viernes, 7 de marzo de 2025

SE TU PROPIA LUZ.

 

Desde pequeña, Tina se enfrentó a un mundo que la etiquetaba sin compasión. En la escuela, las burlas eran parte de su día a día: "bruta", le decían, "no entiendes nada". Cada comentario, cada mirada, la hacía sentir más aislada. Pero lo que nadie sabía es que su mente era un campo de batalla, y ella, una guerrera solitaria.
Mientras otros escuchaban las palabras de la profesora y las absorbían con facilidad, Tina se encontraba atrapada en un silencio que no comprendía. No era que no quisiera aprender, sino que su cerebro tenía que crear soluciones donde otros no veían problemas. Al principio, fue el simple acto de sentarse en los primeros puestos, cerca de la fuente del sonido. Pero esa era solo la capa más superficial. Lo más profundo era que su mente se vio obligada a desarrollarse de formas que la mayoría de las personas ni imaginarían.
En su casa, las cosas no eran diferentes. Sus padres, agotados por la vida, no vieron lo que realmente pasaba. La castigaban cuando no entendía una canción correctamente o cuando su pronunciación parecía equivocada. No entendían que ella simplemente no podía escuchar bien. El dolor de esas críticas se fue acumulando, pero su resiliencia también creció en silencio, sin que nadie lo notara.
Pasaron los años. Tina, con el corazón roto pero determinado, siguió adelante. Nadie le dijo que tenía un problema de audición, ni que esa era la raíz de sus dificultades. En su lugar, la vida le enseñó a leer los labios, un arte que nadie le enseñó, pero que ella aprendió con el esfuerzo de cada día. Le dio una fuerza que no sabía que poseía, una capacidad para entender lo que otros decían sin necesidad de escucharlo. Pero siempre hubo algo más: la duda. Esa constante sensación de no ser suficiente, de no poder encajar, por algo que no entendía del todo.
Todo cambió cuando su hijo nació y se le diagnosticó hipoacusia bilateral. Fue entonces cuando la verdad salió a la luz. Los médicos, en un intento por entender la causa, descubrieron que ella misma había vivido con pérdida auditiva toda su vida, sin saberlo. A los 40 años, Tina comprendió por fin lo que le había sucedido. La niña que se había creído "bruta" toda su vida, la niña a la que le decían que no entendía, solo había estado luchando con algo que no podía controlar.
Y entonces, en medio de su dolor, surgió una nueva claridad. Ya no sentía vergüenza de sus luchas pasadas. No, ahora se admiraba. Porque ella, con todo en contra, había salido adelante. Había logrado superar un sistema que nunca la entendió, una familia que nunca la vio y una sociedad que la juzgó.
Hoy, a sus 40 años, Tina usa un audífono. Y aunque todavía escucha un mundo que le llega de manera diferente, ya no tiene miedo de escucharlo. Porque sabe que, aunque la vida no la escuchó en su momento, ella aprendió a vivir con esa sordera silenciosa, a encontrar su propio camino en un mundo que no le permitió oír.
Y ahora, por fin, es ella quien se escucha a sí misma, fuerte, clara y sin miedo.

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