martes, 26 de septiembre de 2017

FACUNDO CABRAL 10


FACUNDO CABRAL 10.

GALERÍA DE IMPOSIBLES

Una ciudad definitiva, imposible de olvidar.

Taxco, en México.

¿Por qué Taxco?

Porque es toda artesanal, está toda hecha a mano.

¿Una canción?

El breve espacio.

Un miedo.

Tener miedo.

Un libro.

La Biblia, sin ninguna duda.

Un amuleto.

Tal vez, en mi caso, sea la guitarra porque yo nunca he sido músico, soy un cantor. Creo que es un amuleto.

Un mandamiento personal.

“Para vivir mejor hay que ser mejor”, nunca me pude sacar eso de la cabeza.

Un error.

Bueno, no haber esquivado esa manifestación para llegar al avión a tiempo.

(Se refiere al avión donde murieron su esposa y su hija. Efectivamente, una manifestación que encontró en el camino hizo que llegara tarde y perdiera el fatal vuelo).

¿Te hubiera gustado estar en ese avión también?

Sí, tenía que estar yo, no ella.

Un paisaje.

Una puesta de sol en cualquier lugar de África.

Una comida.

Oh, hay tantas, pero la que casi pido constantemente sin pensarlo es una milanesa y puré de papa, casi es una cuestión automática.

¿Una época en la que te hubiera gustado vivir?

Ah, estar con el Bautista esperando a Jesús.

Una muerte.

La muerte de Borges. Estaba tomando sopa con mi madre. Mi madre lo amaba, no me olvido nunca de eso. Estábamos comiendo una sopa de sémola y sale un gran amigo nuestro en la radio, un hombre importante de la radio argentina, que además estuvo bastante cerca también de Borges, y dijo: “Hoy odio mi oficio ¿por qué me tiene que tocar a mí decir que Borges murió en Ginebra?”. Y mi madre no dejó de tomar la sopa y dijo: “¡Caramba! Ahora sí que vamos a ser pobres”. Esa fue una muerte terrible para mí. Porque no se puede suplantar tanta inteligencia, ahora hay que esperar otro siglo y yo me lo pierdo.

Un pecado capital.

El orgullo. Me cuesta mucho pedir auxilio, eso no lo pude superar nunca.

Un héroe personal.

Hay muchos, en mi caso, la señora Eva Perón.

Un lugar para envejecer.

Londres. No Londres exactamente. Oxford, el pueblecito, el lugar en el que entré la primera vez y supe y pensé: “Acá me gustaría despedirme de la vida”, porque vi una gran biblioteca y pocos cuartos y sólo aceptan gente sola y no hay música funcional ni aire acondicionado. Y dije: “Acá me sentaría a leer a Thomas Mann, a Italo Calvino, a Margarite Yourcenar; releería algunas cosas de Borges, principalmente la poesía, y moriría en paz con todos esos libros alrededor, en un sillón inglés”.

Un jamás.

Ser masivo, me gustaría no llegar nunca a eso.

Una canción de Facundo Cabral.

“Este es un nuevo día”, sin ninguna duda.

Una frase que se parezca a lo que piensas de la vida.

Una frase de Schopenhauer. Él decía la música, pero se podría decir la vida: “La música es la más misteriosa manera del tiempo, porque no hay espacio, es una ilusión compartida, todo es ilusión”.

La entrevista con Facundo Cabral se realizó en un sitio absurdo: en el sótano del Aeropuerto Internacional de Maiquetía, arrumbados en una brevísima oficina de Aerolíneas Argentinas. Cabral y yo, amén del operador de audio, la productora y la fotógrafa -ellos a ras de suelo- estábamos en una suerte de pecera. La oficina era toda de vidrio y a nuestro alrededor pululaban pilotos, aeromozas y secretarias del aire que husmeaban con curiosidad la inusitada reunión: allí estaba una vieja leyenda argentina, en sus muebles, soltando el delirante cuento de su vida. En la única pared posible reinaba un atlas, como suscribiendo el esquizoide deambular del trotamundos sureño. Pero nunca cupo tanto mundo en un lugar tan pequeño. Cabral había llegado con su bastón prematuro, muy Borges él, y sin mayor incomodidad por el sitio, abrió el chorro incansable de su historia. Nos extraviamos en el tiempo. Hablamos más de lo pensado. La literatura nos hizo seres de confianza. Al final, insistió en llevarse el texto de presentación y la promesa de un futuro abrazo. El piloto del avión donde iba a volar apareció, sudoroso, con un viejo disco del cantautor en busca de la inevitable firma. Cabral se fue, a seguir pateando el mundo, y ya, esa vieja oficina no sería la misma nunca más. Apretada, pero inolvidable, estaba en ella la vida entera de Facundo Cabral...(Sigue 11)

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