LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL. (Pla Ventura 4.)
LAS CONFESIONES DE FACUNDO CABRAL
El 30 de abril de 2006, en Ibi, Alicante.
—¿Cuándo compone usted, maestro?
Yo soy, lo que podríamos decir, un payador; mi madre ya lo era. Improviso sobre el escenario y puedo asegurarte que todas mis canciones nacieron al amparo de lo que el público me iba demandado. A este respecto podría decirte que por ejemplo, NO SOY DE AQUÍ… nació una noche de inspiración en el mismo escenario en donde actuaba; unos días más tarde, en otra ciudad, me la reclamaron y, se me había olvidado. Pero, bendición del cielo, en aquella actuación mía, tras la misma, se me presentó un señor en el camerino y me entregó una cinta grabada del día anterior, cuando canté esa canción, la había grabado y de ese modo, la recuperé para siempre.
—Lo que mucha gente no sabe, maestro es que, usted, ha escrito bellísimas piezas musicales, entre ellas, la SUITE CABRAL o CANCIÓN DE CUNA; todo ello, al margen de sus canciones mundialmente conocidas. ¿Por qué no ha seguido en esa línea de creatividad?
Eso fueron momentos de inspiración que, en cualquier noche, tuvo Dios la gentileza de inspirarme para dejar, como tantas otras cosas que hice, ese legado musical.
—¿Para quién canta usted?
Ante todo, para mí. Mi madre, que componía algunas canciones a mi lado decía que, si la música que escribo te gusta, será maravillosa; y si no te gusta, seguirá siendo maravillosa.
—Empezó usted siendo un cantor protesta y acabó armonizando al mundo y a sus gentes con sus canciones, con sus oraciones y con su verbo inigualable. ¿Qué Cabral es el más auténtico, el que pregonaba aquella libertad o el que ahora armoniza, como usted dice?
Como diría Sara, ni antes era tan malo para que no viniera nadie a verme; ni ahora soy tan bueno para que todos me presten su atención. Recuerdo que, en los inicios de mi carrera, mis canciones, tenían la virtud o el defecto de dividir; y eso no era bueno, de ahí las situaciones con las que muchas veces me vi envuelto; más tarde, supe cambiar para armonizar todos los corazones del mundo y, a partir de ahí, me llegó el éxito. Era yo el equivocado, nunca los demás; ellos, hicieron lo que debían; era yo el que fallaba, de ahí que, cuando me di cuenta, supe reflexionar a tiempo y, aquí me tenés.
—¿Qué siente cuando, por ejemplo, en México, le definen como un decidor de buenas palabras?
Siento un rubor especial. Son cosas de la inspiración del individuo y al respecto, yo he sido un afortunado. Sin embargo, lo que pregono, no es mío; me fluye desde el fondo de mí ser para hacer felices a los demás.
—Y si le damos la categoría de hombre genial, como tantas veces se le ha definido en el mundo, ¿qué piensa?
Yo no diría tanto; más bien quizás sea un hombre libre; uno de los más libres. Fíjate si soy libre que, mi madre me decía que era tan afortunado que hacía lo que amaba y encima, me pagaban.
—¿Qué es para usted el amor?
Todo, absolutamente todo. Cuando existe el amor, ciertamente, no caben las barreras. No puedo creer a nadie cuando dice que, el trabajo, por decir algo, le aparta del ser amado.
Cuando uno está enamorado lo deja todo; la pobreza, la riqueza, el trabajo, la ciudad, los amigos; todo se deja por el más bendito amor. Quién no es capaz de renunciar a todo por el amor, en realidad, no está enamorado. Yo conocí a mi mujer a las diez de la mañana y a las diez y cuarto, ya estábamos viviendo juntos. Esta podría ser la parte afectiva entre un hombre y una mujer pero, el amor, en todas sus acepciones, es algo maravilloso. Amar a las gentes es algo sensacional; y hay muchas formas de decirlo y demostrarlo. Por ejemplo, un amigo, te abraza, y en dicho envite te está diciendo que te quiere; mi madre, cuando me llamaba y me decía te extraño, en aquel momento, donde me encontrara, tomaba el primer avión y me iba a verla. La fuerza inusitada del amor, en todas sus vertientes, arrasa con todo.