jueves, 28 de mayo de 2015

La Magia de Facundo Cabral . (Pla Ventura. 2)






 La Magia de Facundo Cabral . (Pla Ventura. 2)

—Ante el hecho de su salud, la primera pregunta, maestro, es totalmente obligada:

¿Cómo se encuentra?

Estoy mejor; me han detenido el cáncer y mi ánimo es fantástico, hasta el punto de que en estos días, hice una gira por Venezuela, otro país que me fascina y ahora, estoy gozando del cariño de todos ustedes, los españoles de Ibi.

—Si me lo permite, maestro, debo decirle que le veo muy bien, su aspecto es envidiable pero quién lo diría ya que hace muchos años, un día de la vida, le diagnosticaron su enfermedad y si mal no recuerdo, le dieron como tres meses de vida.

¿Dónde está el milagro?

Yo diría que ha sido mi propia convicción ante la vida; fíjate que posiblemente, mi desapego por la vida resultó ser lo que me ha dado la posibilidad de seguir en este mundo. En definitiva, mucho me temo que, podemos hablar de milagro puesto que, cuando menos, mi actitud, logró conmover a la ciencia y, por encima de todo, demostrarles que estaban equivocados.

Como quiera que, hace ya muchos años, decidí vivir el presente porque no existe otra estación en donde pasar la vida, por esa razón, Dios me dio la chance de seguir entre ustedes.

—¿Qué siente, como es nuestro caso, al tener que actuar en una ciudad pequeña, como es Ibi?

El marco, me parece perfecto; los lugares comedidos son los ideales para mis conciertos. He actuado, como es lógico, en las grandes ciudades del mundo pero, repito, para contar mis vivencias a modo de conciertos, los lugarcitos mesurados son lo ideal. Trescientas, cuatrocientas butacas son el marco perfecto para que, juntos, gocemos de una velada inolvidable.

—¿A quién quiere usted conquistar?

A nadie. Soy yo siempre el conquistado. Los hechos así me lo demuestran. Yo subo al escenario tan liviano de equipaje como camino por el mundo. Posiblemente, la claridad de mis expresiones, unida a mis convicciones, es el detonante de que, tras mis conciertos, quedamos todos armonizados y como las
pretensiones mías son de compartir y nunca de conquistar, como te decía, es el público el que me conquista a mí.

—Por lo que intuyo, no es usted un amante de los grandes bullicios; digamos que, más bien todo lo contrario, ¿verdad?

Una vez me invitaron a una fiesta multitudinaria y, quedé asombrado; luego, tal acto, se lo contaba a Borges y me dijo:

¡cuidado! en las grandes fiestas no existe la alegría porque ante todo, la alegría es íntima y jamás se debe extrapolar hacia multitudes enfervorizadas. Por todo ello, sospecho que hoy, junto a vosotros, reinará la alegría.

—Maestro, ¿es la vida lo que usted soñaba?

Decía Krishnamurti que, la vida es lo que es y no lo que a los demás nos gustaría que fuera; por ello, si somos capaces de aceptarla, posiblemente, enfrente tendremos el espejo que nos mostrará lo que queremos ver.

—Usted ha pasado por trances muy amargos, por ejemplo, perder a sus seres más queridos, entre ellos, su madre, su esposa y su hija. ¿Cómo reconfortaría usted a los que han pasado por semejantes trances?

Me aferré a la vida. Sin lugar a dudas, la fuerza motriz que lo puede todo; es más, eso de perder suena pretencioso. Yo no perdí a nadie; se marcharon antes, se nos adelantaron en el camino, pero poco más. Es cierto que las personas a las que uno ama, aunque cambien de estadio, siempre viven con nosotros; es un acto de amor. Por el contrario, si no has conocido, jamás las has podido amar. Hablo en un sentido íntimo en torno a los seres queridos, pero en realidad, me sigo considerando un hermano que camina por el mundo. (Continua 3.)

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