¿QUIERES SER MI HIJO? Reflexión
Era mi primer noche de trabajo en esa cafetería y el reloj marcaba la una de la madrugada. estábamos a punto cerrar el local y el dueño del café estalló furioso.
-¡Otra vez esa anciana! Tiene años haciendo lo mismo, llega desde las ocho, pide dos cafés como si esperará a alguien y siempre se va muy tarde. Dile que ya vamos a cerrar.
Yo observé a la mujer y sentí algo de pena, su mirada triste estaba mirando hacia la ventana. Me acerqué a ella y le hable con cortesía.
¿ Disculpe señora, espera usted a alguien?
La mujer volteó y me miro con cierta timidez.
Disculpe joven, en realidad tenía la esperanza de que el viniera hoy.
- ¿ A quien se refiere? Pregunté..
-A mi hijo -respondió con tristeza.
Lo siento señora- Expresé creo que el no vendrá.
- Tienes razón es que me siento tan sola que deseo a alguien con quien platicar.
Esas palabras me llenaron de sentimiento y comprendí que esa señora estaba igual de solitaria que yo. Mi madre me había abandonado por irse a vivir con un hombre al extranjero, desde entonces vivía sólo, solventado mis gastos para mi alimentación y mis estudios.
Mire...ya vamos a cerrar pero por la mañana no tengo nada que hacer, si usted gusta nos tomamos un café.
Es que el dueño de aquí es algo especial.
La mujer accedió y se retiró ofreciendo disculpas.
- Al otro día tal y como lo prometí la señora me esperaba. Como todo un caballero la tome del brazo y le dije que fuéramos a tomar café a otro sitio, lejos de la mirada curiosa de mi jefe y mis compañeros.
Entramos a un modesto local y pedimos dos cafés.
-¿ Y dígame dónde está su hijo? - le pregunté con curiosidad- ¿por qué siempre lo espera y nunca llega.?
La mujer bajo la cabeza y expresó.
Mi hijo olvido todo el sacrificio que hice por el, le di estudios y se convirtió en una persona importante, cuando tuvo oportunidad se fue alejando de mi, tiene cinco años que no recibo un abrazo, un beso, simplemente se olvido. Me olvidó ahora que estoy vieja y sola. Cuando el era pequeño lo traía tomar café en el sitio donde ahora trabajas tu, y le decía que cuando deseará platicar conmigo lo esperaría sentada en el mismo lugar de siempre. Han pasado muchos años y el nunca regresó.
Una lágrima rodó por su arrugado rostro.
No llore señora, yo también se lo que es estar sólo, yo hubiera querido una madre como usted que me esperará todas las noches. Si gusta podemos vernos por las mañanas aquí y así mitigaremos nuestra soledad.
Así fue como surgió una amistad sincera, esa mujer se convirtió en mi consejera, siempre tuvo un gesto de cariño hacia mi persona, yo acepté el cariño que su hijo le negó.
Así fue pasando el tiempo hasta que un día enfermó de gravedad, yo estuve con ella en el hospital día y noche, cuidando su salud, hasta que un doctor salió y con palabras frías me dijo- no hay nada que hacer- mis lagrimas fueron de profunda tristeza, realmente le había tomado afecto, pedí verla para despedirme de ella, cuando entre en el cuarto donde la tenían me acerqué a ella y le hable con dulzura.
-Hola, he venido a estar con usted, necesito que se reponga, ahora con quien tomare café por las mañanas.
- Gracias por estar aquí- respondió con la voz agitada, la vida se le estaba escapando- sólo te quiero pedir un último favor.
-Pídame lo que usted quiera, yo haré lo posible por complacerle.
¿Quieres ser mi hijo?
Haciendo un esfuerzo para no llorar enfrente de ella la tomé de la mano y le respondí.
-Usted es la madre que nunca tuve y yo soy el hijo que debió tener. Estoy agradecido por haberla encontrado.
Me acerque a ella y le di un beso en la mejilla, una sonrisa se reflejó en su rostro y murió en paz.
Esa tarde perdí a la mujer que se convirtió en mi madre por azares del destino. De su hijo nunca supe nada, aunque se que ella partió feliz porque encontró en mi, el cariño que le había sido negado. Es que el amor es así, se entrega a quien más se lo merece.
Autor: desconocido
Conmovedor relato que pasa en la vida real de una sociedad dormida.
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