
De repente entiendes que convencer a alguien para que te quiera o para que se quede, es hacerte bien tonto, ponerte una venda en los ojos y fingir que las migajas lucen bien como plato fuerte, porque no sé si te lo hayan dicho antes, pero esto del amor es de voluntad, de dos personas queriéndose arriesgar la una por la otra. Y es que ya no estamos para mitades, para que nos quieran a ratos o para irnos a dormir con la incertidumbre de no ser suficientes, porque lo somos, y merecemos alguien que lo valore, que lo cuide y que lo presuma ante el mundo. Llegas a la edad en la que ya no se te antoja cambiar de pareja como de calzones, que mas bien buscas estabilidad, armonía y un toque de paz, algo así como encontrar en una persona, la misma sensación de seguridad que encuentras en esa vieja prenda que usas para dormir, y eso, esa sensación tan hermosa, esa calma, esa comodidad y ese cariño, no te la brinda cualquiera, eso te lo da un amor de verdad, no tonterías”.
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