EL PESO DE LA CORONA.
“Una esposa virtuosa y digna [seria y fuerte de carácter] es una corona de gozo de su marido…” Proverbios 12:4
Las mujeres somos románticas por naturaleza. Nos encanta ver un hombre que trate a su amada como a una reina.
Hollywood y las novelas han sido una gran fuente de inspiración para muchas de nosotras, pero también ha distorsionado nuestras expectativas sobre el tema. Nos hacen olvidar que las historias que están en pantalla, son fruto de la fantasía de alguien. Las redes sociales también nos han hecho un poco de daño… Vemos esas fotos de mujeres a las cuales alguien las hace muy felices, y queremos comparar nuestra de pareja con una foto o un video, de un momento.
Como mujeres debemos aterrizar a la realidad, de que la mayoría de los bellos momentos que vemos plasmados en otras historias, son la edición de lo mejor de una relación.
Tener una relación valiosa y sólida que mostrar, tiene un precio; y la corona que te hace ser una reina tiene un peso. Esto vale, para solteras y casadas. Es muy fácil ver a alguien disfrutar un momento de honra de parte del hombre que Dios le dio, y suspirar… Pero, te has hecho la pregunta: ¿Cuál es el precio que hay que pagar para llegar ahí? ¿Cuál es el peso de la corona de una reina?
Las coronas no se ganan por lo bien que ajusten los jeans, por lo que diga la báscula o por las cifras que sean acreditadas a tu cuenta cada mes. Tampoco las finas marcas de tus zapatos o carteras, o cuantos certificados hayas obtenido; porque se puede ser inteligente y preparada y carecer de sabiduría. Una corona se le otorga más al carácter y a la manera de conducirse, que a cualquier otra cosa. Eso implica, ser una mujer celosa de los valores que la rigen, más que su orgullo o proyección personal.
Las reinas son aquellas, que han sabido perder likes en una foto de sus redes sociales, porque su alto nivel de modestia no les permite enseñar de más ante una cámara. Son mujeres que saben que mantener la paz del hogar siempre será mejor que tener la razón en una discusión. La reina ha sacrificado proyectos y metas personales, para ser responsable con el fruto de su vientre, y dedicarle el tiempo merecido. Las reinas pagan el precio de que la gente hable con desprecio de su sujeción a Dios y a su marido, pero ocupa su rol con virtud y gozo.
En el diseño divino, la corona no está hecha de oro ni piedras preciosas, sino de la vida de una mujer con buenos rasgos de carácter y las obras piadosas que la sustenten. Para un hombre y una familia, la corona eres tú misma.
El deseo de Dios es que como mujeres aprendamos a vivir nuestro diseño. Que las diademas que nos adornen no sean perecederas sino que sean la virtud, la idoneidad, el ser la corona que nuestros hombres exhiban con orgullo y que nuestros hijos sean la prueba de nuestro legado de bendición.
No te dejes embobar por una foto, por un video o una película editada. Despiértate. Las reinas verdaderas son de carne y hueso, reconocen sus errores; pero han decidido aprender de ellos para ser la mejor versión de ellas mismas cada día. Ser reina no es fácil y las coronas pesan mucho; pero que bien se siente y que gran honor es, que tu marido e hijos te alaben y que te llamen bienaventurada.
“Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada (feliz, afortunada, celebrada y envidiada); y su marido llena su boca de alabanzas a ella.” Proverbios 31:28
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