viernes, 29 de mayo de 2015

La Magia de Facundo Cabral . (Pla Ventura. 3)


LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL. (Pla Ventura. 3)
LAS CONFESIONES DE FACUNDO CABRAL, 
el 30 de abril de 2006, en Ibi, Alicante.

—Hagamos, aunque breve, un recorrido por su vida, por su historia tan apasionante. Por ejemplo, ¿Cómo recuerda a Sara, su ejemplar madre?
Hay personas que, en devenir de su existencia, resultan totalmente inolvidables; recuerda que elegí a Sara como madre, por la misma razón por la que Dios la eligió como hija; nunca usó agenda porque hacía lo que amaba y, eso, se lo recordaba el corazón; es decir, se dedicó sólo a vivir y no le quedó tiempo para otra cosa. 

Ella caminó solita, con siete hijos e hizo miles de kilómetros caminando de pueblo en pueblo. Un prodigio de mujer de la que tanto aprendí.

—Al respecto de su inolvidable madre, hay una maravillosa anécdota de ella, de las muchas que protagonizara en su vida. Pero prefiero que nos la cuente usted. Sospecho que ya sabe usted a qué me refiero; aquella en que su madre hizo armar su propio cajón.

Es la que hace referencia en torno a tan singular mujer que, era tan agradecida con la vida que hasta cuando comíamos de la basura, se arrodillaba para darle las gracias por haber encontrado la comida. De tal modo, Sara, nos obligó a que construyésemos el cajón que tenía que llevarla cuando muriera y, una vez armado, en su parte superior de dicho cajón, a instancias suyas, pusimos ¡¡gracias!! Le daba las gracias al cajón que tenía que llevarla cuando muriera. 

Un prodigio de mujer que, como gran legado, me regaló su humanidad y, con tan bello tesoro, voy caminando por el mundo.

—Su madre, muchas veces, cuando le pedían que le calificara a usted siempre decía lo mismo: Facundo es un baúl. ¿Qué mensaje quería lanzarnos Sara ante tal definición?

Ella quería decir que un baúl como tal, por fuera, puede valer muy poco, sin embargo, —y ahí es donde ella enfatizaba— dentro puede haber un tesoro incalculable; lógicamente, para ella, yo era su gran tesoro. Y esa es mi herencia, saberme dentro de ese baúl que ella definía.

—Siguiendo con la hermosa filosofía de Sara, su inolvidable madre, me han contado que, poco antes de morir le llamó a usted en la Nochebuena de 1985 y, en silencio y en soledad, le susurró algo bellísimo; digamos que fue su último consejo antes de morir. ¿Nos puede relatar aquel momento?

Para mí, resultó ser algo sublime. De la gente que conozco,

—me dijo, porque ella era muy mesurada en sus definiciones—

eres el mejor hijo que he conocido en mi vida; es más, muero contenta porque cada día te pareces mucho más a lo que cantas y escribes. Ella no sabía leer ni escribir, pero como era tremendamente inteligente, aprendía párrafos enteros de la Biblia y los iba predicando por los pueblos. Es más, tenía su intrínseca filosofía y decía, “por nacer al revés siempre he sido rebelde, por eso no creo con nadie con estrellas en la frente” “prefiero caminar a pie que con caballo prestado, alguien, por aceptar una manzana, quedó para siempre endeudado”.

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