumba de su madre.
-¡Nooo! gritó espantosamente, se le desgarró el alma, y llorando se tiró sobre la tumba, la besó y arañando el cemento pedía perdón. ¿Por qué?, se preguntaba,  ¿Por qué no pude pedirle perdón de rodillas, besar su frente cuando estaba viva? ¿Por qué te fuiste madrecita sin darme tu perdón? Allí, postrada sobre la tumba de su madre lloró el llanto más amargo de su vida.
El hermano, que a pesar del dolor conservaba la calma, le dijo:
- ¿Sabes?... Hasta en el último momento te llamó...
Aquella noche la lluvia le hizo daño, se enfermó. Pero no llores, ella te perdonó, le consumió la  tristeza extrañándote, llamándote… Pero aún en su lecho de muerte, ella te bendijo y me pidió que si volvías te recibiera con los brazos abiertos como ella lo hubiera hecho, y que de ahí en adelante fuéramos unidos y nos amáramos como siempre ella nos enseñó... Ese día inicia hoy hermanita, volvamos a casa.
Los hermanos se retiraron lentamente y pudieron sentir  la suave brisa que acariciaba sus frentes... Era su madre que los bendecía por enésima vez...

martes, 16 de septiembre de 2025

“¡Si bailas este vals, casaré a mi hijo contigo!”.

 

“SI BAILAS ESTE VALS, TE CASAS CON MI HIJO…” — El millonario se burló, pero la criada negra era campeona de baile

El mármol brillaba, los magnates brindaban, y una criada era el blanco de burlas crueles. “Si bailas este vals, te casas con mi hijo”, gritó el millonario entre risas. Pero lo que siguió dejó a todos sin aliento: la mujer escondía un secreto capaz de derrumbar prejuicios.

El escenario de lujo

La élite de Manhattan se dio cita en el vestíbulo de la nueva torre de Thompson Holdings. Candelabros de cristal, mármol reluciente y una orquesta en vivo daban a la noche un aire de película. Dos cientos invitados bebían champán, comentaban negocios millonarios y disfrutaban de la inauguración más esperada del año.

William Thompson III, anfitrión y magnate con reputación de arrogante, controlaba cada detalle con su copa en mano y una sonrisa de suficiencia. Era un hombre acostumbrado a que nadie lo contradijera.
El accidente inesperado

Entre el lujo, una figura pasaba desapercibida: Kesha Williams, 35 años, contratada como limpiadora eventual. Apenas llevaba tres semanas trabajando en eventos del grupo, pero aquella noche, el destino la empujó al centro de la escena.

Un resbalón bastó. La bandeja repleta de copas de cristal se estrelló contra el suelo con un estruendo ensordecedor. El silencio cayó de inmediato. Todas las miradas se clavaron en ella, arrodillada, recogiendo los pedazos entre lágrimas contenidas.

La burla cruel

William Thompson no dejó pasar la oportunidad de humillarla. Con voz fuerte y burlona, alzó su copa y exclamó:
—“¡Si bailas este vals, casaré a mi hijo contigo!”.

Las carcajadas resonaron en el salón. Para los invitados era un espectáculo más, un chiste de mal gusto que reforzaba su sensación de superioridad.

Kesha, con el rostro encendido de vergüenza, levantó la mirada. Y entonces, algo cambió.
El secreto de Kesha

Lo que nadie sabía era que Kesha no era solo una limpiadora. En su juventud había sido campeona nacional de baile de salón. Había dejado las competencias por circunstancias dolorosas: la falta de apoyo, la discriminación, la necesidad de sobrevivir trabajando en empleos temporales. Pero el talento seguía vivo en ella.

El reto, pensado como burla, encendió una chispa en su interior.
La respuesta inesperada

En lugar de huir, Kesha se levantó. Con voz serena, pero firme, dijo:
—“Acepto”.

El murmullo recorrió el salón. La orquesta, confundida, miró al magnate. William, divertido por lo que creía una humillación inevitable, ordenó que tocaran un vals. Su hijo, Richard Thompson, un joven acostumbrado al lujo pero no a los caprichos de su padre, palideció.


El vals que lo cambió todo

Kesha avanzó con paso elegante. Tomó a Richard de la mano con seguridad y comenzó a moverse. En segundos, la sala quedó boquiabierta. Sus giros eran precisos, sus movimientos fluidos, cada paso irradiaba una elegancia natural que contrastaba con el uniforme de limpiadora que llevaba puesto.

El público pasó de las risas a la incredulidad. El hijo del magnate, sorprendido por la soltura de su pareja, terminó siguiéndole el ritmo, atrapado en una danza que hipnotizaba a todos.

Cuando la música terminó, el salón entero estalló en aplausos.


El silencio del magnate

William Thompson III no sonreía. Había querido ridiculizar a una empleada y terminó siendo él el ridiculizado. El reto se había convertido en victoria. El rostro altivo del magnate mostraba por primera vez una grieta de impotencia.

Los invitados, incómodos, comenzaron a murmurar. Lo que debía ser una noche de ostentación había terminado en un espectáculo que expuso la soberbia del anfitrión.
La voz de la dignidad

Kesha, aún con la respiración agitada, levantó la barbilla y dijo con claridad:
—“No necesito casarme con nadie para demostrar mi valor. El baile es mi verdad, y ustedes acaban de verla”.

La frase cayó como un martillo. Varios invitados, avergonzados, evitaron mirarla. Otros, conmovidos, aplaudieron con fuerza.
El impacto en Richard

Richard, el hijo del magnate, quedó impresionado. Había aceptado la danza por obligación, pero en esos minutos descubrió a una mujer fuerte, segura, con un talento que eclipsaba la frivolidad del ambiente.

En privado, le dijo a Kesha:
—“Gracias por recordarme que no todo se compra con dinero. Esta noche aprendí más contigo que en todos mis años en salones de lujo”.
El eco del escándalo

Al día siguiente, los periódicos no hablaban de la torre, ni del lujo de la fiesta, sino de “la criada que humilló al magnate con un vals”. Las redes sociales se inundaron de comentarios y videos filtrados de la escena.


Kesha se convirtió en símbolo de dignidad y resistencia frente a la arrogancia del poder.
El desenlace inesperado

Semanas después, recibió ofertas de academias de baile y fue invitada a programas de televisión. Lo que comenzó como humillación terminó devolviéndole su verdadera identidad.

Mientras tanto, Thompson Holdings tuvo que lidiar con la vergüenza pública. El magnate intentó silenciar la historia, pero era demasiado tarde: el vals ya había quedado grabado en la memoria colectiva como una lección contra la soberbia.
Reflexión final

La historia de Kesha nos recuerda que, incluso en los lugares donde reina la arrogancia, la verdad del talento y la dignidad puede brillar con fuerza inesperada.

Un magnate creyó burlarse de una mujer humilde. Pero fue esa mujer quien, con pasos de vals, derrumbó un imperio de prejuicios y demostró que el valor humano no se mide en fortunas, sino en la fuerza de levantarse frente a la humillación.

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 9


Entre muchas maravillas que guardo en el corazón la principal es aquella que una noche de Ecuador me libró de las cadenas cuando me dijo que sí, porque aprendí que entregarse es comenzar a vivir.

Cuatro ojos me mataron el día que nos conocimos, los dos con que me miró y los dos de su marido.

Estoy forzado a robar porque he llegado muy tarde, desde antes de nacer las cosas eran de alguien.

Por ejemplo, "El Quijote" de Miguel Cervantes, "Hojas de Hierba" de Whitman, "Tristán e Isolda" de Wagner. España era de Franco, el Guernica de Picasso, Sofía Loren de Ponti, el oscar de Marlon Brando. La gloria era de Gardel, las vaquitas de Anchorena y si quedaba algo más se lo llevó López Herrera.

Hasta la misma injusticia ya tenía propietario como la desesperanza es privilegio del tango.

Si me gusta una mujer está de novia o casada, si soy ladrón es por culpa de la propiedad privada...

La flor seguía cantando en un Manhattan delirante como el sueño que es la vida. Otro Kennedy llegaba, Jimmy Carter insistía, Frank Sinatra retornaba y John Lennon se moría. O se dejaba matar para darme la oportunidad que yo pueda pasar el frente de una vez por todas. Thank you, John, donde quiera que estés. En el infierno con Somoza o en el Paraíso con Vinicius du Moraes...


Entre muchas maravillas que guardo en el corazón la principal es aquella que una noche de Ecuador me libró de las cadenas cuando me dijo que sí, porque aprendí que entregarse es comenzar a vivir.


Cuatro ojos me mataron el día que nos conocimos, los dos con que me miró y los dos de su marido.


Estoy forzado a robar porque he llegado muy tarde, desde antes de nacer las cosas eran de alguien.

Por ejemplo, "El Quijote" de Miguel Cervantes, "Hojas de Hierba" de Whitman, "Tristán e Isolda" de Wagner. España era de Franco, el Guernica de Picasso, Sofía Loren de Ponti, el oscar de Marlon Brando. La gloria era de Gardel, las vaquitas de Anchorena y si quedaba algo más se lo llevó López Herrera.

Hasta la misma injusticia ya tenía propietario como la desesperanza es privilegio del tango.

Si me gusta una mujer está de novia o casada, si soy ladrón es por culpa de la propiedad privada...

lunes, 15 de septiembre de 2025

LA TEORÍA DEL CABALLO MUERTO.

La “Teoría del Caballo Muerto”: Cuando Negar la Realidad es una Estrategia
La Teoría del Caballo Muerto es una metáfora satírica que ilustra cómo personas, instituciones e incluso naciones enfrentan problemas evidentes e irresolubles. En lugar de aceptar la realidad y actuar con sensatez, prefieren aferrarse a justificaciones y soluciones inútiles.
La idea central es simple: si descubres que estás montando un caballo muerto, lo lógico sería bajarte y seguir adelante. Sin embargo, en la práctica, sucede lo contrario. En lugar de aceptar la evidencia, se toman medidas absurdas como:
• Comprar una nueva silla de montar, esperando que haga la diferencia.
• Mejorar la alimentación del caballo, aunque esté muerto.
• Cambiar al jinete, en lugar de reconocer el problema real.
• Despedir al encargado de los caballos y contratar a alguien nuevo, esperando milagros.
• Organizar reuniones para discutir cómo aumentar la velocidad del caballo muerto.
• Crear comités de trabajo que, tras meses de análisis, concluyen lo obvio: el caballo está muerto.
• Justificar la situación comparándola con otros caballos muertos, culpando la falta de entrenamiento.
• Proponer cursos de capacitación para el caballo, con un presupuesto ampliado.
• Redefinir el concepto de "muerto" para convencerse de que aún hay esperanza.
La gran lección
Esta teoría deja en evidencia cómo muchas personas y organizaciones prefieren negar lo inevitable, gastando tiempo, recursos y energía en soluciones absurdas. En lugar de aceptar el problema desde el principio y tomar decisiones inteligentes, se aferran a la ilusión de que el caballo aún puede galopar.

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 8

Vamos cruzando por la vida en el tren de la muerte, viendo como el progreso acaba con la gente.

En el mundo comprobé que hay un tal para cual y que cada uno encuentra lo que quiere encontrar. El hombre tiene mujeres y el gerente secretarias. El rico tiene problemas y el pobre tiene ganas. Me escapé de la Rosario que se hace la moralista, porque ella es virgen porque es fea y no porque sea buena...

Es mejor meter la nariz en los libros...

Confía en tu intuición...

Algunas veces...


domingo, 14 de septiembre de 2025

Después del entierro de mi esposo...


Después del entierro de mi esposo, mi hijo me llevó a las afueras del pueblo y me dijo:

—"Bájate aquí del autobús. Ya no podemos mantenerte."
Pero yo tenía un secreto que había guardado durante mucho tiempo, y por eso mi hijo lamentó no haber sido obediente.

El día del entierro de mi esposo, llovía.
La pequeña sombrilla negra no era suficiente para ocultar la tristeza en mi corazón. Temblaba mientras sostenía el palito de incienso y miraba la tumba recién excavada, con la tierra aún húmeda.
Mi compañero durante casi cuarenta años —mi querido Ramón— ahora no era más que un puñado de tierra fría.

Después del entierro, no tuve tiempo para sumirme en la tristeza. Rápidamente, mi hijo mayor, Jun, en quien mi esposo confiaba plenamente, tomó las llaves de la casa.
Años atrás, cuando Ramón aún estaba saludable, me dijo:
—"Ya somos mayores, debemos poner la propiedad a nombre de Jun para que él se haga responsable."
No me opuse —¿qué padre no ama a su hijo? Así que todas las propiedades y terrenos fueron transferidos a nombre de Jun.


En el séptimo día después del entierro, Jun me dijo que saliera a dar un paseo para distraerme.
No esperaba que ese viaje se sintiera como una puñalada.
El vehículo se detuvo a las afueras de la ciudad, cerca de una parada de jeep solitaria. Con voz fría, Jun dijo:
—"Bájate aquí. Mi esposa y yo ya no podemos mantenerte. A partir de ahora, tendrás que valerte por ti misma."


Me zumbaban los oídos, mi visión se oscureció. Pensé que había escuchado mal.
Pero sus ojos estaban decididos, como si quisiera empujarme enseguida.
Me senté al borde del camino, junto a una pequeña tienda, con una bolsa de tela que contenía unas pocas prendas en la mano.
La casa —donde viví, cuidé de mi esposo y crié a mis hijos— ya no me pertenecía. Estaba a nombre de él. No tenía derecho a volver.


Dicen que "cuando pierdes a tu esposo, aún tienes a tus hijos", pero a veces, tener hijos es como no tenerlos.
Me arrinconó mi propio hijo. Sin embargo, lo que Jun no sabía era esto: no estaba vacía.
En el bolsillo de mi camisa, siempre llevaba mi libreta de ahorros —el dinero que Ramón y yo habíamos guardado durante toda nuestra vida, valorado en decenas de millones de pesos.
Lo escondimos bien, sin decírselo a nadie, ni siquiera a nuestros hijos.
Una vez me dijo Ramón:
—“Las personas solo son buenas cuando tienen algo entre manos.”


Ese día decidí guardar silencio.
No supliqué, no revelé secretos.
Necesitaba ver cómo me trataban Jun y la vida.


El primer día que me quedé sola, me senté en el porche de la tienda.
La dueña —Aling Nena— se apiadó de mí y me ofreció una taza de té caliente.
Cuando le conté que había perdido a mi esposo y que mis hijos me habían dejado, suspiró profundamente:
—"Hoy en día, estas cosas pasan mucho, querida. Los hijos valoran más el dinero que el amor."


Alquilé temporalmente una pequeña habitación, pagada con los intereses que retiré de mi cuenta de ahorros.
Fui cuidadosa: no le conté a nadie que tenía una fortuna.
Vivía con sencillez, usaba ropa vieja, compraba comida barata y evitaba llamar la atención.


Había noches, acostada en una cama de bambú vieja, en que extrañaba mi antigua casa —el chirrido del ventilador, el aroma de la ensalada de jengibre que preparaba Ramón.
La nostalgia dolía, pero me decía a mí misma: mientras esté viva, debo seguir adelante.


Empecé a integrarme en mi nueva vida.
Durante el día, ayudaba en el mercado: lavaba vegetales, cargaba cosas, empaquetaba compras.
El salario no era grande, pero no me importaba.
Quería sostenerme por mí misma, sin depender de la caridad.
Los comerciantes del mercado me llamaban “la amable Mamá Teresa”.
No sabían que cada vez que regresaba a mi habitación después del mercado, abría mi libreta de ahorros por un momento y luego la guardaba con cuidado. Ese era mi secreto para sobrevivir.


Un día, me reencontré con una vieja conocida —Aling Rosa, mi mejor amiga de juventud.
Cuando me vio en una casa de alquiler, le dije que mi esposo había muerto y que la vida era difícil.
Se compadeció de mí y me invitó a ayudar en la carindería familiar. Acepté.
El trabajo era duro, pero tenía un lugar donde dormir y comida asegurada.
Eso me dio aún más razones para seguir ocultando mi libreta de ahorros.


Mientras tanto, las noticias sobre Jun llegaron a mis oídos.
Vivía con su esposa y sus hijos en una casa espaciosa, compró un coche nuevo, pero se involucró en el juego.
Me susurró un conocido:
—"Tal vez ya hipotecó el título de propiedad."


Me dolió el corazón al escuchar eso, pero decidí no contactarlo.
Él eligió dejar a su madre al borde de la carretera. Ya no tenía nada más que decirle.


Pasaron semanas antes de que Jun apareciera en mi nueva puerta. Esta vez no venía con frialdad, sino con el rostro demacrado, nervioso.


—“Mamá…” —murmuró, bajando la vista—. “Lo siento. No debí… no debí dejarte así.”


Su esposa lo había presionado, pero él aceptó. Lo supo todo el pueblo, y la vergüenza lo acompañaba en cada esquina.


—“Necesito tu ayuda” —añadió, casi en susurros.


Yo lo miré en silencio. Por dentro sentía un torbellino: rabia, tristeza, pero también compasión. Era mi hijo, aunque me hubiera traicionado.


Pero esta vez, no iba a dejar que mi amor de madre me cegara.
La lección


Con voz firme le respondí:


—“Jun, el día que me dejaste bajo la lluvia, también enterraste el respeto que te tenía. No necesitas mi dinero, necesitas recuperar tu dignidad. Yo ya no soy tu carga. Soy tu madre, pero también soy una mujer que aprendió a valerse por sí misma.”


Él lloró, algo que no hacía desde niño.


No le di mis ahorros. No porque quisiera vengarme, sino porque comprendí que el verdadero castigo era que aprendiera que las decisiones tienen consecuencias.
Epílogo


Hoy vivo en una casa modesta, pero llena de paz. Cultivo flores en el jardín, preparo mis propias comidas y recibo la visita de algunos vecinos que me tratan con cariño.


A veces, Jun me visita, con la mirada baja. Intenta reconstruir el puente que él mismo quemó. Yo lo dejo entrar, le sirvo té, pero el vacío que dejó en mí no se llenará jamás.


El secreto que guardé me salvó. No para presumir, sino para recordarme que nunca debemos entregar todo a ciegas, ni siquiera por amor.


Mi esposo confió en nuestro hijo, y yo también. Pero esa confianza fue traicionada. Ahora sé que la verdadera fortaleza está en no depender de la bondad de los demás, sino en asegurarnos de tener siempre un refugio propio.


Reflexión final:
La sangre no siempre garantiza gratitud. A veces, los mayores enemigos de un corazón noble se esconden en la misma familia. Pero la dignidad, cuando se defiende, puede convertirse en el arma más poderosa para sanar y sobrevivir.

Mi papá fingió estar enfermo....

“Mi papá fingió estar enfermo para que yo dejara mis estudios y lo mantuviera… hoy lo descubrí.” 

Ahí estaba yo, como todos los martes desde hace dos años, llevándole a papá su desayuno a la cama. Avena sin sal, té de manzanilla y sus pastillas organizadas por colores como si fuera un arcoíris farmacéutico.

—Buenos días, papi. ¿Cómo amaneciste? —le dije con esa voz dulce que había perfeccionado desde que dejé la universidad para cuidarlo.

—Ay, mija... —suspiró dramáticamente, llevándose la mano al pecho—. Otra noche terrible. El corazón me está matando. Los doctores no entienden lo grave que estoy.

Asentí con compasión, como siempre. Pobre papá, tan enfermo, tan frágil. Qué suerte que estaba yo ahí para él, ¿verdad?

—Te voy a dejar el desayuno aquí. Tengo que ir a trabajar —le dije, acomodando la bandeja en su mesa de noche.

—¿No puedes faltar hoy? Me siento muy mal...

—Papá, sabes que necesitamos el dinero del trabajo de medio tiempo. Las medicinas están carísimas.

Se las arregló para verse aún más decaído, como si hubiera tomado clases de actuación con Meryl Streep.

Salí de la casa corriendo hacia mi trabajo de cajera en el súper. Tres horas después, mi jefe me llamó.

—Oye, ¿no es tu papá el que está en el gimnasio de enfrente? —me preguntó, señalando hacia la ventana.

Mi sangre se congeló. Me asomé y ahí estaba: mi "moribundo" padre levantando pesas como si fuera The Rock en sus mejores tiempos.

—¿Perdón? —balbuceé, segura de que era una alucinación.

—Sí, lleva como una hora ahí. Lo reconocí porque tiene la misma playera que llevaba cuando vino a buscarte la semana pasada.

Sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Dejé todo y crucé la calle como zombie.

Entré al gimnasio y ahí estaba papá, sudando la gota gorda en la caminadora, platicando con una señora sobre rutinas de ejercicio.

—¡PAPÁ! —grité desde la entrada.

Se volteó y su cara pasó por todas las etapas del duelo en dos segundos: negación, ira, negociación, depresión y... ¿aceptación? Para nada.

—¡Mija! ¿Qué haces aquí? —dijo, intentando parecer sorprendido mientras se bajaba de la caminadora con la agilidad de un atleta olímpico.

—¿QUE QUÉ HAGO AQUÍ? —mi voz se quebró entre la furia y la incredulidad—. ¿En serio me preguntas eso mientras estás aquí haciendo ejercicio como si nada?

—Es que... el doctor me dijo que tenía que hacer un poco de ejercicio...

—¡MENTIROSO! —exploté, y todo el gimnasio se quedó en silencio—. ¡Dos años! ¡DOS AÑOS fingiendo que te estabas muriendo!

La señora con la que estaba platicando se alejó discretamente, pero yo ya estaba en modo huracán categoría 5.

—Cálmate, mija, la gente nos está viendo...

—¡QUE NOS VEAN! —mis manos temblaban de coraje—. ¡Dejé la universidad por ti! ¡Trabajo de medio tiempo para pagarte medicinas que ni necesitas! ¡He estado viviendo como una ermitaña cuidándote!

—Bueno, es que... yo necesitaba compañía y...

—¿COMPAÑÍA? —me reí con amargura—. ¿Compañía dices? ¡Hay clubs de adultos mayores, papá! ¡Hay grupos de baile! ¡Hay Tinder para gente de tu edad!

—No exageres...

—¿Que no exagere? —me acerqué a él, y por primera vez en años, lo vi encogerse—. ¿Sabes qué? Tienes razón. No voy a exagerar. Voy a ser muy clara: estás más sano que yo, que ando estresada trabajando para mantenerte mientras tú juegas al enfermo.

—Mija, yo solo quería...

—¡NO! —lo interrumpí—. No me vengas con excusas. ¿Sabes cuántas noches me la pasé despierta preocupada porque creía que te ibas a morir? ¿Cuántas veces rechacé salir con amigos porque "papá estaba muy mal"?

La gente del gimnasio ya había formado un círculo de curiosos, pero me daba igual.

—¿Y sabes qué es lo que más me duele? —mi voz se quebró—. Que preferiste manipularme antes que pedirme simplemente que pasáramos más tiempo juntos.

Papá finalmente bajó la mirada, avergonzado.

—Es que tenía miedo de que te fueras a estudiar lejos y...

—¡Pues claro que me iba a ir! ¡Tengo 24 años! ¡Se supone que tenga mi propia vida!

—Tienes razón —murmuró—. Me porté mal.

—¿Mal? ¡MAL! —me reí histéricamente—. Papá, esto no es portarse mal, esto es... esto es ser un manipulador profesional. Mereces un Oscar.

—No seas dramática...

—¿DRAMÁTICA YO? —volví a explotar—. ¡Tú eres el que lleva dos años fingiendo ataques al corazón!

En ese momento, como si el universo quisiera darme la razón, papá hizo su clásica rutina: se llevó la mano al pecho y puso cara de dolor.

—Ay, mija, me está dando algo...

—¡NI SE TE OCURRA! —le grité—. ¡Ya no funciona! ¡Se acabó el teatro!

Se quedó con la mano en el pecho, pero me miró con cara de "vale, ya no cuela".

—¿Sabes qué, papá? —me di la vuelta—. Felicidades. Oficialmente eres el padre más sano del mundo. Y también oficialmente, me voy a vivir sola. Ya verás cómo le haces con tu "enfermedad".

—¡Espera! No te puedes ir así...

—Claro que puedo —le sonreí con sarcasmo—. Después de todo, estás sanísimo para cuidarte solo, ¿no?

Salí del gimnasio con la cabeza en alto, dejando atrás a un papá muy confundido y a un público que probablemente tendría tema de conversación para semanas.

Esa noche, mientras empacaba mis cosas, papá tocó a mi puerta.

—¿Podemos hablar? —preguntó con voz genuinamente arrepentida.

—Habla —le dije sin dejar de doblar mi ropa.

—Tienes razón en todo. Fui un egoísta y un manipulador. Tenía tanto miedo de quedarme solo que... bueno, ya viste.

Me detuve y lo miré. Por primera vez en mucho tiempo, parecía mi papá real, no el actor que había estado interpretando.

—¿Y ahora qué? —le pregunté.

—Ahora voy a aprender a ser un papá de verdad, no un tirano disfrazado de víctima. Y tú vas a volver a la universidad.

—Papá...

—No, en serio. Tengo ahorros que no sabías. Los iba a usar para... bueno, para seguir fingiendo. Pero prefiero usarlos para que estudies.

Me quedé callada un momento, procesando todo.

—¿Sabes qué es lo más loco? —le dije finalmente—. Que si me hubieras pedido directamente pasar más tiempo juntos, yo habría dicho que sí. Pero tenías que montarte tu numerito.

—Lo sé —suspiró—. ¿Me perdonas?

—Te perdono —le dije—. Pero esto nunca más, ¿eh? Y definitivamente nos vamos a terapia familiar.

—¿Los dos?

—Los dos. A ver si aprendemos a comunicarnos como gente normal.

Se rió y por primera vez en años, su risa sonó real.

—¿Sabes? —me dijo mientras me ayudaba a desempacar—. Creo que después de todo, tu mamá tenía razón cuando decía que yo era muy dramático.

—Papá —le sonreí—, mamá no sabía ni la mitad.

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**Debate: ¿Sacrificio vs. Manipulación?**

Al final, aprendí que hay una línea muy delgada entre pedir ayuda y exigirla a través del engaño. El amor filial no debería ser una prisión, y cuidar a nuestros padres no significa renunciar a nuestra propia vida. 

¿Fue sacrificio de mi parte? Sí, pero basado en mentiras. ¿Fue manipulación de la suya? Completamente. 

La verdadera pregunta es: ¿cuándo el miedo a la soledad justifica destruir la confianza con las personas que más queremos?

Spoiler alert: nunca.

sábado, 13 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL 7. Transcripción Juana Macedo

Amado Señor: Padre Nuestro que estás en el surco, sacrificados seres nosotros, así en la tierra como en el agua, el pan nuestro de cada día ablándanos hoy y perdona nuestras deudas así como nosotros, no sé por qué todavía perdonamos a nuestros deudores
y déjanos caer en la tentación de terminar con todos ellos. Más líbranos de Camps, Amén. (aplausos)

Oíste mi Señor es un pedido general. ¡En el nombre del fraude, del fisco y los Esclavos Unidos, Okey !

-Perdóname, Señor, pero a veces me canso, a veces me canso de ser un ciudadano.

Me cansa la ciudad, las oficinas, me cansa la familia y la economía.

La familia, mi Señor, ese vía crucis de parientes, esa miseria en cooperativa.

“Madre hay una sola, Señor y justo vino a tocarme a mí”

Perdóname, Señor, estoy harto de este infierno, este mercado mediocre, donde todos tienen precio.

Perdóname, Señor, pero yo me iré contigo, por tus montañas, tus mares y tus ríos.

Perdóname, Señor, pero a veces pienso
que tienes para mí algo mejor que esto.
Perdóname, Señor, no quiero ser un ciudadano, yo quiero ser un hombre, como me has creado. (Aplausos)

viernes, 12 de septiembre de 2025

Keanu Reeves escribió...

Keanu Reeves escribió: La madre de mi amigo ha comido sano toda su vida. Nunca ha consumido alcohol o cualquier 'mala comida' hace ejercicio todos los días, muy ágil, muy activa, llevó todos los suplementos sugeridos por su doctor, nunca salió al sol sin protector solar y cuando lo hizo fue por el período más breve posible así que prácticamente protegió su salud a lo máximo. Ella ahora tiene 76 y tiene cáncer de piel, cáncer de la médula ósea y la osteoporosis extrema.

El padre de mi amigo come tocino, mantequilla, grasa y nunca se ejercita, salía al sol y se quemaba a cenizas todos los veranos, básicamente tomó el enfoque de vivir la vida a su máximo y no como otros sugieren. Él tiene 81 y los médicos dicen que su salud es el de una persona joven.

Las personas no pueden esconderse de su veneno, está por ahí y te encontrará. Las palabras de la madre de mi amigo fueron: "si yo hubiera sabido que mi vida iba a terminar de esta manera hubiese vivido más y disfrutado todo plenamente".

Ninguno de nosotros saldrá de aquí con vida, así que por favor deja de tratarte mal hasta con los pensamientos. Come la comida deliciosa. Camina en la luz del sol. Salta en el océano. Di la verdad que llevas en tu corazón como un tesoro escondido. Se tonto. Se amable. Se raro. No hay tiempo para nada más.

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 6


Me detengo en San Francisco donde siempre hay algo para oír, por lo menos cuando Krishnamurti anda cerca.

Ese que bien sabe que la revolución fundamental es revolucionarse.

Me detengo en Creta donde siempre hay algo para amar. En Jerusalén donde siempre hay algo que aprender, incluso no acabar con Beiruth.

Levanto la voz en Italia y hago silencio en la India.

Porque soy y vivo en el presente, porque estoy hecho de sueños y de flores, de vacío, de vino y de trigo me llaman “el Hombre”. Es cierto que soy polvo, pero polvo sagrado yo, aunque Tú sabes mi Señor que cuando digo: "Yo soy" estoy diciendo "Tú eres", invicto, innombrable.
Altísimo Señor no te preocupes por el pan nuestro de cada día que eso es cosa nuestra, para eso somos hombres. Pero no nos dejes sin el sueño de cada noche porque sin él nada somos
nosotros que tal vez sólo seamos un sueño que Tú sueñas.





 


jueves, 11 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 5

Soy repetidor de Whitman: "Me canto y me celebro, me celebro y me canto. Y si me canto y me celebro, te celebro y te canto, porque cada átomo que me pertenece, te pertenece, porque cada átomo que te pertenece, me pertenece, porque tú y yo somos la misma cosa" decía el viejo Whitman.

Y me acuerdo porque la primera condición que debe tener un cantor es buena memoria.


Que Tagore decía: “Que cuando el hombre trabaja Dios lo respeta, más cuando el hombre canta Dios lo ama”.

“Laralalarala lalarala”

El pobre que anda sin copla por esta vida prestada, más que pobre es un fantasma y más que un fantasma es nada. (Aplausos)


Vamos cruzando por la vida en el tren de la muerte, viendo como el progreso acaba con la gente.


Cuando el tiempo de los claveles regresa contento donde María cultiva el arte mayor de las hogueras, es decir, Andalucía.


Alguna vez nos presentaron a una condesa por ahí, a aquel dilecto amigo que fue Jorge Cafrune y a mí.


El turco la miraba a la condesa y la condesa lo miraba al turco. Estaba tan asombrado uno como el otro. ¿Qué será eso?

El señor que nos la presentó dijo:
"Es una gran mujer, acaba de donar un terreno de su familia para que el municipio de Sevilla haga un parque público. Y el turco le dijo sin dejar de mirarla: ¿Donó o devolvió?".

Me detengo en México donde siempre hay algo para festejar: "Nos vamos a echar unos tragos, pero sin exagerar sólo hasta caernos, porque no es de caballeros andar bebiendo por el suelo.

"Si el vino te hace mal para el trabajo, pues deja el trabajo."

"Pues fíjate si será malo el trabajo que deben pagarte para que lo hagas."

"Yo nunca le pude decir a mi mujer que era una imbécil porque no me hubiese entendido." Jaajaa (ríe Facundo)


"Y Dios creó a la mujer y ella le dijo: mi Señor, si María concibió sin pecar, ¿no podría yo pecar sin concebir?"
"El diablo sabe por diablo, pero más sabe por Freud".

El tiempo es un juez tan sabio...

miércoles, 10 de septiembre de 2025

¿HAS PERDIDO FAMILIA POR DINERO?

"𝐄𝐒 𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐔𝐍 𝐏𝐑𝐄́𝐒𝐓𝐀𝐌𝐎‧‧‧ 𝐒𝐎𝐌𝐎𝐒 𝐅𝐀𝐌𝐈𝐋𝐈𝐀"Cuando Lucia recibió su liquidación después de 20 años de trabajo...
Su hermana María llegó llorando.
"Lucia, necesito tu ayuda"
"Van a embargar mi casa"
"Debo 50 millones"
"Tú eres la única que me puede salvar"
 LUCIA TENÍA ESE DINERO PARA:

Comprar su apartamento propio
Montar su negocio soñado
Asegurar su vejez
Independizarse por fin

Pero María insistía:
"Somos hermanas"
"La familia se ayuda"
"Te pago en 6 meses"
"¿Me vas a negar la ayuda?"
 LUCIA CEDIÓ POR CULPA
Le prestó los 50 millones.
Todo su futuro en las manos de María.
"Hermana, te lo devuelvo rapidito"
"En diciembre te pago todo"
"Gracias por salvarme"
 6 MESES DESPUÉS...
"Lucia, necesito un poquito más de tiempo"
"El negocio está arrancando"
"Dame 3 meses más"
1 AÑO DESPUÉS...
"Hermana, no me presiones"
"Sabes que te voy a pagar"
"¿Ya no confías en mí?"
2 AÑOS DESPUÉS...
"No tengo de dónde sacar esa plata"
"Tú tienes trabajo, yo no"
"Entiende mi situación"
 LUCIA TUVO QUE:

Seguir pagando arriendo
Aplazar su negocio indefinidamente
Trabajar hasta los 65
Ver a María comprarse carro nuevo

 CUANDO LUCIA RECLAMÓ:
María se puso a la defensiva:
"Eres mi hermana, no mi banco"
"No me cobres intereses"
"La familia no se trata así"
"Qué materialista te has vuelto"
⚡ LA FAMILIA SE DIVIDIÓ:
Los papás: "Lucia, perdónala"
Los tíos: "María, págale a tu hermana"
Los primos: Tomando bandos
LA FAMILIA SE DESTRUYÓ POR DINERO.
5 AÑOS DESPUÉS:
María sigue sin pagar.
Lucia sigue trabajando.
Las hermanas no se hablan.
La familia está rota.
En Navidad, María dice:
"Que por un dinero se haya dañado nuestra relación"
LUCIA LE RESPONDIÓ:
"No se dañó por dinero"
"Se dañó por tu falta de palabra"
"Se dañó por tu ingratitud"
"Se dañó porque abusaste de mi confianza"
 LUCIA APRENDIÓ LA LECCIÓN MÁS CARA:
"No prestes lo que no puedes regalar"
"La familia que te manipula con culpa... no es familia"
Porque el dinero prestado entre familiares...
Se vuelve dinero regalado y familia perdida.
 ¿Has perdido familia por dinero?

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 4

 Por mi abuela comencé a leer la Biblia a la altura de la Magdalena. Solía decir: "Decir que no a una propuesta de amor es decirle que no al mismísimo Dios de los Cielos que es el mismísimo amor y yo soy una mujer creyente y respetuosa del Señor".

Mi abuela pensaba que hacer el amor alargaba la vida. Por eso le llamaba la atención que Borges haya vivido tantos años (risas) (por lo menos escribió, hay gente que ni eso).

Soy la peor parte de Isabel que es mi mejor parte, ella no puede vivir sin mí y yo la comprendo porque yo tampoco puedo vivir sin mí.

Soy el cantor de un pueblo que no me pertenece, en mi caso si se calla el cantor no pasa nada. Es decir, que estoy gozando los serenos privilegios del anonimato y a mi edad con derecho a los incoloros privilegios del escepticismo. A pensar como pensaba Mark Twain en su madurez que decía:

"A mi edad cuando me presentan a alguien ya no me importa si es bueno, malo, rico, pobre, negro, blanco, judío, musulmán o cristiano. Me basta y me sobra con que sea un ser humano, peor cosa no podría ser".

Soy moderadamente argentino y exageradamente Cabral. Algo así como un sargento underground. Y por mi pariente sargento hay gente que me odia, me dicen: "Mirá por haber salvado a ese que salvó cuantos vinieron detrás" (risas)

Estoy asombrado de ser parte del asombroso universo y orgulloso del hambre que me mantiene despierto. Soy inventor de mí mismo, porque esa es la tarea que me ha encomendado el Señor. El Señor o el diablo, porque son la misma cosa. El diablo es un seudónimo que tiene el Señor para cuando tiene que crear alguna cosa de dudosa moral para no quemar su buen nombre, utiliza el seudónimo.



domingo, 7 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana macedo. 3.

 

Este es el viaje más extraordinario vean qué espectáculo:

A la izquierda los revolucionarios, a la derecha los reaccionarios, en el medio los hombres, los que deciden su propia vida, es decir, tres o cuatro.

Enciendan el fuego que comenzó la fiesta, traigan el vino y los tambores, desaten a la alegría, liberen a la pasión, canten y bailen con furia quijotesca, con la misma convicción del Bautista o de Moisés.

Hagan las cosas sólo por amor, porque aquel que trabaja en lo que no ama, aunque lo haga todo el día es un desocupado.


Hagan el amor a las mujeres en los ómnibus y en las plazas, a las buenas y a las malas, por las buenas y por las malas jaajaaa y en solo 9 meses nacerán hijos locos, benditamente locos y por locos tan libres y por libres tan bellos que harán un paraíso de este maldito infierno, donde las banderas se pudren patrióticamente y las madres alimentan a sus hijos para la guerra.


Yo los conozco, hace mucho tiempo que andamos a la deriva en el mar del tiempo. No sé si se acuerdan de mí.

Yo soy Facundo Cabral y ahí no termina la cosa, yo soy el hijo de Sara y con eso es suficiente, soy el orgullo de mi abuela que es la vergüenza de mi familia.

viernes, 5 de septiembre de 2025

POR UN PEDACITO DE PAN..

"Entré a la panadería con el estómago vacío y el corazón todavía más. Tenía apenas ocho años y no recordaba la última vez que había comido algo caliente.

—Señora… ¿me da un pedacito de pan, aunque sea duro? —pedí con la voz temblorosa.

La mujer me miró de arriba abajo y me señaló la puerta.
—¡Fuera de aquí, mocoso! ¡Anda a trabajar como todos! —me gritó mientras limpiaba el mostrador.

Sentí un nudo en la garganta y empecé a retroceder, pero una voz grave interrumpió.
—¡Oiga, señora! —era un anciano que estaba comprando—. ¿No ve que es un niño?

—Pues que sus padres se hagan cargo —replicó ella, molesta.

Bajé la cabeza, con ganas de desaparecer. Pero el hombre se agachó y me puso una mano en el hombro.
—No te preocupes, hijo. Vamos, yo te invito algo.

Ese día me llevó a su casa, me dió sopa, una cama y lo más importante: un lugar donde no me sentía basura.
—No tengo nietos —me dijo sonriendo—, ¿quieres ser el mío?

Apreté los labios para no llorar y asentí.
—Sí, abuelo.

Los años pasaron y ese anciano se convirtió en mi familia, en mi fuerza y en mi motivo para estudiar. Me hizo prometer que algún día ayudaría a otros como él me ayudó a mí.

El tiempo voló, y un día, ya convertido en médico, me llamaron de urgencia al hospital. Una mujer se estaba desangrando en quirófano. Cuando entré y la vi en la camilla, me quedé helado: era la panadera.

Mientras la operaba, recordé su grito aquel día, pero también recordé la mano cálida de mi abuelo salvándome de la calle. Y entonces entendí.

Horas después, la mujer despertó.
—¿Usted… me salvó la vida? —me preguntó con los ojos vidriosos.

La miré con serenidad.
—Sí, señora. Y lo hice porque alguien, un día, creyó que yo merecía otra oportunidad.

Ella rompió en llanto. Yo solo sonreí, porque en ese momento sentí que mi abuelo, desde el cielo, estaba orgulloso".

PERDÓN MAMI

Perdón mami...

Erick: ya llegaste del colegio?, dijo su madre, "Mami perdóname" y por qué quieres que te perdone estúpido, respondió su madre.
"Mami me perdonas?" ... Ahora qué hiciste en tu escuela, ya me tienes cansada, tú y tu hermano fueron lo peor que me pudo haber pasado.
"Mami perdóname " (En ese momento suena el teléfono)
"Buenas, la mamá de Erick? "
"Si soy yo! Dígame ¿Qué hizo ahora ese demonio? " respondió la señora.
"Señora es que su hijo estaba jugando y..." "Qué hizo? "
Un grito se escucho por toda la casa,
"Erick que hiciste en tu escuela? Tu profesor me está llamando!
Un silencio arropó la casa, "Erick " gritó nuevamente.
"Señora, lo que pasa es que Erick subió a jugar balón en la azotea de la escuela y... "
"Y qué pasó ? Hizo algún daño? Dios mio lo que me faltaba",
"No señora, resbaló y cayó al primer piso, se abrió la cabeza y murió instantáneamente " "Noooo mi hijo no": Dijo esta mientras soltaba el teléfono y corría al cuarto de su hijo.
Al llegar ya no vio a su hijo, solo sintió su voz como un aire frio en su oido que le dijo:
"Mami, perdóname por dejarte sola".

No existe niño malo ni incorregible, en realidad los únicos culpables de tener hijos así son sus propios padres y como duele ver como niños así se van perdiendo en accidentes, en vicios y hasta suicidios!

Padres: tengamos paciencia con nuestros hijos, la clave está en no gritar en casa y respetarse todos en el hogar.

jueves, 4 de septiembre de 2025

LA CASA ANTIGUA Y LA AMBICIÓN

A los 52 Años Recibí Dinero. Iba a Contarlo… Pero Escuché a mi Hijo y a mi Nuera Planeando Cómo Echarme.
Aún sostenía con mano temblorosa el libreta bancaria que había recogido esa misma mañana — una herencia inesperada de su tío materno que vivía en el Sur y que acababa de fallecer. Planeaba compartir la noticia esa misma noche. No por presumir, sino para usar el dinero en reparar la casa antigua — para hacerla más cómoda para sus hijos y nietos.
Pero…
Antes de que pudiera acercarse a la puerta del cuarto de su hijo Marco, oyó susurros desde dentro — la voz de su nuera Denise. Puede que el tono fuera bajo, pero lo bastante fuerte como para atravesar la puerta de madera:
“Te lo dije, ¿cuándo tendremos nuestro propio espacio si tu madre sigue aquí? Esta casa es demasiado pequeña, y ella es mayor y débil. Cada vez que vienen visitas, siento vergüenza, es como si la casa oliera a ella.”
Respondió Marco, con voz baja, parecía cansado:
“Lo sé… pero ya no tiene a nadie más. Sería cruel echarla.”
“¿Cruel? ¿Somos nosotros los que salimos perdiendo, no ves? Ella está todo el día aquí, se entromete con los niños, con las tareas del hogar, hasta en la mesa. Ya no lo soporto. Y no olvides, cuando nos casamos, lo único que me dio fue una vieja tele.”
“Ella dijo que realmente no tenía dinero…”
Silencio. Luego un suspiro:
“No me importa. Tú encárgate de hablarle. Consigue una habitación rentada para ella, mándale dinero cada mes. Pero no quiero que esto siga así.”
Se quedó paralizada.
Había pasado más de treinta años desde que dejó su provincia para ir a vivir sola en Metro Manila después de que su esposo muriera en un accidente de construcción.
Había hecho todo tipo de trabajo — vendiendo verduras en el mercado, limpiando casas, lavando a mano en grandes palanganas de plástico — todo para sustentar a Marco. Nunca se quejó. Nunca imploró.
Cuando Marco se graduó, siguió ahorrando para ayudarlo a iniciar un negocio y a formar una familia. Su casa actual — pequeña y estrecha — era el resultado de casi veinte años de ahorro para comprar un lote en la periferia de la ciudad y construir un hogar.
Pensó que, al envejecer, cosecharía los frutos de su sacrificio.
Pero no fue así.
Desde que Denise llegó como nuera, se convirtió en una extraña en su propio hogar.
Si se levantaba temprano para cocinar — “estorbo”.
Si limpiaba la casa — “como si no supiera”.
Si enseñaba su idioma al nieto — “una provinciana”.
Cocinó sopa de cangrejo — el nieto no quiso comerla porque “la mamá dijo que olía raro”.
Ofreció consejos de crianza — la llamaron “obsoleta” y “supersticiosa”.
Poco a poco retrocedió. Se quedó en silencio. Casi pasó desapercibida.
Pero nunca imaginó que llegaría el día en que su propio hijo — el niño que crió, cargó, defendió en las adversidades — hablara sobre cómo echarla de casa.
Su mano tembló.
La libreta bancaria cayó de su blusa "áo ba ba" gris desteñida.
Giró y se alejó sin tocar la puerta.
Lenta. Pesada. Sin rencor. Sin lágrimas.
Solo un silencio que le cegaba el corazón.
Salió por la puerta principal, sin que nadie se diera cuenta.
Eran apenas las siete de la noche.
Pero por dentro, sintió que toda su vida había pasado.
Aquella noche no regresó al cuarto de madera detrás de la cocina.
Caminó hacia Laguna, se sentó en silencio a la orilla del lago.
Había pasado bastante tiempo desde que se sintió simplemente “Aling Lanh”,
no “la madre de Marco”,
ni “la abuela de Cu Jio”,
y mucho menos “la sirvienta sin paga”.
Pensó en el libreta bancaria. Más de ₱900,000 — una riqueza incalculable para ella.
Antes, planeaba dividirlo: la mitad para arreglar la casa, la otra mitad para emergencias médicas.
Pero ya no.
Esta vez, sería solo para ella.
No porque se volviera egoísta,
sino porque finalmente comprendió que nadie valorará tus sacrificios si siempre olvidas tu propio valor.
Al día siguiente, fue al ayuntamiento del barrio y comunicó su cambio de residencia.
Dijo que se trasladaría al Sur para cuidar a una amiga.
Pero la verdad?
Por primera vez en mucho tiempo —
finalmente estaba cuidando… de sí misma.

Tomado de la web

miércoles, 3 de septiembre de 2025

EL PRIMER DíA DE CLASES.

“El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie. Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito. Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza. Un día no aguantó ya más y se dirigió a la dirección.

- Yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a aceptarlo por más tiempo en mi clase. Ya casi son las vacaciones de Navidad, espero no verlo cuando volvamos en enero.

 La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en las manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer por deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón:

 La maestra de primer grado había escrito: “Pedrito es un niño muy brillante y amigable. Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”.

 La maestra de segundo grado: “Pedrito es un alumno ejemplar con sus compañeros. Pero últimamente se encuentra triste porque su mamá padece una enfermedad incurable”

 La maestra de tercero: “La muerte de su mamá ha sido un golpe insoportable. Ha perdido el interés en todo y se pasa el tiempo llorando. Su papá no se esfuerza en ayudarlo y parece muy violento. Creo que lo golpea.”

 La maestra de cuarto: “Pedrito no demuestra interés alguno en clase. Vive cohibido y cuando intento ayudarle y preguntarle qué le pasa, se encierra en un mutismo desesperanzador. No tiene amigos y está cada vez más aislado y triste”

 Por ser el último día de clase antes de las Navidades, todos los alumnos le llevaron a Doña Tomasa unos hermosos regalos envueltos en fino y coloridos papeles. También Pedrito le llevó el suyo envuelto en una bolsa de papel. Doña Tomasa fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Pedrito, todos los compañeros se echaron a reír al ver su contenido: un viejo brazalete al que le faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío. Para cortar por lo sano con la risa de los alumnos, Doña Tomasa se puso con gusto el brazalete y se echó unas gotas de perfume en cada una de las muñecas. Ese día, Pedrito se quedó el último al salir de clase y le dijo a su maestra: “Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá”

Esa tarde, sola en su casa, Doña Tomasa lloró un largo rato. Y decidió que en adelante, no solo iba a enseñar a sus alumnos lectura, escritura, matemáticas… sino sobre todo, que los iba a querer y les iba a educar el corazón. Cuando se reincorporaron a clase en enero, Doña Tomasa llegó con el brazalete de la mamá de Pedrito y con unas gotas de perfume. La sonrisa de Pedrito fue toda una declaración de cariñoso agradecimiento. La siembra de atención y cariño de Doña Tomasa fue fructificando en una cosecha creciente de aplicación y cambio de conducta de Pedrito. Poco a poco, fue volviendo a ser aquel niño aplicado y trabajador de sus primeros años de la escuela. Al final del curso, a Doña Tomasa le costaba cumplir sus palabras de que, para ella, todos los alumnos eran iguales, pues sentía una evidente predilección por Pedrito.

 Pasaron los años, Pedrito se fue a continuar sus estudios en la universidad y doña Tomasa perdió contacto con él. Un día recibió una carta del doctor Pedro Altamira, en la que le comunicaba que había terminado con éxito sus estudios de medicina y que estaba a punto de casarse con una muchacha que había conocido en la universidad. En la carta le invitaba a la boda y le rogaba que fuera su madrina de boda.

 El día de la boda, Doña Tomasa volvió a ponerse el brazalete sin piedras y el perfume de la mamá de Pedrito. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Doctor Altamira le dijo al oído: “Todo se lo debo a usted, Doña Tomasa”. Ella, con lágrimas en los ojos, le respondió: “No, Pedrito, la cosa sucedió al revés, fuiste tú quien me salvaste a mí y me enseñaste la lección más importante de la vida, que ningún profesor había sido capaz de enseñarme en la universidad: me enseñaste a ser maestra”.

Crédito al autor correspondiente

Obtenido en: COMO LA VIDA MISMA
Grupo de la Red

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. (Transcripción Juana Macedo). 2

PARTIDA.

Prepárense, que vamos a partir, este es el tren de la muerte que cruza por la vida.


Vamos a escapar de la nostalgia que nos condena al pasado, basta de parientes que nos extorsionan con enfermedades.


Qué nos importa el viejo que fuma y fuma y fuma sentado en el umbral, qué nos importa Malena que llora como ninguna. Chao a la casita de los viejos, a la esquina donde se pudren los mejores frutos de la vida.


Vamos a despertar la canción del presente para no perder el tren de la eternidad.


Este es el viaje más terrible y maravilloso, el más delicioso, el más absurdo, el más alucinante. ¡Adelante, pueden subir todos! Sólo es necesario que hayan nacido, no importa dónde: en los barrios caros o en los barrios bajos, hijos de generales o degenerados, explotadores, explotados, dirigentes, dirigidos, presidentes, presididos ó presidiarios...

martes, 2 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL (Transcripción Juana Macedo) 1.

 


FERROCABRAL - FACUNDO CABRAL - I parte (Transcripción Juana Macedo) 1.
Partida (Incluye no quiero ser ciudadano)

Estación de la Ignorancia.

Estación de La Verdad (Incluye Pedro Mendizabal)
Estación de La Naturaleza (Incluye Vuele Bajo)
Estación Chacarita.

Al Costado De La Vía, No Soy De Aquí.

Este es un viaje personal que cruza, por lo general, un homenaje al ciruja, porque gracias a uno de ellos salí a caminar mi país al costado de la vía con la misma convicción e independencia de Juan el Bautista, el que predicara al costado del Jordán.

Unos años después, excitado por Whitman, salí al mundo. El mundo de los que, como Diógenes, eligieron su vida. Pude hacer mi propio viaje porque escapé del rebaño de los que trabajan en lo que no aman para poder consumir lo que no crean.

La manada que siempre pide la cruz para los iluminados como Jesús.

Cansado de las sectas, es decir, de los ricos que se juntan en corporaciones, de los obreros que se juntan en sindicatos, de los deportistas que se juntan en los clubes, de las clases que se juntan en países que dividen aún más a los hombres, inventé este tren para el individuo del que nace todo, desde la imprenta y la teoría de la relatividad a la consagración de la primavera y la maja desnuda.

Cada cual que es cada uno, sin paternalismos hipócritas, iniciaremos un viaje que no se interrumpirá mientras sigamos comprendiendo, como Krishnamurti que la revolución fundamental es revolucionarse...

TUVE QUE FINGIR QUE ERA CLIENTE...

“Tuve que fingir que era cliente… solo para poder usar el baño y lavarme la cara.”

Dormía en una banca. Me cubría con cartones y me levantaba antes de que pasara mucha gente, solo para que nadie me viera así. Ya no tenía casa. Ni trabajo. Ni familia cerca. Me quedaban las ganas… pero las ganas no alimentan. Una mañana me vi en un vidrio… y me dio vergüenza de mí mismo. La barba larga, la ropa sucia, la mirada apagada. Me dolía el cuerpo… pero más me dolía la dignidad.

Entré a una cafetería elegante. Caminé derecho al baño como si tuviera mesa reservada. Me miraban raro, pero no me detuve. Cerré la puerta y lloré. Lavé mi cara, mis manos, me sequé con papel. No era limpieza. Era un intento de volver a parecer alguien. Cuando salí, una mesera me interceptó.

Pensé que me iba a echar.

Pero me dijo:
—¿Ya desayunó? Lo invito. Pero siéntese en la terraza, porfa.

Me senté. Me trajo pan y café. No me preguntó nada. Me trató como si hubiera pagado. Comí despacio. No por el hambre… sino por el respeto que me dio.

Esa mañana volví a buscar trabajo. Esa mañana me paré distinto.

Hoy trabajo vendiendo jugos en un puesto pequeño que armé con lo poco que tenía. No volví a ver a esa mujer, pero cada vez que alguien se me acerca con la cara que yo tuve… le sirvo sin preguntar.

“Hay gestos que no cuestan nada… pero salvan a quien está a punto de rendirse.”

– Andrés Gonzales

lunes, 1 de septiembre de 2025

ERA TAN POBRE QUE TENÍA VERGÜENZA..

Cuando tenía 13 años, éramos tan  pobres, que me daba vergüenza ir a la escuela.

Evitaba mirar a mis compañeros porque nunca llevaba comida.
En los recreos, al ver cómo mis compañeros sacaban su almuerzo, yo me daba la vuelta para que nadie viera ni oyera cómo me rugía el estómago.

Ellos sacaban sus bocadillos, manzanas, galletas... y en mis manos no había más que aire y una sensación de humillación que me hacía querer que me tragara la tierra.

Siempre fingía que, simplemente, no tenía hambre, que estaba demasiado ocupado con un libro o con las conversaciones.
Pero por dentro era muy duro.
A veces, hasta dolía...

Y todo eso podría haberse quedado solo como mi secreto de infancia, si no fuera por una niña...

Un día me tendió un trozo de su bocadillo y en ese momento entendí lo que es la verdadera bondad.

El primer día, simplemente, se me acercó y, en silencio, me ofreció la mitad de su almuerzo.

Yo no sabía qué decir.
Me dio vergüenza, pero lo acepté. 

Desde ese día compartía comida conmigo todos los días.
A veces, era un panecillo; a veces, una manzana; a veces, un trocito de pastel que horneaba su madre.

Yo comía despacio, intentando alargar aquel milagro y, por primera vez en mucho tiempo, sentía que a alguien le importaba.

No recuerdo si le di las gracias en voz alta.
Creo que sí.
Pero, por dentro, le daba las gracias cada día.

Luego nos fuimos de vacaciones, y después de eso ella ya no estaba en nuestra clase.
Simplemente, dejó de ir a la escuela.
El profesor dijo después que su familia se había mudado a otra ciudad, y no volví a verla nunca más. 

Entonces, me sentí tan mal, como si me hubieran quitado algo importante.

Cada vez que en clase sonaba la campana del almuerzo, me volvía automáticamente por si acaso entraba, se sentaba a mi lado, volvía a poner delante de mí la mitad de su bocadillo y sonreía.

Pero ella no estaba...

Me sentía triste y solo.
Entendía que ella fue la única que se dio cuenta de mi problema; la única que no miró hacia otro lado.
Nadie más me ofrecía comida, nadie decía: «Toma, esto es para ti».
Yo me había acostumbrado tanto a su gesto pequeño, ¡pero tan importante!

A veces, cerraba los ojos y veía su rostro bondadoso, sencillo, con esa sonrisa que te calienta por dentro.
Y llevé ese sentimiento conmigo toda la infancia. Incluso cuando el dolor se fue calmando un poco, recordaba: una niña una vez me regaló no solo pan, sino la sensación de que no era invisible, de que le importaba a alguien.

Pensé que aquel recuerdo quedaría solo como una sombra de mi pasado difícil.
Pero 25 años después volvió a mi vida de una manera que me puso la piel de gallina. 

Ayer, mi hija pequeña volvió de la escuela. Colocaba los cuadernos sobre la mesa, luego sacó su fiambrera y, al cerrarla, dijo de pronto, como si nada:

— Papá, ¿puedes ponerme dos bocadillos mañana?

— ¿Dos? — me sorprendí.  Si nunca te terminas ni uno.

Me miró con seriedad, nada infantil:

— Es para poder compartir otra vez mañana.  En nuestra clase hay un niño, dijo que hoy no había comido nada y le di la mitad de mi bocadillo.

Me quedé inmóvil.
Me pareció que el tiempo se detenía por un segundo.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

Vi delante de mí no solo a mi hija, sino también a aquella niña de mi infancia, a la que alguna vez me salvó del hambre.

En el gesto de mi hija gesto sentí esa misma continuidad, como si la bondad no hubiera desaparecido, sino que hubiera seguido su camino, a través de los años, a través de las generaciones.

Y, entonces, entendí: quizás nunca vuelva a encontrar a aquella niña. Puede que ni siquiera se acuerde de mí. Pero su bondad no se desvaneció, siguió su camino.
Se quedó viviendo en mí.
Y, ahora, en mi hija.

Salí al balcón y me quedé mirando el cielo durante mucho rato.
Tenía ganas de llorar porque por dentro estaba todo a la vez:  los recuerdos de una infancia difícil, la gratitud, el dolor y una especie de alegría tranquila.

Recordé mis tardes de escuela, cuando me acostaba con hambre y pensaba que el mundo era injusto.
Y entendí que aquella niña, con su gesto sencillo, ¡cambió mi vida!
Me enseñó a creer que, incluso cuando lo estás pasando mal, siempre habrá alguien que te tienda la mano.

No sé dónde está ahora.
Quizás tenga familia, hijos.
Quizás ni siquiera recuerde al chico al que alguna vez le ofrecía la mitad de su bocadillo.
Pero yo sí me acuerdo. Y lo recordaré mientras viva.

Y lo sé con certeza: mientras mi hija comparta pan con otro niño, la bondad seguirá viva.
En cada pequeño trozo de pan, en cada  pequeño gesto que calienta el corazón de otro.

De solo pensarlo se me encoge el corazón… y por primera vez en muchos años me dieron ganas de llorar.

(Autoría desconocida)