lunes, 15 de octubre de 2018

FACUNDO CABRAL. (1983) EL MUNDO ESTABA BASTANTE TRANQUILO CUANDO YO NACÍ. (Monólogo 9. Transcripción Juana Macedo)



Si yo fuera presidente de esta querida esquina del mundo que es Argentina, le daría a mi pueblo la buena noticia de que solo perdimos dinero porque el resto está en su lugar, las montañas, los valles, los ríos, el amor que es la presencia de Dios que nunca nos abandona y el mar que todavía espera debajo de las baldosas del banco central y la casa de gobierno. 

"Que se lleven los guantes, me dejen las manos, llévense también el saco que tengo el sol y el verano, para que lo quiero el saco si tengo el sol y el verano. Que se lleven la camisa, que me dejen la sonrisa, déjenme la libertad quédense con la justicia, con la mesa y con la silla. Que se lleven todo el oro que me dejen la madera, para cuando no haya sol hacer una hoguera, hacer una hoguera para quemar lo que sea" (aplausos) 

Cuando regresé la estación López había cambiado mucho por lo que siempre temimos, el progreso que llegó con el tren que traía licuadoras, secadores de pelo, computadoras, pestañas postizas, cortadoras de césped, pelucas. Por culpa del progreso comenzamos a corres, es decir, ya no nos deteníamos en las cosas de la vida, ya no compartíamos los sueños, ni nos mirábamos a los ojos, ni le poníamos el hombro al vecino. Por culpa del progreso pusimos llaves a nuestras puertas, por miedo a que nos robaran la máquina fotográfica o la videocasetera. 

Un día cansado de tanta tristeza, nos reunimos en la plaza y decidimos mandar a un carajo las cosas del progreso que tanto mal nos hiciera. La radio en la que Tina Turner gritaba tanto que nos secaba las plantas y asustaba los gatos, el televisor con sus boludeces y sus malas noticias, la heladera que solo podíamos llenas a fuerza de horas extras, el teléfono por donde nos llegaban las amarguras de la familia. 

Liberado del progreso que se alimenta de carne humana, que exige armamentos que nos condenan al hambre y a la muerte, nos salvamos de los políticos y sus mercaderes, del impuesto y el estrés de la casa blanca y de Margaret Thatcher, que si no cambia el carácter se quedará soltera como la madre. 

Liberados del progreso la vida volvió a ser una fiesta. Al fin y al cabo la vida es un sueño porque para Dios siempre somos niños. 

"No cuenten conmigo para seguir mintiendo, les dejo la plancha yo me voy con el viento, yo no juego más al juego social, yo quiero vivir en la realidad. Contento y tranquilo, tranquilo y confiado, llegaré a todas partes si no voy a ningún lado" ¡SI SEÑOR! (aplausos) 

¡SI SEÑOR! (Transcripción Juana Macedo)

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