miércoles, 9 de marzo de 2022

LA OTRA. Poema

LA OTRA

Yo me casé por la iglesia, me casé como Dios manda:
un ramito de azar mustio sobre la solapa
santiguando los pecados de un hombre que apunta canas.

Ella vestida de blanco ¡pureza certificada!
Una alfombra hasta la puerta, órgano, misa, campanas, y un anillo de oro con una fecha grabada.

Pero fue lo que Dios quiso por esas cosas que pasan
entre hombres y mujeres que nadie puede explicarlas.
Ella torció su camino de la noche a la mañana.
No sé si fueron razones… o fue un cariño que abraza;
pero a nadie... a nadie deseo ese tormento que mata.

La duda entre ceja y ceja como un cuchillo clavada,
viendo irse de las manos algo que se nos escapa.
Nunca le hice reproche ni le dije una palabra,
pero yo lo presentía, que el corazón nunca engaña;
y un día... nos separamos y aquí la historia se acaba.
Y más solo que la luna me quedé solo en mi casa
con un silencio de muerte y las puertas empestilladas.
Lo que pasé, ¡Dios lo sabe! Hay penas que nunca se acaban.

Un día encontré a “la otra” ¡La otra!
Esa palabra que sin tener filo muerde y sin ser cuchillo mata.
“La otra”, una mujer de la calle 
con un corazón de oro y una vergüenza en la cara.
Un cariño recio y hondo fuerte como una muralla
trabajadora y sencilla, alegre, risueña, casta;
leona pa´ defenderme y una hormiga pa´ la casa.
Y a esa le llaman ¡la otra! como una espina que daña.
¡y es la que sufre conmigo, y es la que seca mis lágrimas
y se funde en mi alegría igual que el oro en la fragua!

¡Sí... yo me casé por la Iglesia; me casé como Dios manda!
Ella vestida de blanco... "pureza certificada"
La otra... ni se ha vestido de blanco ni le han tocado campanas,
ni le han prendido azahares que a ella no le hacen falta
para ser pura y sencilla como una fuente sellada.

Y aunque la llamen "la otra", yo sé que es la mía ¡y basta!
Pero que nadie la toque, nadie diga una palabra
que pueda ofender su nombre;
que nadie intente humillarla, que me juego de hombre a hombre
y me mato cara a cara con quien sea y donde sea.
Que si no tiene un anillo con una fecha grabada,
yo le he regalado uno con besos limpios, sin mancha,
y la he vestido de novia con rayos de luna blanca.
Y aunque no es “mi señora”, ni le han tocado campanas
ni le han prendido azahares… ¡Me quiere como Dios manda!

Manuel Benítez Carrasco. (España)

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