EL DELANTAL DE MI MADRE.
Desde que amanecía hasta que caía la noche, ese delantal siempre fue como el uniforme de mi madre. Apenas iniciaba sus labores ella se enfundaba en él y su trajinar era imparable.
Admirable toda la energía que ella tenía, barría, sacudía, trapeaba, cocinaba, lavaba trastes, ropa, cuidaba de su jardín. Siempre de arriba para abajo, con la alegría que le daba el poder servir a quienes amaba.
Jamás una queja, con una sonrisa y su amable disponibilidad, así diariamente hasta que terminaba el día, que dejaba en un rincón su delantal sucio, y el limpio colocado en el respaldo de su silla, listo para la mañana siguiente.
Así fue pasando el tiempo, hasta que ella como a un reloj se le fue acabando la pila, a veces paraba, a veces seguía. Empezó a no ser continuo ese laborar. De pronto un atardecer paro por completo... Sus ojitos se cerraron como un telón que anunciaba que la función había terminado.
Sus manitas no volvieron a mover nada de la casa, se hizo un gran silencio. No se oyo más su voz cantando mientras trabajaba, ni el sonido de sus pasos resonando por doquier, sus plantas empezaron a marchitarse como extrañando la atención de ella.
No se olía ya la comida recién hecha, su cama guardo para siempre el calor de su cuerpo, su almohada los sueños y lágrimas de tantos años, su rosario en el buro quedó con sus cuentas desgastadas por el uso... y su amado delantal que cobijo toda una vida su cuerpo... ahí en el respaldo de su silla, donde ella por último lo dejó.
Nunca me di cuenta cuánto significaba ese delantal hasta que lo vi colgado por ultima vez
Patricia Alcantar
Derechos Reservados
Nayarit México
Imagen tomada de la red
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