Misteriosamente Buenos Aires es el capricho de mi corazón, por eso allí comienzo y termino cada vuelta al mundo, el mundo que a pesar de tanto homicida y tanto suicida sigue siendo un paraíso. Me gusta volver a los pingüinos de la Tierra del Fuego y al cóndor de la cordillera de los Andes, a la que Neruda cantó como nadie. Me gusta volver al Ecuador para sentarme frente al Cotopaxi, el volcán sagrado principalmente en sábado. Me gustan los amaneceres en Machu Pichu y los domingos en Chichicastenango donde los Mayas esperan.
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