jueves, 5 de enero de 2023

LO CORTEZ NO QUITA LO CABRAL. Traducción Juana Macedo. 1 Parte

 

LO CORTEZ NO QUITA LO CABRAL

Historia de un concierto que hará historia. Textos de FÁBULAS Y CANCIONES.

Esta es una historia de complicidades. Viene desde el fondo de los tiempos. Precisamente desde cuando el primer mono bajo del árbol con intenciones de dejar de ser un simio y convertirse en un hombre. Al erguirse en su nueva condición de ser racional, lo hizo con él, el orgullo. No supo este primer “homosapiens” hasta mucho tiempo después, que el orgullo era un sentimiento extremadamente frágil por ser variable y fácil de confundir con otros sentires como la soberbia, la altanería, la vanidad, el endiosamiento, la egolatría, el desdén, la fatuidad, la Patria, los nacionalismos y un amplio repertorio de distorsiones.

El orgullo iba a tener diferentes tipos de protagonismos a lo largo de toda su historia. Desde el principio marcó serias diferencias con otras sensaciones íntimas en el alma del recién amanecido ser racional. Por orgullo compitió y quiso dominar a sus iguales. Para conseguirlo recurrió a su también recién estrenada imaginación. Sus brazos no eran más largos que los de sus congéneres, para poder golpear antes sin recibir golpe de vuelta, comprendió que debía tratar de alargarlos. Lo consiguió atrapando entre sus manos el primer garrote, es decir la primera máquina de matar. El garrote es el antecedente más lejano en el tiempo del dominio del hombre sobre el hombre. Es el tatarabuelo del miedo y sus consecuencias. Cuando aquel primer hombre levantó el primer garrote para partir la primera crisma, estaba dando origen al primer agresor y al primer agredido. Las inferencias tienen nombres propios. Wounded Knee, Verdun, Hiroshima, Vietnam, Tlatelolco, Sabra y Chatila, Tucumán y una infinita lista de lugares recordados por las tremendas matanzas que en ellos se han perpetrado. Con los tiempos y especialmente en las más cercanos a los nuestros, el orgullo ha ido mudando de piel y ha permanecido en los más cercanos a los nuestros, el orgullo ha ido mudando de piel y ha permanecido a manera de excusa para justificar apetitos, digamos menos románticos y más prácticos como el monedero, la barriga y el sexo.

El garrote por su parte ahora se llama Wall Street y al que lo esgrime se le conoce como banquero, economista, político, su ilustrísima, multinacional, General Policía, revolución y por supuesto también Patria y nacionalismo, es decir árbol y rama, recursos que aun conservamos intactos de nuestros antepasados los primates. Afortunadamente no todos los simios que bajaron del árbol levantaron el garrote para repartir golpes a diestra y siniestra, utilizando el miedo para someter a los demás. Hubieron algunos, no muchos por cierto, que en lugar de utilizar el raciocinio para dominar, lo usaron para crear belleza y recrearse en ella. Estos seres fueron los que realmente se olvidaron del árbol para avanzar erguidos hacia el futuro. Naturalmente fueron considerados por los “garroteros” como seres incómodos y hasta despreciables por su afición a la sensibilidad y por supuesto nominados por aquellos con epítetos peyorativos como soñadores, insumisos, artistas, locos, sediciosos, inconformistas, etc. Además siempre fueron juzgados, más por su condición humana externa, racial o política que por sus valores íntimos y reales. Negros, indios, blancos, judíos, comunistas, homosexuales, católicos, budistas, agnósticos, pacifistas, etc.

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