lunes, 17 de diciembre de 2018

A mi me salvó Jesús porque conocí el Sermón de la montaña

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA 
(Transcripción Juana Macedo)

Esta maravilla es la primera cosa que conocí de Jesús. Pobre viejo Simón, me dijo: Si pones en práctica esto, seguro que tu vida será un poquito mejor.

Mira las aves del cielo, no siembran, ni ciegan, ni recogen en graneros, pero Dios las alimenta, aprende de ellas, si no sirve tu inteligencia porque ni un solo metro agregará a tu existencia. Esto lo confirmó Borges. A los setenta y pico de años escribió un hermoso poema, que yo no quisiera escribir a los setenta y pico de años.

Un poema que decía en su principio “He cometido el peor de todos los pecados, no fui feliz, me persigue implacable la sombra de haber sido un desdichado”.

Decía Jesús: “Que no interesan los trapos, mira los lirios del campo cómo crecen sin trabajar ni tejer pero Dios igual los viste. Ni siquiera Salomón lució jamás como ellos, pues si a la hierba del campo que hoy es y mañana se echa al fuego el Señor la pinta bella. Que no habrá de hacer contigo, amigo de poca fe, que fuiste hecho a semejanza de él.

Por eso te digo: No te preocupes pensando que es lo que vas a comer, con qué te vas a vestir, que por cosas tan pequeñas el hombre se hace infeliz. Porque el Señor sabe bien, que necesita tu piel, anda con él, vamos con él… anda con él, vamos con él.

Buscar a Dios es encontrarse con uno, si tienes fe podrás al mundo, lo demás viene después. Al pan lo trae la verdad y a todas las cosas que necesitas, el mañana no interesa, el traerá nueva experiencia, a cada día le basta con su propio afán, decía Jesús y dos mil años después comenzaba la fiesta de mi vida.

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