Luciano, querido amigo y filósofo de la comunidad yaqui, tenía una escuela para desaprender y esto me recuerda a Bernard Shaw que decía: Mi educación fue muy buena hasta que me la interrumpió el colegio.
Me gusta Amsterdam, en donde la libertad es tan natural como la lluvia.
Ni siquiera el honorable amor es un motivo honorable para perder en su nombre la honorable libertad.
Me gusta volver a Roma, principalmente al trastevere en otoño.
En el Campo de Fiore, lo vi dándole migajas a las palomas. Asombrado y conmovido, le pregunté: ¿Usted es el que yo creo? Y el me dijo: Yo soy el que tú quieras. Usted es el maestro, le dije y me contestó: No, maestro es el que puso delante de mí y a mí delante de ti, yo soy Arthur Rubinstein.
Me gusta París donde siempre encuentro el arte (Marceau, Rodin) y Calcuta, donde siempre me encuentro con la alegría, es decir con la madre Teresa, que nos recuerda que el lugar del hombre está donde sus hermanos lo necesitan. Me gusta volver a Teheran donde, alguna vez encontré a un Derviche mendicante en medio de un basurero y cuando le pregunté cual era el lugar que más le gustaba me dijo: Este, porque aquí me trajo el Señor. ¿Quien podría haber elegido un lugar mejor para mi?. Me gusta volver al mar muerto en donde los Esenios iniciaron a Jesús que nos ilumina.
Jesús sabía que llegaría este día en que los hombres se acercan a la palabra como los animales sedientos al agua porque hemos llegado a un punto en que cambiamos o desaparecemos.
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