lunes, 8 de octubre de 2018

FACUNDO CABRAL. (1983) EL MUNDO ESTABA BASTANTE TRANQUILO CUANDO YO NACÍ. (Monólogo 4. Transcripción Juana Macedo)


De pueblo en pueblo aprendí a cantar de los cantores callejeros, en los mercados, en las plazas, en los templos y las estaciones de trenes, eran ciegos, mendigos, indios, anarquistas. Oyéndolos pensé el hombre que canta estas cosas, no puede morir jamás. 

"Los cantores de mi pueblo, llevan gorra bataraza, pañuelo en el cuello y a veces bufanda, me gusta la camiseta, la camiseta de prisa y armar su propio cigarro con una sonrisa. Los cantores de mi pueblo, con su guitarra barata, van de boliche en boliche, por toda la patria, llevan dentro del estuche, en el lugar más cuidado, una foto de don Carlos, el del mercado de abasto. Los cantores de mi pueblo se enamoran muy seguido, de las muchachas robustas que encuentran en el camino, se juegan la vida enfrentando a la injusticia, pero frente al amor, caen de rodillas"
Los cantores de mi pueblo tienen como favorita, la flor más humilde, la margarita. (Aplausos) 

Al final llegó la fama, que es una prostituta que se da al mejor postor, aunque sea el peor. Yo pensaba que con la fama se arregla todo, los dolores de cabeza, los problemas sociales, los cortes de luz, la copa América, pero no. Es más todo se complica porque la fama casi siempre trae dinero y yo no fui la excepción. Por culpa del dinero mis parientes que siempre tuvieron hábitos sencillos, se dieron cuenta que necesitaban collares, automóviles, tarjetas de crédito, videocaseteras y vacaciones en el Caribe. 

Para los que quieren confort la fama es la solución, no el trabajo, porque ya está comprobado que el trabajo no enriquece a nadie, los rusos lo saben, por eso les digo a los interesados en el dinero que el camino es la fama, no el trabajo. Además se puede llegar a la fama de muchas maneras, bailando como Sergio Velasco Ferrero, hablando por teléfono como Susana Giménez, llorando como los Visconti, o pegándole a todo el mundo como Tyson (risas). Ya ven que no es tan difícil ser famoso, en el mundo en que vivimos, cualquiera puede serlo, aunque sea por quince minutos. 

La fama te da todo pero a cambio de tu libertad, porque te esclaviza a la gente con la que tenes que ser eternamente simpático, y a los periodistas con los que tenes que ser eternamente convincente y novedoso. ¿Y quién carajo puede ser convincente y novedoso todo el tiempo? (risas) Además por bien que te portes siempre habrá algún periodista que publique que no pagas tus deudas, que cobras demasiado caro, o que cobras barato porque sos un demagogo, porque cantar gratis es una limosna y la limosna no sirve. 

La fama te obliga a sonreírle a los presidentes y hablar boludeces con los gobernadores, la fama es una prisión de oro, una enfermiza hembra que te expone ante cualquiera, que ilumina los rincones de tus debilidades o multiplica tus aciertos. 

En mi caso decía Borges, la fama es un error unánime y es verdad, la fama es un error unánime al que uno no debe sumarse, para que la fama sea nada más que un bullicio que sucede fuera de uno. Yo lo intenté pero no soy un hombre social. Badía y Mareco saben que lo intenté, lo sabe Neystadt, lo sabe Antonio Carrizo, lo sabe Julio Márbiz, lo sabe Mauro Viale, estuve muchas veces con todos ellos en sus programas, lo sabe Clarin, La Nación, Crónica, los periodistas de muchos países lo saben, no soy un hombre social. 

La gente sabe que lo intenté pero no soy un hombre social, me cuesta meter los pies en los zapatos y las manos en los guantes, no sé recibir premios, nunca pude meterme dentro de un esmoquin como Sinatra o Mateyko. No sé qué hacer con los Discos de Oro. Nunca aprendí a hacer un best seller, es más casi me avergüenza firmar libros, nunca tengo hambre en las cenas de gala. Mi corazón se ahoga en las embajadas y las inauguraciones. Por eso decidí volver a la paz del anonimato. 

Yo no soy un hombre social, pero de todas maneras soy un aristócrata porque mi Padre es el rey, el rey del universo que no me privo de nada, ni siquiera de la miseria y la soledad, inevitable para crecer. Habito un palacio de cinco continentes y tengo todo el tiempo que hay (Aplausos) 

"Por mucho que disimule, se nota mi libertad. Privilegio que el esclavo, nunca me perdonará. En cualquier lugar que cante, aunque hable de mariposas. El pobre siempre se asusta y el rico siempre se enoja".

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