SIN TRAMPAS
Un joven llamado Karim solía practicar juegos de mesa con su amigo Samir. Sin embargo, entre ambos había una gran diferencia: Samir era honesto y sabía perder, Karim no. Este último, cada vez que iba ganando, seguía con el juego; pero, cuando iba perdiendo, sin que Samir se diera cuenta, se metía con maña el dado a la boca y lo mantenía escondido debajo de la lengua para deshacerse de él más tarde.
-¡El dado se perdió! No lo veo por ningún lado -decía mientras fingía buscarlo y terminaba por añadir-: Ni modo. El juego se acabó porque el dado no aparece.
Samir no tardó en darse cuenta de esta trampa y decidió darle una lección a su amigo. Al día siguiente, antes de la acostumbrada cita para jugar tomó el dado que iban a emplear y lo metió en una mezcla líquida de especias muy picantes. Lo sacó, lo dejó secar y, como el dado era amarillo, no parecía extraño.
Karim llegó y comenzó el acostumbrado juego. Todo fue bien durante las tres primeras rondas, pues iba ganando. Más en el cuarto tiempo, cuando estaba a punto de perder, usó el truco acostumbrado metiéndose el dado a la boca. Y en ese momento sintió que le quemaba la lengua.
¡Socorro! ¡Socorro! –gritaba mientras corría por toda la habitación.
Entonces, Samir le acercó una bebida, que ya tenía preparada, especial para quitar el gusto picante, Karim la apuró de un sorbo y, cuando estuvo en condiciones de hablar, le preguntó:
-¿Por qué me hiciste eso?
-Porque me di cuenta de que me hacías trampa en el juego y no lo podía aceptar -respondió Samir.
-Pero ¿Por qué te pareció tan importante, si jugamos solo para entretenernos? –cuestionó Samir.
-Porque quise enseñarte que entre los amigos existe un compromiso de lealtad y que, en cualquier situación, por simple que sea, hay que conducirse con rectitud. Vivir haciendo trampas solo te traerá problemas, como este picante dado que te sorprendió. ¿Quieres otro?
“La honestidad entre unos y otros se refleja en una convivencia armónica”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario