miércoles, 4 de abril de 2018

CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN. LIBRO QUINTO. VIII,15


15. Pero el verdadero porqué de salir yo de aquí e irme allí sólo tú lo sabías, oh Dios, sin indicármelo a mí ni a mi madre, que lloró atrozmente mi partida y me siguió hasta el mar. Mas hube de engañarla, porque me retenía por fuerza, obligándome o a desistir de mi propósito o a llevarla conmigo, por lo que fingí tener que despedir a un amigo al que no quería abandonar hasta que, soplando el viento, se hiciese a la vela. Así engañé, a mi madre, y a tal madre, y me escapé (..) Mas aquella misma noche me partí a hurtadillas sin ella, dejándola orando y llorando. ¿Y qué era lo que te pedía, Dios mío, con tantas lágrimas, sino que no me dejases navegar? Pero tú, mirando las cosas desde un punto más alto y escuchando en el fondo su deseo, no cuidaste de lo que entonces te pedía para hacerme tal como siempre te pedía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario