domingo, 31 de octubre de 2021

ADIOS ÁNGEL NO ME OLVIDES. Lectura

 

Cuando me pusieron al niño en los brazos me quedé sorprendida de la belleza y perfección de sus facciones.

Mi marido es feo, resulta antipático de decir, pero es algo obvio. Y yo no soy agraciada para semejante bebé.
Pero era nuestro y ningún nombre le hacía justicia. Al final le puso el suyo, mas bien como señal de pertenencia. Pasó a llamarse Luis y nos lo llevamos con el temor de ser detenidos con esa frase: ha habido un error...
Pero se vino con nosotros, fue festejado y admirado. Era un niño que parecía mirarte fijamente, que apenas se movía ni lloraba.
Las alarmas se encendieron, era bello porque no estaba bien. Pero no dije nada. Era mío, lo más perfecto que nunca iba a tener.
Un día, al bañarlo, le noté dos bultos en la espalda. No le dolían así que fungí su existencia para que nadie me lo arrebatara.
El niño crecía hermoso y silencioso, no hablaba, sólo sonreía dulcemente.
Mi marido perdió el interés y dejó de hacerle caso.
Pero en la guardería me hablaron de esa aparente chepa y dejé de llevarlo.
Sus protuberancias eran mayores y yo lo vendaba para disimularlas cobardemente.
Mi sobrina jugaba con él, era la única que lo entendía.
Un día vino corriendo y me soltó, con la inocencia de los niños :Luis es Ángel, Luis es Ángel...
Tonterías y juegos de niños con mucha imaginación pero, alarmada, acudí a verlo.
Mi hijo estaba sentado con el torso desnudo y detrás se veían claramente el nacimiento de unas alas.
Pánico y estupor. ¿Quién era ese niño?
Mandé a mi sobrina a su casa advirtiendo de que no debía contar nada, que era un secreto, un disfraz.
Mi hijo, dulce y callado estaba desubicado, ajeno a todo, quieto, sumido en una espera.
Fui consciente de que no me pertenecía, no era mío, de nadie, un error, un regalo fortuito. Supe que se iría, que sería inútil esconderlo, que haría daño, sería un escándalo, lo encerrarían en un laboratorio, en un manicomio, la prensa haría carnaza de su bella estampa.
Tenía cinco años y su padre ya no vivía con nosotros. Tenía unas alas blancas que lo cubrían en una estampa con más cielo que tierra, debía partir a su sitio, no era en esta habitación infantil, en este barrio humilde, no era mío, estaba reteniendo su vuelo.
Así que abrí la ventana y le dije :
_Adios Ángel... no me olvides.
Y se perdió en la noche oscura y fui mas feliz, mas creyente, mas humana.
Tuve en mis manos una parte divina de este Universo que desconocemos.
rosa María Jiménez Marzal

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