sábado, 6 de octubre de 2018

FACUNDO CABRAL. (1983) EL MUNDO ESTABA BASTANTE TRANQUILO CUANDO YO NACÍ. (Monólogo 4. Transcripción Juana Macedo)

Una noche de invierno la vida dijo: vamos y salimos de Berisso, con mi madre y mis hermanos, que triste fue dejar aquella fiesta, que no volví a encontrar, sobre la faz de la tierra. De la mano de Dios y a veces del diablo, sobrevivimos, de puro milagro, pero un poco de hambre y un poco de frío, toda la maravilla que es ser un hombre sencillo(Aplausos)

Camino a la Patagonia, nos detuvimos un tiempo en la estación López que era un pequeño pueblo que tenía una sola calle, de una sola mano, por eso los que nos fuimos del pueblo no podemos volver sin cometer una infracción. En el pueblo había un solo caballo, lo que quiere decir que cada vez que había un incendio, los bomberos tenían que esperar que el lechero acabara con el reparto. Los bomberos eran tres, el gordo Campañoli que era loco por los animales, Cagliolo que era loco por el vino y el turco Alejandro que era loco. Alguna vez, la suegra del turco Alejandro, salió a dar de comer a las gallinas, pasó distraída cerca de la mula, la mula le dio una patada en el pecho y la mató. Al otro día estaba todo el pueblo en el velorio, pero no por la vieja, sino para comprar a la mula. 

El lechero era Manuel, el que una noche de carnaval por culpa del vino, mató a tres personas, después cuando vino la reconstrucción del hecho, volvió a matar a tres personas. (risas) Manuel era tan bueno que al lado suyo el pato Donald parecía un rufián. Manuel era tan bruto que pensaba que matando a la cigüeña la mujer dejaría de tener hijos. Manuel era el más bueno, el más bruto y también el más pobre. No le faltaba nada, era un verdadero demócrata. Manuel era tan pobre, que cada vez que el hijo menor le decía a la madre: Mamá quiero caca, la madre le decía: “no hay” (risas y aplausos). 

Manuel tenía poca escuela pero mucho recreo, por eso amaba la ignorancia que es lo que está más cerca de la paz. No olvidemos que Dios aconsejaba no acercarse a los frutos del árbol del saber, por eso los intelectuales que son ateos son tan amargos, con recordar la cara de Sábato, es suficiente. Con recordar la cara del ingeniero Ecogaray es suficiente, aunque yo le digo bioquímico porque se pasó toda la vida analizando la cagada de los demás (risas) 

Sebastián era el pícaro del pueblo, se la pasaba engañando a la gente, por eso cuando los conservadores ganaron las elecciones, lo pusieron de jefe de prensa y difusión, era el hombre indicado, hubiera hecho una gran carrera política, pero la mujer lo agotó, lo agotó porque quería que saliera a la mañana como si fuera Kissinger y volviera a la noche como si fuera Tarzán (risas) Al final lo tuvimos que internar. Una mañana la enfermera que le estaba tomando la presión con esa goma que se infla, se distrajo hablando por teléfono y siguió inflando, inflando e inflando hasta que Sebastián se convirtió en una pelota de goma gigantesca, salió por la ventana del hospital, anduvo volando por el pueblo como dos horas, la gente del pueblo extrañada lo miraba y decía: ¡Esta es una injusticia del Señor a este que fue un hijo de puta lo convirtió en ángel! Después cayó, cayó en el fondo de la casa del comisario, hizo un pozo tan grande que aparecieron, tres empresarios, dos jueces y un abogado que habían desaparecido tiempo atrás.

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