miércoles, 8 de octubre de 2025

“EL DÍA DE LA HERENCIA, LES DIJE: ‘AHORA VAIS A PAGAR POR CADA LÁGRIMA DE MI MADRE’”

Mi familia paterna me humilló toda la vida por ser el "hijo bastardo". El día que murió mi padre, creyeron que se repartirían su fortuna mientras yo miraba desde la puerta. Pero él me dejó un último regalo: no era dinero, era la verdad. Y esa verdad iba a quemar su mundo hasta los cimientos.  ¿Hay deudas que solo se pagan con la ruina? 

HISTORIA COMPLETA
La mansión de mi padre olía a flores caras y a hipocresía. Mis tíos y primos se movían por el salón con caras compungidas, pero sus ojos brillaban con la codicia de los buitres. Yo estaba de pie junto a la ventana, apartado, como siempre lo había estado. Para ellos, yo no era Daniel, el hijo. Era "el error", "el de la otra", el bastardo que mi padre había reconocido por un ataque de conciencia, pero al que nunca habían dejado entrar de verdad en la familia.
Mi madre fue el amor de juventud de mi padre, una camarera de pueblo. Su familia, los ilustres Valenzuela, lo obligaron a casarse con una mujer de su clase. Pero él nunca dejó de ver a mi madre en secreto. Cuando yo nací, le dio su apellido, pero nos mantuvo en la sombra, en una casa modesta al otro lado de la ciudad, visitándonos los miércoles y algunos domingos.
Crecí viendo a mi madre llorar en silencio después de cada visita. Vi cómo envejecía esperando un lugar que nunca le dieron. Vi cómo mi padre, a pesar de querernos, era un cobarde, un hombre atrapado entre el amor y el terror a su propia familia.
Cuando mi padre enfermó, sus "hermanos del alma" me prohibieron la entrada al hospital. "No es tu lugar", me espetó mi tío Ricardo, el mayor, el patriarca en funciones. "Tu presencia solo le causa estrés. Respeta su paz".
Así que no pude despedirme. Me enteré de su muerte por una llamada fría de su abogado.
Y ahora estaba aquí, en el día de la lectura del testamento, solo porque la ley me obligaba a estar presente. Mis tíos me lanzaban miradas de desprecio. Mis primos susurraban a mis espaldas. Esperaban que me dieran una pequeña cantidad de dinero para callarme la boca y que me largara para siempre.
El abogado, un hombre mayor de rostro impasible, finalmente se sentó. "Vamos a proceder", dijo, y la sala quedó en un silencio tenso.
Comenzó a leer. Las propiedades menores, las acciones, las obras de arte… todo iba para mis tíos y mis primos. Con cada nombre que leía, sus sonrisas se hacían más anchas. Ricardo me miró con suficiencia, como diciendo: "¿Ves? La sangre siempre llama a la sangre".
Yo no sentía nada. No esperaba nada de ellos.
Finalmente, el abogado llegó a la cláusula principal: el control de "Valenzuela Corp.", el imperio naviero que mi abuelo había fundado, la joya de la corona, valorada en cientos de millones.
"Y en lo que respecta a la totalidad del paquete accionarial mayoritario y la presidencia ejecutiva de Valenzuela Corp.", leyó el abogado, haciendo una pausa dramática, "...se legan en su totalidad a... mi único hijo varón, Daniel".
La habitación explotó.
"¡IMPOSIBLE!", gritó mi tío Ricardo, poniéndose de pie de un salto. "¡Eso es un fraude! ¡Ese mocoso no puede dirigir nada! ¡Voy a impugnar esto!".
"No puede", dijo el abogado con una calma glacial. "Hay una segunda parte. Y una condición".
Abrió un sobre sellado que estaba junto al testamento. "Su hermano dejó esta carta, para ser leída únicamente si ustedes se oponían a su voluntad".
El abogado comenzó a leer la carta, y la voz de mi padre llenó la sala. Era una voz llena de un arrepentimiento tardío y una furia helada.
“A mis queridos hermanos”, comenzaba con un sarcasmo venenoso.
“Si estáis escuchando esto, es porque vuestra codicia ha superado una vez más a vuestra decencia. Durante cuarenta años, me habéis manipulado, me habéis chantajeado con el buen nombre de la familia y me habéis obligado a vivir una mentira. Me obligasteis a abandonar a la única mujer que he amado y a mantener a mi hijo en la sombra. Lo hice por cobardía, y es una vergüenza que me llevaré a la tumba”.
Mi tío Ricardo estaba pálido, lívido.
“Pero mi cobardía se acabó. Creísteis que mi fortuna os pertenecía por derecho de sangre. Os equivocáis. Mi fortuna es mía, y se la dejo a la única persona que nunca me pidió nada y que sufrió en silencio por vuestra culpa: mi hijo Daniel. Él es más Valenzuela que todos vosotros juntos”.
La carta continuaba, y cada palabra era un golpe.
“Y ahora, la condición. Daniel solo podrá acceder a la herencia si primero hace pública esta segunda carpeta que te entrego, abogado. Dentro está la verdad sobre cómo se fundó realmente Valenzuela Corp.”.
El abogado sacó una carpeta de cuero de su maletín y la puso sobre la mesa.
“Dentro están las pruebas”, continuó leyendo la voz de mi padre, “de que nuestro padre, el honorable Don Alberto Valenzuela, no construyó su imperio con trabajo duro, sino con contrabando, extorsión y la traición a sus socios originales, a quienes denunció anónimamente al régimen para quedarse con sus barcos. Dentro están los documentos que demuestran que nuestra fortuna familiar está construida sobre la ruina y la sangre de otras familias”.
Un jadeo colectivo recorrió la sala. Mis tíos se miraron, aterrorizados.
“Daniel”, concluía la carta, “la elección es tuya. Puedes hundir el apellido Valenzuela para siempre, destapar la mentira y quedarte con todo. O puedes ser un cobarde como yo, pactar con estos buitres, darles una parte y mantener el secreto. Pero si eliges lo segundo, la herencia se donará íntegramente a la caridad. No hay término medio. O la verdad y la fortuna, o el silencio y la nada”.
La carta terminó. Todos los ojos se giraron hacia mí. El chico invisible. El bastardo. Ahora, yo tenía el poder de destruir o salvar el apellido que tanto se habían esforzado en negarme.
Mi tío Ricardo se acercó a mí, suplicante. Su arrogancia se había desvanecido, reemplazada por un pánico puro. "Daniel... sobrino... podemos hablar. Podemos llegar a un acuerdo. No tienes que hacer esto. Piensa en el legado, en el nombre...".
Le miré fijamente a los ojos. Y vi el rostro de cada persona que había hecho llorar a mi madre. Vi cada humillación, cada puerta cerrada, cada susurro a mis espaldas.
Tomé la carpeta de cuero.
"No, tío. No hay nada que hablar", le dije, y mi voz sonó más fuerte y segura que nunca. "Tú dijiste que esto no era mi lugar. Tienes razón. Mi lugar no es aquí, con vosotros".
Me giré hacia el abogado. "Haga públicos esos documentos. Quiero que todo el mundo sepa quiénes son en realidad los Valenzuela". Luego, me volví hacia mi familia, que me miraba con un horror absoluto.
"Vosotros os quedáis con vuestro apellido manchado. Yo me quedo con la empresa. Y ahora, vais a pagar. Vais a pagar por cada lágrima que mi madre derramó en silencio. La herencia acaba de empezar".
Y con esas palabras, salí de la mansión, dejando atrás un salón lleno de ruinas humanas. No me sentía feliz. Me sentía... justo. Por primera vez, el nombre Valenzuela significaba algo para mí: significaba venganza.

¿Hizo lo correcto o se convirtió en uno de ellos? (Eligir: HIZO LO CORRECTO / SE CONVIRTIÓ EN ELLOS)

Créditos a quién corresponda

LEVÁNTATE Y ANDA. FACUNDO CABRAL. 3. Juana Macedo

 


Tranquilízate, sálvate de planes porque la vida te llevará a donde te tenga que llevar, la vida que tiene sentido en sí misma, por eso no tiene por qué coincidir con tus conclusiones, la vida sobre la que no tienes derecho porque le perteneces, la vida que solo es inexplicable para los que creen que saben, que solo es confusa para los que se confunden con las explicaciones que te alejan de la vida, que es acción constante por lo tanto inapresable, sorpresiva, excitante.

Los eruditos tienen todas las respuestas pero no le sirven porque la vida es dinámica, por eso constantemente cambia las preguntas, por eso hay que detenerse y quedarse en silencio para poder entrar en su acción, o como dice el taoísmo: “El no hacer es el único capaz de hacer todas las cosas”. 

Libérate de la periferia donde muchos reaccionan y pocos accionan, reaccionar es mecánico, compulsivo y accionar es un movimiento gracioso, fácil, natural. Libérate del entorno donde señorea la obligación, no el amor, donde todos manipulan por lo tanto son manipulados, donde cualquiera enciende y apaga a cualquiera. 

Los críticos no llegan a mí con sus halagos o dudas porque hace muchos años que estoy a salvo de las manipulaciones de los otros, solo atento a lo que soy, es decir a lo que amo, que es lo que hago, por lo tanto, tampoco existen para mí el éxito o el fracaso, por eso me ves tan liviano y tranquilo.

Es decir, soy mi espejo, mi maestro, el resumen de lo mejor que encontré cuando aprendí que la vida es lo que es, no lo que debería...

martes, 7 de octubre de 2025

Un ladrón entra a robar a una casa...

Un ladrón entra a robar una casa y se encuentra a una abuela que lo confunde con su nieto. No solo no roba: le cocina.

Llevaba tres semanas vigilando esa casa. Sabía que vivía sola, una anciana que apenas salía. La vi por la ventana un par de veces, moviéndose despacio entre las sombras del interior. Era el blanco perfecto.

Esa noche forzé la ventana de la cocina sin hacer ruido. Mis manos ya no temblaban como antes; después de dos años en esto, había perfeccionado la técnica. Entré con la linterna apagada, dejando que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. El plan era simple: buscar joyas, dinero, algo de valor, y largarme.

Avanzaba por el pasillo cuando escuché una voz.

—¿Carlitos? ¿Eres tú, mi amor?

Me quedé congelado. La luz de una lámpara se encendió en la sala. Ahí estaba ella, sentada en un sillón desgastado, con una manta sobre las piernas y una sonrisa que le arrugaba toda la cara.

—Sabía que vendrías —dijo, y sus ojos brillaron—. Siempre vienes los viernes.

Debí salir corriendo. Eso habría hecho cualquiera con dos dedos de frente. Pero algo en su mirada me clavó al suelo. Me miraba con tanto cariño, con tanta esperanza.

—Yo... —tartamudeé.

—Ven, ven —me hizo señas con la mano—. Qué alto estás. Cada vez que te veo has crecido más. Siéntate, siéntate.

Me acerqué como hipnotizado. Ella me tomó de la mano, y su piel era tan delgada que sentí los huesos bajo mis dedos.

—Debes tener hambre. ¿Ya cenaste?

—No, yo...

—Por supuesto que no. Los jóvenes nunca comen bien. Voy a prepararte algo.

Se levantó con dificultad, apoyándose en el brazo del sillón. Intenté ayudarla, casi por instinto.

—Gracias, mi cielo. Eres tan considerado, igual que tu abuelo.

Me llevó a la cocina, encendió la luz, y empezó a sacar cosas del refrigerador. Yo me quedé ahí parado, con mi sudadera negra y mis guantes, sintiéndome el criminal más estúpido del mundo.

—Tengo un poco de estofado del almuerzo. Te va a encantar. Le puse esas hierbas que tanto te gustan.

—Señora, yo creo que...

—Nada de "señora" —me interrumpió, moviendo una cuchara de madera en el aire—. Soy tu abuela, Carlitos. ¿Qué te pasa hoy? ¿Estás enfermo?

Se acercó y me puso la mano en la frente.

—No tienes fiebre. Pero te ves cansado. ¿Estás estudiando mucho?

Asentí sin pensar. Ella sonrió.

—Así me gusta. La educación es lo más importante. Tu madre estará orgullosa.

Sirvió el estofado en un plato hondo y lo puso frente a mí en la mesa. El olor me golpeó: carne guisada, papas, zanahorias. No recordaba la última vez que había comido algo casero.

—Come, come. Está calentito.

Me quité los guantes lentamente y tomé la cuchara. El primer bocado fue... no sé cómo describirlo. Era como comer un recuerdo que nunca tuve.

—¿Está rico? —preguntó, sentándose frente a mí con una taza de té.

—Sí —murmuré—. Muy rico.

—Me alegro tanto. Sabes, a veces pienso que no vienes porque mi comida ya no te gusta. Uno envejece y... bueno, las cosas cambian.

—No —dije rápido—. La comida está perfecta.

Ella me miró con esos ojos pequeños, llenos de cariño, y sentí algo quebrarse dentro de mí.

—Cuéntame, ¿cómo te va en la universidad?

Inventé cualquier cosa. Le dije que bien, que estaba en tercero, que estudiaba... no sé, dije lo primero que se me ocurrió. Ella escuchaba atenta, asintiendo, haciendo preguntas. Me preguntó por amigos que no existían, por una novia imaginaria, por planes que nunca haría.

Terminé el plato y ella me sirvió más. Y luego más. Comí hasta que el estómago me dolió, pero no pude decirle que no.

—¿Un cafecito? —ofreció.

—Sí, gracias.

Mientras preparaba el café, noté las fotos en la pared. Un chico joven, de mi edad más o menos, en varias etapas de su vida. En una tenía como diez años, en otra era adolescente. En ninguna era un adulto.

—¿Hace cuánto que no viene Carlitos? —pregunté sin pensar.

Ella se quedó quieta frente a la estufa. Por un momento pensé que había metido la pata, que me había descubierto.

—Tres años —dijo suave—. Tres años el próximo mes.

—Lo siento.

—Un accidente de moto. Tan joven, tan lleno de vida. —Se volvió hacia mí, limpiándose una lágrima—. Pero tú estás aquí ahora. Eso es lo que importa.

Me sirvió el café y nos quedamos en silencio. Un silencio cómodo, como el que comparten las personas que se conocen hace años.

—Señora... —empecé.

—Abuela —corrigió.

Tragué saliva.

—Abuela. Yo tengo que irme.

—Tan pronto —su rostro se entristeció—. ¿Volverás el próximo viernes?

Debí decir que no. Debí largarme y no mirar atrás.

—Sí —dije—. Volveré.

Su sonrisa fue como un golpe en el pecho.

Me levanté. Ella me acompañó hasta la puerta principal.

—Ten cuidado, mi amor. Y abrígate, hace frío.

—Sí, abuela.

Me abrazó. Era tan pequeña que apenas me llegaba al pecho. Olía a jabón de lavanda y a esa comida que me había preparado.

Salí a la calle. La ventana que había forzado seguía abierta. La cerré desde afuera antes de irme.

Esa noche dormí en mi cuartucho de siempre, pero por primera vez en años no tuve pesadillas...

Alejandro Inti Bonomo

LEVANTATE Y ANDA. FACUNDO CABRAL. 2

 

¿Desde cuándo la obra tiene derecho de preguntar al creador? Solo hace falta que te des cuenta de que eres parte del universo, entonces, serás para ti y para los demás una constante inspiración, libre de todo lo que divida, entonces tu vivir será un arte, y en lo más profundo de ti está la raíz de tanta belleza. Solo a partir de ti cada acto puede ser una totalidad, por eso no pidas más, vive más, ese es el secreto de la riqueza, por eso no debes seguir a nadie como un huérfano, sino seguirte como un hombre; entonces comprenderás que para vivir mejor, hay que ser mejor. 

 

Vacíate constantemente, atento al momento, entonces las novedades serán constantes, es decir, te enriquecerás constantemente, tu espíritu volará. 

 

Vacíate de pasado y te llenarás de presente, siempre rico cuando lo vives sin pre conceptos. En el pasado te encierras con lo muerto, es una muralla que te separa de lo vivo.

 

Vacíate de pasado y volverás a ser un niño, es decir un ser abierto a todo, receptivo y por lo tanto en un constante juego y el niño está liviano porque está libre de recuerdos y experiencias, porque no sabe nada, por eso goza todo, por eso todo lo excita, lo asombra, como el viejo no quiere moverse porque sabe demasiado, porque recuerda demasiado, porque sus experiencias lo encadenan a pre conceptos que lo privan de las novedades. Entonces no hay presente, porque la vida está en el ahora mismo. 

 

Las viejas voces de tu interior, no te dejan oír las nuevas voces que te llegan del exterior, o del presente, que es todo lo que hay. Y solo cuando hay el silencio interior se pueden oír las del exterior, solo en la quietud se puede sentir al eterno movimiento que nos rodea, solo en la quietud comprobarás que la hierba, es decir la vida crece constantemente y tú eres parte de esa evolución aunque no hagas nada, y solo tienes que entregarte para tener conciencia de este hacer sin hacedor, entonces te refrescará la espontaneidad. El ego es el pasado, por eso es viejo y hace que todo te sea pesado. El ego es la memoria de lo que ya no es por eso te priva de la espontaneidad, es decir de la audacia, es decir del niño. El ego te hace sentir la ilusión suicida de que eres algo aparte, es decir, te ciega, te empobrece, te enfría y en ese estado sufres a la soledad en lugar de gozarla. Y en cuanto más sepas estarás más paralizado, no vivirás, solo responderás desde tu conocimiento, es decir mecánicamente y responderás solo al que tienes al frente, no a la vida y solo por la razón, no por la claridad...


lunes, 6 de octubre de 2025

La vida es un misterio. una permanente intriga...


 


LEVÁNTATE Y ANDA. FACUNDO CABRAL 1. (Transcripción Juana Macedo.)



Levántate y anda deja la cama donde te duermes con la multitud y sal a caminar por ti mismo, es decir, por lo único verdadero, es decir por la vida.

 

Entonces, despierto bendecirás a todos con tu alegría, deja la parasitaria tribuna y entra a la cancha a jugar tu partido deja de complicarte y complicar, detente y comprobarás que el sentido de la vida está en ella misma. Puedes llamar a cada cosa como quieras, pero todas las cosas principalmente las que ni vemos, ni siquiera sospechamos, conforman este milagroso misterio que llamamos VIDA. Muchas son las cosas pero una la realidad.

 

Ábrete, anímate, aprende de todo, pero ante todo de ti mismo, concéntrate en esto y te iluminarás. Y esa serena alegría te llevará de estadio en estadio, siempre en ascenso, espiritual, intelectual y material, cantando, bailando y amando. La alegría te hace sabio, no las preguntas. 


domingo, 5 de octubre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 15

 

Vamos cruzando por la vida del tren de la muerte viendo como el progreso acaba con la gente.

Por defender mi libertad me quedé solo y tal vez ese sea el premio. No será porque hace mucho tiempo aprendí que un lobo es una maravilla, pero muchos una jauría.

Solo absolutamente solo, egipciamente solo como el Sinué, bíblicamente solo como Job, oficialmente solo como el poder, políticamente solo como el Alsogaray, naturalmente solo como Néustar, si Néustar hubiera participado en el éxodo de Moisés, lo habría hecho fracasar porque hubiese estado a favor del Faraón.

Es más, ya ni siquiera estoy prohibido que para un cantor de mi calaña es una vergüenza, solo como Margaret Tacher en Cosquín, solo como Hitler en el Once.

Bueno solo dentro de lo posible, porque nadie puede estar absolutamente solo aunque lo quiera hasta Ortega necesitó de Gasset.


SE ME FUERON LOS AÑOS... Reflexión.

"Se me fueron los años"
Se me fueron los años… y ni siquiera me di cuenta del momento exacto en que sucedió. Ayer parecía tener fuerzas infinitas: podía trabajar todo el día, atender la casa, cuidar a los hijos y aún quedaba energía para escuchar los problemas de los demás. El cansancio se aliviaba con un par de horas de sueño y la memoria me acompañaba como un libro abierto.

Hoy ya no es igual. El cuerpo empieza a reclamar lo que antes callaba: las rodillas duelen al bajar las escaleras, los pasos son más lentos y la energía se agota mucho más rápido. Lo que antes parecía tan fácil, ahora requiere paciencia. Hasta mi memoria juega conmigo, olvidando detalles simples que antes nunca hubiera pasado por alto.
Lo que más pesa no es solo la fuerza que se va, sino ese recordatorio constante de que el tiempo no se detiene. Y aunque a veces me río para disimular, por dentro me duele reconocer que ya no soy la misma de antes.

Pero también entiendo que no todo se pierde. Porque con los años también llegaron regalos invisibles: la capacidad de abrazar con más ternura, de escuchar de verdad, de reír con calma y de valorar las pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas.

El tiempo me quitó agilidad, sí… pero me regaló perspectiva. Me enseñó que lo más importante no está en correr, sino en disfrutar el trayecto. Que las cicatrices cuentan historias, que los silencios también hablan y que la vida no se mide en lo que lograste, sino en lo que viviste.

Se me fueron los años, pero aquí sigo. Quizá con menos fuerzas en el cuerpo, pero con más fortaleza en el corazón. Porque, aunque el tiempo cambie mi andar, nunca podrá borrar lo que he amado, lo que he aprendido y todo lo que aún me queda por vivir.
#MeGustóMucho 

CADA DÍA ES UN REGALO 2. Facundo Cabral

 


No busques la luz afuera porque la llevas dentro, la tierra prometida está en uno, y esto lo comprobarás cuando despiertes, la vida te dio todo lo necesario al nacer, ponlo en funcionamiento y alcanzarás la plenitud, déjalo suceder, que no te distraiga el pensamiento, barrera que no te permite llegar a tu centro, y libérate de todo apego porque eres el único responsable de tu vida, que te llevará al éxtasis porque la vida es una fiesta, vale la pena animarse a ella y sus peligros, que es lo que la hace más excitante (los viejos sioux les dicen a los jóvenes sioux: Los caminos de la vida los pondrán, inevitablemente, frente a un abismo, salten, y comprobarán que no era tan grande como parecía).

No hagas nada por miedo porque lo aumentarás, la confusión aumenta la confusión, la culpa aumenta la culpa que venimos heredando hace siglos, que nos hace ver a Dios como un juez, no como un padre, el Padre. Acepta el miedo y desaparecerá porque es solo una superstición de tu cabeza, de la memoria que ha sido saturada de miedos (la aceptación termina con el problema).

Di lo que tienes que decir y estarás más liviano, desaparecerá lo que no te deja dormir. No te mientas, entonces todo lo que digas será verdad, y eso traerá paz a m vida y salud a tu en-torno, libérate del odio y tu horizonte se ensanchará, y recuerda que los que se exigen el celibato es porque son declinas de un exceso de sexualidad, les importa demasiado el sexo, por eso se lo prohíben, lo que confirma que no se liberaron de él, como los que se exigen la paz es porque siguen ardiendo de guerra.

Nada puede ser impuesto, lo impuesto no cambia nada, y nada es malo ni bueno, y entender esto trae liviandad, tranquilidad, todo es lo que debla ser, de lo contrario no seria, no puedo cambiarlo pero si aceptarlo, entonces no hay conflicto, y si no hay conflicto la vida sucede naturalmente, la vida que puede traer otra primavera o un nuevo tumor, que a mí, en lugar de matarme, me despertó.

Querer escapar de un sufrimiento es crear otro, que creará otro, y otro y otro, y así hasta lo infinito, y lo ves en la sociedad, donde hasta la tecnología termina trayendo muerte. No se puede evitar al dolor porque es Chico, pero si al sufrimiento, que es intelectual, un monstruo creado por nuestra mente.


sábado, 4 de octubre de 2025

EL NIÑO QUE VENCIÓ AL CÁNCER. Reflexión

El niño que venció el cáncer.

Nunca olvidaré ese día. Mamá entró a mi cuarto con esa sonrisa que hacía cuando intentaba ocultar algo.

—Mateo, ponte el buzo azul, el que más te gusta —me dijo, revolviendo mi armario.

—¿Por qué? ¿Tengo cita con el doctor? —pregunté. Ya conocía la rutina: hospital, agujas, salas de espera.

—No, mi amor. Hoy es especial —sus ojos brillaban de una forma extraña—. Confía en mí.

Me vestí despacio. Todavía me cansaba rápido, pero ya no como antes. Ya no llevaba el gorro que escondía mi cabeza calva. Mi pelo había comenzado a crecer de nuevo, cortito y suave como pelusa de pollito.

—¿A dónde vamos? —insistí mientras bajábamos.

—Ya verás.

En la camioneta, mamá había puesto algo en el asiento trasero cubierto con una manta.

—¿Qué es eso?

—Ayúdame a destaparlo.

Era un cartel enorme. Decía: "¡MATEO VENCIÓ AL CÁNCER!" con letras de colores y dibujos de superhéroes. Sentí que las mejillas me ardían.

—Mamá... —murmuré, avergonzado.

—Estoy orgullosa de ti, mi guerrero. Y no soy la única.

Subimos a la camioneta y ella pegó el cartel en las ventanas traseras. Empezamos a manejar hacia... ¿la escuela? Mi corazón se aceleró. Esa escuela donde nunca pude ir. Donde todos los niños se conocían menos yo. Donde no tenía amigos porque cuando me diagnosticaron, justo iba a empezar tercer grado.

—Mamá, no quiero ir. No me conocen. Van a pensar que soy raro.

Ella apretó mi mano.

—Mateo, mírate. Peleaste contra el peor monstruo que existe y ganaste. Eres el niño más valiente que conozco.

Cuando doblamos en la calle de la escuela, vi algo que me hizo abrir la boca. Había autos. Muchos autos. Todos en fila, esperando.

—¿Qué...?

El primer auto tocó la bocina. Luego otro. Y otro. De repente, TODOS estaban tocando las bocinas. Mamá avanzó despacio y todos los autos comenzaron a seguirnos.

Por las ventanas vi carteles: "¡BIENVENIDO MATEO!", "¡ERES NUESTRO HÉROE!", "¡MATEO EL VALIENTE!". Había niños sacando las manos por las ventanas, agitando banderitas azules y amarillas, los colores de la escuela.

—Mamá... —susurré, con la voz quebrada.

—Lo sé, mi amor. Lo sé.

La caravana creció. Más y más autos se unían. Pasamos frente al parque donde yo veía a los niños jugar desde la ventana del hospital. Pasamos por la heladería donde mamá me prometió que algún día podríamos ir.

Finalmente llegamos a la escuela. El estacionamiento estaba lleno de gente. Maestros, niños, padres. Todos con globos y carteles.

Cuando bajé de la camioneta, mis piernas temblaban. Pero entonces vi a una niña de mi edad corriendo hacia mí. Tenía coletas y brackets.

—¡Mateo! ¡Soy Lucía! Te escribí cartas en el hospital, ¿las recibiste?

—¿Tú eras Lucía? —recordé esos sobres con dibujos de dinosaurios.

—¡Sí! —gritó feliz—. Y él es Bruno, y ella es Sofía, y él es...

De repente estaba rodeado de niños. Todos hablando al mismo tiempo, mostrándome dibujos que habían hecho, contándome sobre la clase, preguntándome si era cierto que era fuerte como Hulk porque eso les había dicho la maestra.

La directora se acercó con un micrófono.

—Mateo —dijo, y su voz sonaba por los altavoces—, durante dos años rezamos por ti. Aprendimos sobre la valentía gracias a ti. Y hoy, celebramos contigo.

Todos aplaudieron. El sonido era tan fuerte que sentí que mi pecho iba a explotar, pero esta vez de felicidad.

Un niño pequeño, creo que de primer grado, se me acercó tímidamente.

—¿Es verdad que te pusieron medicina de superhéroes? —preguntó con los ojos muy abiertos.

Me agaché para estar a su altura.

—Es verdad. Se llama quimioterapia. A veces me hacía sentir mal, pero me hizo fuerte.

—¿Te dolió?

—Sí —admití—. Pero ¿sabes qué? Tenía a mi mamá, a los doctores, y a todos ustedes mandándome fuerza. Eso ayudó mucho.

Mamá me abrazó por detrás, y sentí sus lágrimas en mi cabeza.

—Te amo, mi campeón —susurró.

—Yo también te amo, mamá.

Lucía me tomó de la mano.

—¿Quieres ser mi amigo? Puedo enseñarte dónde está todo en la escuela. Y tenemos que ponerte al día con las tablas de multiplicar, pero no te preocupes, yo te ayudo.

Miré todos esos rostros sonrientes, esos niños que no me conocían pero que habían orado por mí, que habían hecho carteles, que habían convencido a sus padres de venir un sábado a la escuela solo para recibirme.

—Sí —dije, sonriendo tanto que me dolían las mejillas—. Quiero ser tu amigo.

Y por primera vez en dos años, sentí que no solo había vencido al cáncer. Había ganado algo más: un lugar al que pertenecer.

Ese día aprendí que los superhéroes no siempre usan capas. A veces manejan camionetas con carteles. A veces tocan bocinas en caravanas. Y a veces, simplemente te toman de la mano y te dicen: "Bienvenido a casa".

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. (Transcripción Juana Macedo)

 

FACUNDO CABRAL - FERROCABRAL - COMPLETO
(Transcripción Juana Macedo)

Prepárense, que vamos a partir, este es el tren de la muerte que cruza por la vida.

Vamos a escapar de la nostalgia que nos condena al pasado, basta de parientes que nos extorsionan con enfermedades.

Qué nos importa el viejo que fuma y fuma y fuma sentado en el umbral, qué nos importa Malena que llora como ninguna. Chao a la casita de los viejos, a la esquina donde se pudren los mejores frutos de la vida.

Vamos a despertar la canción del presente para no perder el tren de la eternidad.

Este es el viaje más terrible y maravilloso, el más delicioso, el más absurdo, el más alucinante. ¡Adelante, pueden subir todos! Sólo es necesario que hayan nacido, no importa dónde: en los barrios caros o en los barrios bajos, hijos de generales o degenerados, explotadores, explotados, dirigentes, dirigidos, presidentes, presididos o presidiarios.

Este es el viaje más extraordinario vean qué espectáculo:

A la izquierda los revolucionarios, a la derecha los reaccionarios, en el medio los hombres, los que deciden su propia vida, es decir, tres o cuatro.

Enciendan el fuego que comenzó la fiesta, traigan el vino y los tambores, desaten a la alegría, liberen a la pasión, canten y bailen con furia quijotesca, con la misma convicción del Bautista o de Moisés.

Hagan las cosas sólo por amor, porque aquel que trabaja en lo que no ama, aunque lo haga todo el día es un desocupado.

Hagan el amor a las mujeres en los ómnibus y en la plazas, a las buenas y a las malas, por la buenas y por las malas jaajaaa y en solo 9 meses nacerán hijos locos, benditamente locos y por locos tan libres y por libres tan bellos que harán un paraíso de este maldito infierno, donde las banderas se pudren patrióticamente y las madres alimentan a sus hijos para la guerra.

Yo los conozco, hace mucho tiempo que andamos a la deriva en el mar del tiempo. No sé si se acuerdan de mí.

Yo soy Facundo Cabral y ahí no termina la cosa, yo soy el hijo de Sara y con eso es suficiente, soy el orgullo de mi abuela que es la vergüenza de mi familia.

Por mi abuela comencé a leer la Biblia a la altura de la Magdalena. Solía decir: "Decir que no a una propuesta de amor es decirle que no al mismísimo Dios de los Cielos que es el mismísimo amor y yo soy una mujer creyente y respetuosa del Señor".

Mi abuela pensaba que hacer el amor alargaba la vida. Por eso le llamaba la atención que Borges haya vivido tantos años (risas) (por lo menos escribió, hay gente que ni eso).

Soy la peor parte de Isabel que es mi mejor parte, ella no puede vivir sin mí y yo la comprendo porque yo tampoco puedo vivir sin mí.

Soy el cantor de un pueblo que no me pertenece, en mi caso si se calla el cantor no pasa nada. Es decir, que estoy gozando los serenos privilegios del anonimato y a mi edad con derecho a los incoloros privilegios del escepticismo. A pensar como pensaba Mark Twain en su madurez que decía:

"A mi edad cuando me presentan a alguien ya no me importa si es bueno, malo, rico, pobre, negro, blanco, judío, musulmán o cristiano. Me basta y me sobra con que sea un ser humano, peor cosa no podría ser".

Soy moderadamente argentino y exageradamente Cabral. Algo así como un sargento underground. Y por mi pariente sargento hay gente que me odia, me dicen: "Mirá por haber salvado a ese que salvó cuantos vinieron detrás" (risas)

Estoy asombrado de ser parte del asombroso universo y orgulloso del hambre que me mantiene despierto. Soy inventor de mí mismo, porque esa es la tarea que me ha encomendado el Señor. El Señor o el diablo, porque son la misma cosa. El diablo es un seudónimo que tiene el Señor para cuando tiene que crear alguna cosa de dudosa moral para no quemar su buen nombre, utiliza el seudónimo.

El diablo es un seudónimo que tiene el
Señor para cuando tiene que crear alguna cosa de dudosa moral para no quemar su buen nombre, utiliza el seudónimo.

Soy repetidor de Whitman: "Me canto y me celebro, me celebro y me canto. Y si me canto y me celebro, te celebro y te canto, porque cada átomo que me pertenece, te pertenece, porque cada átomo que te pertenece, me pertenece, porque tú y yo somos la misma cosa" decía el viejo Whitman.

Y me acuerdo porque la primera condición que debe tener un cantor es buena memoria.

Que Tagore decía: “Que cuando el hombre trabaja Dios lo respeta, más cuando el hombre canta Dios lo ama”.

“Laralalarala lalarala”

El pobre que anda sin copla por esta vida prestada, más que pobre es un fantasma y más que un fantasma es nada. (Aplausos)

Vamos cruzando por la vida en el tren de la muerte, viendo como el progreso acaba con la gente.

Cuando el tiempo de los claveles regresa contento donde María cultiva el arte mayor de las hogueras, es decir, Andalucía.

Alguna vez nos presentaron a una condesa por ahí, a aquel dilecto amigo que fue Jorge Cafrune y a mí.

El turco la miraba a la condesa y la condesa lo miraba al turco. Estaba tan asombrado uno como el otro. ¿Qué será eso?

El señor que nos la presentó dijo:
"Es una gran mujer, acaba de donar un terreno de su familia para que el municipio de Sevilla haga un parque público. Y el turco le dijo sin dejar de mirarla: ¿Donó o devolvió?".

Me detengo en México donde siempre hay algo para festejar: "Nos vamos a echar unos tragos, pero sin exagerar sólo hasta caernos, porque no es de caballeros andar bebiendo por el suelo.

"Si el vino te hace mal para el trabajo, pues deja el trabajo."

"Pues fíjate si será malo el trabajo que deben pagarte para que lo hagas."
"Yo nunca le pude decir a mi mujer que era una imbécil porque no me hubiese entendido." Jaajaa (ríe Facundo)

"Y Dios creó a la mujer y ella le dijo: mi Señor, si María concibió sin pecar, ¿no podría yo pecar sin concebir?"
"El diablo sabe por diablo, pero más sabe por Freud".

Me detengo en San Francisco donde siempre hay algo para oír, por lo menos cuando Krishnamurti anda cerca eh.

Ese que bien sabe que la revolución fundamental es revolucionarse.


Me detengo en Creta donde siempre hay algo para amar. En Jerusalén donde siempre hay algo que aprender, incluso no acabar con Beiruth.

Levanto la voz en Italia y hago silencio en la India.

Porque soy y vivo en el presente, porque estoy hecho de sueños y de flores, de vacío, de vino y de trigo me llaman “el Hombre”. Es cierto que soy polvo, pero polvo sagrado yo, aunque Tú sabes mi Señor que cuando digo: "Yo soy" estoy diciendo "Tú eres", invicto, innombrable.

Altísimo Señor no te preocupes por el pan nuestro de cada día que eso es cosa nuestra, para eso somos hombres. Pero no nos dejes sin el sueño de cada noche porque sin él nada somos
nosotros que tal vez sólo seamos un sueño que Tú sueñas.

Amado Señor: Padre Nuestro que estás en el surco, sacrificados seres nosotros, así en la tierra como en el agua,
el pan nuestro de cada día ablándanos hoy y perdona nuestras deudas así como nosotros, no sé por qué todavía
perdonamos a nuestros deudores
y déjanos caer en la tentación de terminar con todos ellos. Más líbranos de Camps, Amén. (aplausos)

Oiste mi Señor es un pedido general. ¡En el nombre del fraude, del fisco y los Esclavos Unidos, Okey !

-Perdóname, Señor, pero a veces me canso, a veces me canso de ser un ciudadano.

Me cansa la ciudad, las oficinas, me cansa la familia y la economía.

La familia, mi Señor, ese vía crucis de parientes, esa miseria en cooperativa.

“Madre hay una sola, Señor y justo vino a tocarme a mí”

Perdóname, Señor, estoy harto de este infierno, este mercado mediocre, donde todos tienen precio.

Perdóname, Señor, pero yo me iré contigo, por tus montañas, tus mares y tus ríos.

Perdóname, Señor, pero a veces pienso
que tienes para mí algo mejor que esto.
Perdóname, Señor, no quiero ser un ciudadano, yo quiero ser un hombre, como me has creado. (Aplausos)

Llegamos a la ignorancia, esta es la estación de los que quieren vivir tranquilos, sin problemas , aquí la vida es fácil, es decir los políticos deciden cuánto debes ganar, los militares cuanto debes perder, los curas cuanto debes aguantar y los sindicalistas cuando debes parar.

Pasamos por la City dónde el dólar sube y el hombre baja.

Uno más uno son dos, así empezó esta cuestión, en una sociedad donde la cifra ha superado a la frase, se podría decir para demostrar que vivimos entre números. Se podría decir por ejemplo: “Un minuto de silencio, un segundo de descuido, un hijo” eh un toro…

Dos bellos amores, tres grandes negocios, cuatro whiskies, un accidente, una cura, tres monjas, tres curas, cuatro puntos cardenales, cinco habitaciones, 6 hermanas, 7 pecados capitales, 8 horas diarias, 20 años de buenos ideales servicios, 2 jubilados, 3 televisores 2 secretarias, Si señor, no señor, total no hago yo la suerte.

Un status, 10 ejecutivos 20 por ciento, 10 vencimientos, 5 gotas antes de cada comida, jaaajaaa (aplausos)

Un ataque de nervios, 2 discusiones, 4 testigos, 30 días de arresto, 1 arrepentimiento, 10 mandamientos.

No desear la mujer de tu prójimo, ni tu prójimo.

Una iglesia, una muchacha, 2 anillos, 3 hijos, 4 créditos, 5 embargos, 6 tiros. (aplausos)

Uno más uno son dos, así empezó esta cuestión”.

“El hombre es Dios cuando sueña, pero esclavo cuando cuenta. Las planillas y los documentos que se mueran muchacha, en la calle es primavera, el dinero no interesa, viva la naturaleza, come hierba, millones de vacas no pueden equivocarse.

Bien decía el hijo del carpintero de Belén, “mira las aves del cielo, no siembras, ni siegan, ni recogen en graneros, pero Dios las alimenta, aprende de ellas. No sirve tu inteligencia porque ni un solo metro agregará a tu existencia”, bien decía.

Llegamos al infierno, es decir, a campo de Mayo, donde los que no pueden crear, ya ni siquiera se pueden consolar con el poder, la justicia se asoma a la plaza de Mayo que se enciende como en los viejos tiempos.

-¿Te acordás pibe? (Facundo imitando al general)

Cómo no me voy a acordar general, eran otros tiempos, todo tiene su tiempo y cada cosa su lugar.

- No siempre cada peronista con su sindicato.

Cada sindicato con su Huaynista, cada Huaynista con su socialista, cada socialista con su capitalista.

- Y si no como querés que …

Cada capitalista con su empresa, cada empresa con su psicoanalista, cada psicoanalista con su psiquiatra, cada psiquiatra con su terapia, cada terapia con su religión, cada religión con su profeta, cada profeta con su cruz, cada cruz con su cura;

-¡cada cura con su monja! (risas,aplausos)

No sé por qué le llaman cura si es la misma enfermedad, cada monja con su asilo general, cada asilo con su amargado, cada amargado con su tango, cada tango con su soldán, cada soldán con su labrea, cada labrea con su familia, cada familia con sus principios, cada principio con su final, cada final con su recomenzar, cada recomenzar con su sueño y cada sueño con su libertad.

La libertad es una vieja que conocí en la bohemia, al lado de mucha gente y sin que nadie la viera.

Me dijo: Tengo tres hijos, uno está crucificado, el otro se ha vuelto loco y el tercero no ha llegado.

Llegamos a la verdad; donde nos detendremos el menor tiempo posible para que no haya un suicidio en masa.

En esta estación debo reconocer que estoy cansado de ser este que soy, un eterno rebelde que para confirmar su desubicación social, debutó cantando canciones de protesta con Nacha Guevara en Punta del Este, para evitar intermediarios (risas).

Ahora volvió Nacha estuvo en el teatro el otro día me dice: ¿Cómo te va? Y le digo: más o menos, yo nunca coincido con la historia, fíjate ahora que ya había llenado un montón de rabia y con eso había escrito unas canciones de protesta fantásticas, llegó la democracia y me arruinó.

Nacha me dice: Espera hay que darles tiempo alguna macana van a hacer y si no seremos cantores de protesta desocupados, o estaremos artísticamente desaparecido. Ahora les tocará ir a nuestros padres a la Plaza de Mayo a preguntar por nosotros. Como si yo supiera quién es mi padre.

Le pregunté a mi madre y me dice: Que se yo loco, había tanta gente. (risas) ¡Thank you!

De todas maneras dice mi madre, tu padre hizo lo único que podía hacer por nosotros, irse; aunque no, no era tan inteligente como para irse, para mí que se perdió.

En realidad si el final es la muerte la única ciencia es sobrevivir. Maradona con los pies, Moria con las tetas, Borges con la cabeza y Rockefeller con el sudor de la gente. (risas, aplausos)

Al fin y al cabo todos ejercemos la mendicidad de alguna manera, salvo los hombres como Pedro Mendizábal que al igual que la madre Teresa tienen la libertad que solo nos puede dar la pobreza. La pobreza que uno elige por supuesto, no la que decide Martínez ... ¡of course!

“Yo soy Pedro Mendizábal pa lo que guste mandar, de lo que ve por acá casi todo lo hice yo, desde la mesa del peón, al techo del capataz.

Hice el cajón de mi padre y la cuna de mi hijo, alambre el campo de risas, pinté la casa de Elena y ayudo a pintar la escuela desde el año 35, aprendí lo suficiente a tener lo necesario: el pan, el vino, el amor y la milonga que canto.

Hice el rancho donde siempre faltaba algo o alguien, la cama donde mi madre se murió sin una queja, a pesar de la pobreza que ya traía en la sangre, aunque siempre he dudado del cura y sus promesas. Le hice nueva la iglesia donde el pobre sueña el cielo para que puedan hasta el cielo señorear sobre la tierra. Hasta organicé la huelga que no trajo solución, que me dejó en prisión un tiempo bastante largo, pero de ese trago amargo no bebo. No Señor

Hice el muro de cemento que paró a la inundación y el banco de la estación donde mi mujer se sienta a esperar todas las siestas a mi …

En el final de mi vida, tengo la cuenta muy clara, pa los otros hice todo, pero para mí no hice nada. (aplausos)

Vamos cruzando por la vida del tren de la muerte viendo como el progreso acaba con la gente. Por defender mi libertad me quedé solo y tal vez ese sea el premio. No será porque hace mucho tiempo aprendí que un lobo es una maravilla, pero muchos una jauría. Solo absolutamente solo, egipciamente solo como el Sinuhé, bíblicamente solo como Job, oficialmente solo como el poder, políticamente solo como el Elso saray, naturalmente solo como Einstein, si Einstein no hubiera participado en el éxodo de Moisés, lo habría hecho fracasar porque hubiese estado a favor del Faraón.

Es más, ya ni siquiera estoy prohibido que para un cantor de mi calaña es una vergüenza, solo como Margaret Tacher en Cosquín, solo como Hitler en el once.

Bueno solo dentro de lo posible, porque nadie puede estar absolutamente solo aunque lo quiera hasta Ortega necesitó de Gasset.

Llegamos a la naturaleza, aquí me detengo a descansar del intelecto y sus trampas. Nada como mi tierra, perdón mi Señor, tu tierra, porque esta es tu tierra, este es tu mundo, esta es tu vida.

Lo necesario fue hecho por el Señor y con eso es suficiente. Recién ahora entiendo aquellos beduinos, del Néguev en Israel, que después me dijeron: “Nosotros no trabajamos porque pretender hacer algo, es dudar que el Señor terminó la creación”.

Parecido a un amigo mío de aquí de Buenos Aires, Federico Manuel Peralta que alguna vez le dijeron:

¡Callate Federico vos sos un marica!

Y Federico enojadísimo contestó:

¡No te permito John yo no soy un mantenido, yo cobro sueldo de hijo!

Tal vez por algo parecido los Tarahumaras de la Sierra, Tarahumara del Chihuahua mexicano dicen:

“Nosotros no usamos armas, porque si las armas fuesen necesarias, habríamos nacido con ellas”.

Y alguna vez en mi casa, quejándome delante de mi madre, ella me dijo:

“Si yo mal no recuerdo cuando naciste estabas desnudo, es decir, que hasta ese pantalón y esta camisa es ganancia”

Lo necesario fue hecho por el Señor y con ello es suficiente.

No crezca mi niño, no crezca jamás, los grandes al mundo le hacen mucho mal.

El hombre ambiciona cada día más y pierde el camino por querer volar.

Vuele bajo porque abajo, está la verdad, esto es algo que los hombres no aprenden jamás.

Por correr el hombre no puede pensar que ni el mismo sabe para dónde va.

Siga siendo niño y en paz dormirá sin guerras ni máquinas de calcular.

Vuele bajo porque abajo esta la verdad, esto es algo que los hombres no aprenden jamás.



Diógenes cada vez que pasaba por el mercado se reía porque decía que le causaba mucha gracia y a la vez le hacía muy feliz ver cuántas cosas había en el mercado que él no necesitaba.

Es decir, que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita, es decir que mano ocupada mano perdida, es decir que el conquistador por cuidar su conquista, se transforma en esclavo de lo que conquistó.

Dios quiera que el hombre pudiera volver a ser niño un día para comprender, que está equivocado si piensa encontrar con una chequera la felicidad.

Vuele bajo porque abajo, está la verdad, esto es algo que los hombres no aprenden jamás. (canta la gente)

Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos y si se me permite, incluye la tierra… aunque los hombres no aprenden jamás… (aplausos)

Entramos en la última etapa del viaje y sería bueno hacer un balance del presente, a saber.

El general Becerra quiere hacer algo por la patria y no encuentra mejor cosa que abandonar el país.

El comisario Ortiz que odia a la juventud se enamora de una rubia menor de edad. El comisario que sabe de gente perdida, se pierde por esa rubia campeona del rocanrol.

¡Ahí va la mujer que me gusta, con el hombre que le gusta! Lo que no consiguieron los antiguos griegos, ni el mismísimo Whitman lo consigue Alfonsín con tan solo un café y el encanto del poder, convencer a Borges que la democracia valía la pena.

Celeste Carvallo no deja de gritar y tiene razón. Baglieto sigue llorando porque le da resultado como a Migrejo. Charlie García se aplaude frente al espejo. Sandra se desangra, Espineta no se entiende. Piero manso y tranquilo y yo super podrido. En realidad no estoy super podrido pero era lo único que me rimaba con Piero, manso y tranquilo (risas).

Llegamos al cementerio de la Recoleta, aquí termina el viaje de los ricos, si es que quedan. Aquí nos damos cuenta que no valía la pena, haberse complicado tanto. Si solo estábamos de paso.

Era tan simple mi Señor, solo se trataba de vivir, así de fácil, es decir, que fuera de esto lo demás eran pretextos, esfuerzos inútiles como la Alianza Federal.

CHACARITA.

Llegamos a la Chacarita, aquí termina el viaje de los pobres si es que siguen vivos, a descansar, a devolver la nariz, la canción, las manos Señor que me prestó la vida, dile que nunca entendí pero que de cualquier manera, valió la pena.

Valía la pena, haber sido un hombre para que ella fuese una mujer, de todas maneras valía la pena.

Valía la pena escapar del pueblo, perderme en el mundo, reencontrarme y volverme a perder, de todas maneras valía la pena.

Valía la pena comprobar que los problemas no son necesarios, que se puede vivir sin ellos, de todas maneras valía la pena.

¡La vida es hermosa, pese a tanta guerra, si podes no te la pierdas! (aplausos)

Ninguna niñera duró con los gemelos... Reflexión

Ninguna niñera duró con los gemelos del multimillonario — hasta que una sirvienta negra hizo algo muy extraño….... 
Edward Hawthorne había intentado todo para calmar a sus hijos gemelos, Ethan y Eli, atormentados por el dolor desde la muerte de su madre. Catorce niñeras habían ido y venido, todas derrotadas por las interminables noches de gritos, hemorragias nasales y el miedo inquebrantable que se aferraba a los niños.
Terapeutas y médicos ofrecieron soluciones, pero nada logró atravesar el muro de ansiedad que rodeaba a los jóvenes herederos de su imperio multimillonario.
Entonces llegó Maya Williams, una sirvienta negra de voz suave y sin formación formal en el cuidado de niños, contratada más por desesperación que por esperanza.
Llegó en silencio, observando el caos sin juzgar, y comenzó a tejer pequeños actos de bondad en su rutina diaria.
Pero una noche tormentosa, cuando el terror de los niños alcanzó su punto máximo, dio un paso inesperado que nadie más se había atrevido a dar.
Cuando Edward irrumpió en su dormitorio principal, con la rabia hirviendo al ver lo que tenía delante....  

viernes, 3 de octubre de 2025

NUESTRO PERDÓN NO SE COMPRA. Reflexión

NUESTRO PERDÓN NO SE COMPRA. SE NACE CON ÉL, Y TÚ NACISTE ROTO.

Volví a casa después de 10 años, suplicando de rodillas una segunda oportunidad. Mi madre me dijo esa frase delante de todos. No sabían que mi súplica no era por perdón, era un ultimátum. Y acababan de fallar la prueba. ¿Estás listo para ver cómo se quema una familia desde dentro? 

Durante diez años, fui el fantasma de la familia Alcázar. Mi nombre, Daniel, se convirtió en un susurro, una historia de advertencia que se contaba a los niños para que no se desviaran del camino. Yo era el que fracasó, el que manchó el apellido, el que se hundió en un pozo de malas decisiones y deudas, forzando a mi familia a exiliarme para proteger su impecable reputación.

Mi hermano, Marcos, era el heredero. El abogado brillante, el hijo perfecto, el pilar sobre el que se sostenía el orgullo de mi madre, Doña Inés, una matriarca de hielo y acero cuya única religión era el qué dirán.

Volví el día de su 70 cumpleaños. No volví como un triunfador, sino como un penitente. Con un traje prestado, las manos vacías y un discurso de arrepentimiento ensayado mil veces en mi cabeza. La fiesta era un despliegue de poder y riqueza en el jardín de la mansión familiar. Yo era una mancha en su lienzo perfecto.

Esperé a que terminaran los discursos y los aplausos. Entonces, me acerqué a mi madre. Me arrodillé ante ella, delante de sus amigos, de sus socios, de todo el universo que ella había construido.
“Mamá”, dije, y mi voz se quebró, no por la actuación, sino por el peso de una década de soledad. “He vuelto para pediros perdón. Por la vergüenza que os hice pasar, por el dolor que causé. He pasado diez años pagando mis errores. Estoy limpio. Solo quiero… solo quiero volver a casa. Pido una segunda oportunidad”.
El silencio en el jardín fue absoluto. Mi madre me miró desde su trono de mimbre, y sus ojos no contenían ni una gota de compasión. Eran dos esquirlas de hielo. Se levantó, con la elegancia de una reina a punto de firmar una sentencia de muerte.

Se inclinó, pero no para ayudarme a levantar. Para que su veneno me llegara más de cerca.
“Daniel”, dijo, su voz era un susurro que cortaba el aire. “La gente como nosotros no da segundas oportunidades. Nuestro perdón no se compra con disculpas tardías. Se nace con él. Y tú, hijo mío, naciste roto”.

Mi hermano, Marcos, se puso a su lado, asintiendo con gravedad. “Has hecho tu cama, Daniel. No esperes que ahora la deshagamos por ti. Ya no eres parte de esta familia”.
Me quedé allí, de rodillas, con el eco de sus palabras rebotando en el silencio de la fiesta. La humillación fue total, pública, definitiva. Me habían escupido en el alma.
Y entonces, lentamente, me puse de pie.
La expresión de súplica en mi rostro se desvaneció. El hombre arrepentido murió en ese instante. Y en su lugar, nació algo mucho más frío, mucho más antiguo.
“Gracias, mamá”, dije, y mi voz ya no temblaba. Era firme. Era la voz de un juez. “Gracias por tu sinceridad. Era la última pieza que necesitaba”.
El desconcierto se dibujó en sus caras.

“¿Creíais que había vuelto por vuestro perdón?”, me reí, una risa amarga y sin alegría. “Vuestro perdón no vale nada. Está tan hueco como esta fiesta. No, no volví por vuestro perdón. Volví para daros una última oportunidad de demostrar que os quedaba una pizca de humanidad. Y habéis fracasado estrepitosamente”.
Me giré hacia los invitados, que nos miraban como si estuvieran viendo una obra de teatro.

“Hace diez años, esta familia no me exilió por mis deudas. Me sacrificaron”, anuncié. “Yo no fui el que se hundió. Fui el que asumió la culpa para salvar al verdadero culpable”.

Miré a mi hermano. “¿Verdad, Marcos? ¿Les contamos la verdad sobre esa noche? ¿Les contamos sobre el coche que tú conducías, sobre la persona que atropellaste y dejaste tirada en la carretera? ¿Les contamos cómo papá y mamá movieron todos sus hilos, pagaron a la policía, me hicieron firmar una confesión falsa a cambio de la promesa de que me cuidarían, una promesa que rompieron en cuanto salí por la puerta?”.

Marcos se puso blanco como la cera. Mi madre dio un paso atrás, como si mis palabras fueran golpes físicos.
“Yo no caí en un pozo. Me empujasteis”, continué, y cada palabra era una palada de tierra sobre su reputación. “Me convertisteis en el monstruo para que vuestro príncipe pudiera seguir brillando. Me pasé diez años en el infierno, no pagando mis deudas, sino la vuestra. Y hoy… hoy la deuda queda saldada”.

Saqué una pequeña grabadora de mi bolsillo. “Antes de que mi padre muriera, la culpa lo consumió. Me dejó esto. Su confesión. Detallando el encubrimiento, el soborno, todo”.
Le di la grabadora al periodista más importante que había en la fiesta.
“La vergüenza que tanto temíais, mamá… ya no es mía”, dije, mirándola a los ojos. “Te la devuelvo. A ti y a tu hijo perfecto. Que os ahoguéis en ella”.

Me di la vuelta y me marché. No como el hijo pródigo, sino como el cobrador de deudas. Dejé atrás un jardín lleno de gente en shock, a una matriarca viendo su imperio de mentiras desmoronarse y a un hijo dorado cuya corona acababa de convertirse en una soga.

No me dieron su perdón, pero yo les quité su poder. Y he aprendido que la redención no te la da nadie. La tomas. Aunque para ello tengas que prenderle fuego a todo lo que una vez llamaste hogar.

Daniel tuvo la oportunidad de perdonar en silencio o destruir a su familia públicamente. ¿Eligió bien? (Sí/No)


Créditos a quién corresponda
Historias de vida

CADA DÍA ES UN REGALO. 1. Facundo Cabral



Para los antiguos, el mundo era esencialmente forma, por eso velan a la infinidad como una imperfección, por eso preferían lo determinado, por eso amaban a la belleza precisa, a los límites que impone la mente, a los contornos que ilumina la imaginación, por eso representaban a lo absoluto con una esfera y veían algo divino en la simetría, por eso el deber religioso del artista era crear formas, y ligarlas para sentir al Universo.

Sin el arte, decían, el mundo es un teatro a oscuras. Cada día es un regalo. Es cierto.

Estoy aquí para recordarte que en una cabeza llena no puede entrar nada, y la vida es el milagro que pasa constantemente, por eso hay que estar vado para sus novedades, no lleno de opiniones, de teorías y de análisis que solo traen conflictos, basura que enferma y asfixia a la cabeza, por eso jamás encontrarás a un intelectual feliz, siempre fragmentado por tantas preguntas, perdido entre ellas, fuera de él mismo.

No le temas al vacío, no creas que es la muerte, no lo llenes con doctrinas, con malas costumbres heredadas, deja que la vida te llene todas las mañanas, entonces volverás a ser un niño, jugando de asombro en asombro en la existencia, que es plenitud.

Olvídate de lo social, que es una abstracción, vive con los individuos, que es lo único verdadero, cotillos que quieren vivir, y mira desde tu centro, que es el que ve todo, al que solo le llega lo esencial, lo que necesitas para vivir, sin esfuerzo, que es antinatural porque solo debe moverte la fuerza de la vida, por la que sentimos que la madre es la Tierra y nuestro padre el Cielo.


jueves, 2 de octubre de 2025

LA ESPERANZA. Facundo Cabral

 

FACUNDO CABRAL “LA ESPERANZA”

La alegría me abre todas las puertas, hace que toda tarea sea bella y útil, multiplica mis aciertos y atenúa por no decir perdona mis errores.

Indudablemente, aunque el tango diga lo contrario, la alegría siempre vence la tristeza, es decir, la ética siempre vence la estadística.

La alegría me obliga a vivir el presente de tal manera que no hay lugar para la nostalgia, que solo aparece cuando uno se distrae de la vida que está en el presente.

Cuida el presente decía mi madre, porque en esta estación pasarás el resto de tu vida.

No hay hijos ni cosechas con la tristeza que digo con la tristeza. Que no hay mejor futuro que un buen presente, que digo que un buen presente, el hombre solo es dueño de lo que goza, que digo de lo que goza. No  hay fuerza que detenga a la esperanza, que digo a la esperanza, con ella nadie me alcanza.

No hay peste más dañina que la ignorancia, que digo que la ignorancia. No hay hembra más inútil que la nostalgia, que digo que la nostalgia.

La libertad es la madre de la belleza, que digo de las bellezas, no hay fuerza que detenga a la esperanza, que digo a la esperanza, con ella nadie me alcanza


Todo el mundo toma lo bello por vello

 

LAO TSE TAO TE KING

Todo el mundo toma lo bello por vello y eso es porque conocen qué es lo feo. Todo el mundo toma el bien por el bien y eso es porque conocen qué es el mal.

Por ello, el Sabio maneja sus asuntos sin interferir y difunde sus enseñanzas sin adoctrinar.

No niega la existencia de las innumerables cosas. Las construye sin atribuirse nada.

El sabio gobierna de modo que vacía el corazón de deseos, llena el vientre de alimentos, debilita la ambición y fortalece hasta los huesos.

Cap 5. Cuanto más cosas ambicionamos, más pobres nos hacemos; es mejor buscar el conocimiento interno.

Cap 7. El sabio queda atrás, por lo mismo es el primero. Está desapegado, por eso es uno con todo. A través de sus acciones generosas logra la plenitud.

Cap 8. Al escoger tu morada has de saber cómo no apartarte de la tierra. Al cultivar tu mente, has de saber cómo bucear en las profundidades ocultas.

Al tratar con los demás has de saber ser amable y bondadoso.

Al Hablar, has de saber medir tus palabras.

Cap 9 La tinaja demasiado llena caerá por su propio peso. Afilar en demasía la espada la desgastará y no durará mucho tiempo.

Cap 10 Unir cuerpo y mente en un conjunto del que no puedan disociarse.

Engendrar y criar, alimentar y educar, engendrar sin apropiarse, obrar sin pedir nada a cambio, guiar sin dominar, esta es la Gran Virtud.

Se abren puertas y ventanas en los muros de un casa y es el vació lo que permite habitarla. En el Ser centramos nuestro interés pero de No-Ser depende la utilidad. Cap 11

Los cinco colores ciegan al hombre. Los cinco sonidos ensordecen al hombre

Los cinco sabores embotan al hombre. La carrera y la caza ofuscan al hombre. Los tesoros corrompen al hombre. Por eso el sabio atiende al vientre y no al ojo. Por eso rechaza esto y prefiere aquello. Cap 12

La ansiedad y sus desconciertos.

miércoles, 1 de octubre de 2025

ADOPTÓ A 9 NIÑAS NEGRAS QUE NADIE QUERÍA

En 1979, adoptó a nueve niñas negras que nadie quería — hoy, décadas después, el mundo no puede creer en lo que se convirtieron
Richard Miller tenía apenas treinta y cuatro años cuando su vida dio un vuelco inesperado. Dos años habían pasado desde la muerte de su esposa, Anne, dejándolo en la casa que ambos soñaron llenar con hijos. Una tarde lluviosa, su camioneta se descompuso cerca del orfanato St. Mary’s. Entró solo para pedir el teléfono, pero terminó recorriendo un pasillo en penumbras, atraído por un llanto infantil.
En una pequeña habitación, nueve bebés permanecían alineadas en cunas idénticas. Eran todas niñas, todas de piel oscura, con ojos grandes que reflejaban tanto miedo como esperanza. Sus diminutas manos se estiraban, buscando ser sostenidas por alguien. Una enfermera le murmuró:
—Las dejaron en las escaleras de la iglesia. Sin nombres, sin notas. Nadie quiere quedarse con todas. Pronto las separarán.
La palabra “separar” le atravesó como un cuchillo. Recordó lo último que Anne le había dicho antes de morir: “No permitas que el amor muera conmigo. Hazle un lugar donde pueda crecer.” Y en ese instante, frente a esas nueve hermanas, supo que quizá aquella promesa cobraba sentido.
Con la voz quebrada, preguntó:
—¿Y si me las llevo… a todas?
La enfermera se quedó helada.
—¿Las nueve? Señor, eso es una locura. Arruinará su vida.
Pero Richard ya había decidido. Pese a la oposición de trabajadores sociales, familiares y vecinos, firmó los papeles. En cuestión de días, aquel hombre blanco, viudo y sin experiencia, se convirtió en el padre de nueve niñas negras.
Lo que siguió fue una vida para la que nada lo había preparado. Las noches eran un caos de llantos, pañales y biberones. Vendió su camioneta, sus herramientas y hasta las joyas de Anne para comprar comida y ropa. Trabajó tres turnos en la fábrica, arregló techos los fines de semana y sirvió mesas por las noches. En el supermercado lo señalaban; en los parques, la gente susurraba; más de una vez le escupieron cerca. Pero nunca se arrepintió.
Al contrario, encontró momentos que lo ataron para siempre a sus hijas: la primera vez que rieron juntas, las noches de tormenta en que todas se acurrucaban contra su pecho, la visión de ellas gateando en fila como un tren diminuto. Las niñas eran suyas, y él era de ellas. Aunque el mundo dudara, Richard sabía que le había dado al amor un lugar donde echar raíces.
Criar a nueve hijas en solitario no fue solo difícil: fue una batalla diaria. Cada niña tenía su carácter, y Richard aprendió a reconocerlo y nutrirlo. Sarah tenía la risa más contagiosa. Ruth se aferraba a su camisa cada vez que había extraños. Naomi y Esther eran cómplices inseparables, siempre tramando travesuras. Leah, dulce y reflexiva, calmaba las peleas. Mary, callada pero decidida, fue la primera en dar pasos firmes. Hannah, Rachel y la pequeña Deborah eran inseparables, llenando la casa de juegos interminables.
Para los de afuera, eran “Las Nueve Miller”. Algunos lo decían con respeto, otros con desconfianza. Padres en la escuela murmuraban: “¿Qué pretende? ¿Por qué un hombre blanco adoptaría a nueve niñas negras?” Lo acusaban de buscar atención o de haber perdido la cordura. Richard nunca se defendía. Prefería aparecer cada mañana con almuerzos preparados, trenzas bien hechas y zapatos comprados con semanas de esfuerzo.
El dinero siempre escaseaba. Richard saltaba comidas para que ellas tuvieran suficiente, remendaba ropa gastada y pasaba madrugadas revisando facturas. Pero jamás dejó que sus hijas lo vieran quebrarse. Para ellas, era inamovible.
También hubo felicidad: cumpleaños con pasteles torcidos hechos en casa, navidades con regalos envueltos en periódico, noches de verano bajo las estrellas mientras Richard les contaba historias de Anne, la madre que nunca conocieron. Año tras año, las niñas crecieron y se convirtieron en mujeres fuertes. Brillaron en la escuela, se apoyaron mutuamente y siempre volvieron a casa para rodear a su padre.

domingo, 28 de septiembre de 2025

El pájaro enjaulado...

Había una vez un mercader que tenía enjaulado un pájaro originario de la India.
   Como a pesar de tenerlo cautivo, sentía aprecio por él, le dijo:
   Partiré de viaje a tu tierra natal, ¿Quieres que te traiga algo de allá?
   
-Ya que no estás dispuesto a darme la libertad, visita la jungla en que nací y anuncia a mis hermanos que me tienes cautivo.
-respondió el pájaro.

   El mercader así lo hizo y apenas les hubo dado la noticia, un pájaro silvestre semejante al que tenía en la jaula cayó al suelo y quedó inmóvil.

   El comerciante pensó que debía ser un pariente de su ave y se sintió triste por haber sido la causa de su muerte.
   De regreso al hogar, el pájaro le preguntó si traía buenas nuevas de la India.

   Me temo que no, respondió el mercader, uno de tus parientes sufrió un colapso y cayó a mis pies cuando mencioné tu cautiverio.

   Apenas hubo dicho éstas palabras, el ave también se desplomó en el fondo de la jaula. 
La noticia de la muerte de su pariente también lo ha afectado, pensó el mercader.

   Y entristecido, recogió al pájaro y lo depositó con cuidado en el alféizar de la ventana.

   De inmediato,  el ave revivió y voló al árbol más cercano.
   -Lo que creías una tragedia, era un mensaje que me enviaba mi hermano, dijo el pájaro.
  - El me indicó la manera de escapar de ti.

   Y se alejó volando, libre al fin.

Fomentando el amor al prójimo y la lectura...

sábado, 27 de septiembre de 2025

El funeral de mi esposo...

Después del funeral de mi esposo, mi hijo me llevó al borde de la ciudad y me dijo, “Aquí es donde te bajas”… Pero él no sabía el secreto que ya llevaba dentro... 

El camino estaba tan tranquilo que se sentía sagrado. No pacífico. Sagrado. El tipo de silencio que llega después de que suena la última campanada, no porque el mundo esté descansando, sino porque está conteniendo la respiración.

Me senté en el asiento del pasajero, las manos juntas como si me ofrecieran la comunión, excepto que lo único que venía era el exilio. Él no giró la cabeza. Ni una sola vez.

La niebla se había asentado gruesa esa noche, tan densa que borraba los árboles en sombras pálidas y se deslizaba bajo los neumáticos como si no quisiera que nos fuéramos. El motor ronroneaba, un sonido demasiado constante, demasiado educado, demasiado definitivo. En algún lugar a lo lejos, el océano susurraba su lento y antiguo ritmo, como si también él estuviera esperando un veredicto.

Los nudillos de mi hijo golpearon una vez el volante. Solo una vez. Su anillo de bodas hizo un sonido hueco contra el cuero. Eso fue todo. Sin despedida. Sin discurso.

— Aquí es donde te bajas, — dijo.

No fue una pregunta.
No fue una súplica.
Solo el tipo de declaración que hace un hombre cuando piensa que el mundo ahora le pertenece.

No pregunté por qué. No grité. No le supliqué a alguien que ya había olvidado cómo mirarme como si fuera humana. Y además... una parte de mí ya se había ido.

Él pensó que me sorprendería. Pensó que tropezaría con las piedras, lo buscaría, exigiría respuestas, exigiría amabilidad. Pensó que el dolor me haría débil. Que estaría demasiado vacía para moverme.

Pero él no sabía todo.
Nadie ve el momento en que se corta un hilo. Ni siquiera quien sostiene las tijeras.

Mi respiración dejó una mancha pálida en la ventana. En ella, pude ver el reflejo más tenue de mí misma — ojos cansados, labios apretados en una línea, cabello que había estado rizado esa mañana y ahora colgaba como papel mojado. Pero debajo... algo más. Algo duro. Algo preparado.

Él se estiró sobre mí, abrió la puerta y me entregó mi bolso como si fuera una entrega. Mis pies tocaban el suelo. Frío. Conchas trituradas en la tierra. No miré atrás.

El coche se alejó con el mismo zumbido tranquilo de una canción de cuna, excepto que nadie estaba durmiendo. Ya no.

Lo que él no se dio cuenta es que los funerales no son el final para todos. A veces son el comienzo de algo más. Algo enterrado más profundo que el amor. Más agudo que el dolor. Más antiguo que las mentiras que nos contamos sobre la familia.

Hay cosas que no he dicho en voz alta en años.
Cosas que he escondido bajo las tablas del suelo, entre cazuelas y sonrisas educadas.

Pero ahora?
Ahora no me queda nada que perder — y eso me hace peligrosa.

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 15

 

Entramos en la última etapa del viaje y sería bueno hacer un balance del presente, a saber.

El general Becerra quiere hacer algo por la patria y no encuentra mejor cosa que abandonar el país.

El comisario Ortiz que odia a la juventud se enamora de una rubia menor de edad. El comisario que sabe de gente perdida, se pierde por esa rubia campeona del rock and roll.

¡Ahí va la mujer que me gusta, con el hombre que le gusta!

Lo que no consiguieron los antiguos griegos, ni el mismísimo Whitman lo consigue Alfonsín con tan solo un café y el encanto del poder, convencer a Borges que la democracia valía la pena.

Celeste Carvallo no deja de gritar y tiene razón. Baglieto sigue llorando porque le da resultado como a Migret. Charly García se aplaude frente al espejo. Sandra se desangra, Espineta no se entiende. Piero manso y tranquilo y yo súper podrido.

En realidad no estoy súper podrido pero era lo único que me rimaba con Piero, manso y tranquilo (risas).

Llegamos al cementerio de la Recoleta, aquí termina el viaje de los ricos, si es que quedan. Aquí nos damos cuenta que no valía la pena, haberse complicado tanto. Si solo estábamos de paso.

Era tan simple mi Señor, solo se trataba de vivir, así de fácil, es decir, que fuera de esto lo demás eran pretextos, esfuerzos inútiles como la Alianza Federal.


ESTACIÓN DE CHACARITA.

Llegamos a la Chacarita, aquí termina el viaje de los pobres si es que siguen vivos. A descansar, a devolver la nariz, la canción, las manos al Señor que me prestó la vida, dile que nunca entendí pero que de cualquier manera, valió la pena.



Valía la pena, haber sido un hombre para que ella fuese una mujer, de todas maneras valía la pena.

Valía la pena escapar del pueblo, perderme en el mundo, reencontrarme y volverme a perder, de todas maneras valía la pena.

Valía la pena comprobar que los problemas no son necesarios, que se puede vivir sin ellos, de todas maneras valía la pena.

De todas maneras valía la pena, valía la pena de todas maneras.

Valía la pena escapar del pueblo. Perderme en el mundo, reencontrarme, volver y volverme a perder.

De todas maneras valía la pena, valía la pena de todas maneras.

Valía la pena comprobar que los problemas no eran necesarios, que se puede vivir sin ellos.

De todas maneras valía la pena, valía la pena de todas maneras. La Vida es hermosa, pese a tanta guerra, la Vida es hermosa, si podés no te la pierdas, si podés no te la pierdas.

Y el Señor dijo a Abraham: "abandona tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te indicaré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré y por ti se bendecirán todos los pueblos de la Tierra", El Señor dijo a Abraham.

[Canto]

No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir (Coro) y ser feliz es mi color de identidad.

Me gusta es sol, Alicia y las palomas, el buen cigarro y la guitarra española. Saltar paredes y abrir las ventanas y cuando llora una mujer. Me gusta el vino tanto como las flores y los conejos y los viejos pastores. El pan casero y la voz de Dolores y el mar mojándome los pies.

¡La vida es hermosa, pese a tanta guerra, si podes no te la pierdas! (aplausos).


viernes, 26 de septiembre de 2025

FERROCABRAL. FACUNDO CABRAL. Transcripción Juana Macedo. 14

 
Al fin y al cabo todos ejercemos la mendicidad de alguna manera, salvo los hombres como Pedro Mendizábal que al igual que la madre Teresa tienen la libertad que solo nos puede dar la pobreza. La pobreza que uno elige por supuesto, no la que decide Martínez de Hoz.

“Yo soy Pedro Mendizábal pa lo que guste mandar, de lo que ve por acá casi todo lo hice yo, desde la mesa del peón, al techo del capataz.

Hice el cajón de mi padre y la cuna de mi hijo, alambre el campo de risas, pinté la casa de Elena y ayudo a pintar la escuela desde el año 35, aprendí lo suficiente pa’ tener lo necesario: el pan, el vino, el amor y la milonga que canto.

Hice el rancho donde siempre faltaba algo o alguien, la cama donde mi madre se murió sin una queja, a pesar de la pobreza que ya traía en la sangre, aunque siempre he dudado del cura y sus promesas. Le hice nueva la iglesia donde el pobre sueña el cielo para que el estanciero pueda señorear sobre la tierra. Hasta organicé la huelga que no trajo solución, que me dejó en prisión un tiempo bastante largo, pero de ese trago amargo no bebo. No Señor.

Hice el muro de cemento que paró a la inundación y el banco de la estación donde mi mujer se sienta a esperar todas las siestas…

En el final de mi vida, tengo la cuenta muy clara, pa’ los otros hice todo, pero para mí no hice nada. (aplausos)...