martes, 17 de julio de 2018

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN. LIBRO DÉCIMO. 66, 67

66. Por eso consideré las enfermedades de mis pecados en su triple concupiscencia e invoqué tu diestra para mi salud. Porque vi tu esplendor con corazón enfermo, y, repelido, dije: ¿Quién podrá llegar allí? Arrojado he sido de la faz de tus ojos. Tú eres la verdad que preside sobre todas las cosas. Mas yo, por mi avaricia, no quise perderte, sino que quise poseer contigo la mentira; del mismo modo que nadie quiere decir la mentira hasta el punto que ignore lo que es la verdad. Y así yo te perdí, porque no te dignas ser poseído con la mentira. 67. ¿Quién hallaría yo que me reconciliase contigo? ¿Debí recurrir a los ángeles? ¿Y con qué preces, con qué sacramentos? Muchos, esforzándose por volver a ti y no pudiendo por sí mismos, tentaron, según oigo, este camino y cayeron en deseos de visiones curiosas y merecieron ser engañados, porque te buscaban con el fasto de la ciencia, hinchando más bien que hiriendo sus pechos; y atrajeron hacia así, por la semejanza de su corazón, a las potestades aéreas, conspiradoras y cómplices de su soberbia, las cuales con sus poderes mágicos les engañaron, por buscar un mediador que los juzgara, que no era tal, sino un diablo transfigurado en ángel de luz. El cual atrajo sobremanera a la carne soberbia, por el hecho mismo de carecer de cuerpo carnal. Eran ellos mortales y pecadores, y tú, Señor, con quien ellos buscaban soberbiamente reconciliarse, inmortal y sin pecado. Mas era necesario que el Mediador entre Dios y los hombres tuviese algo de común con Dios y algo de común con los hombres, no fuese que, siendo semejante en ambos extremos a los hombres, estuviese alejado de Dios; o, siendo semejante en ambos extremos a Dios, estuviese alejado de los hombres, y así no pudiera ser mediador. Así, pues, aquel mediador falaz por quien merece, según tus secretos juicios, ser engañada la soberbia, una cosa tiene de común con los hombres; es a saber, el pecado; y otra que quiere aparentar tener con Dios, mostrándose inmortal por la razón de no hallarse revestido de la carne mortal. Pero como el estipendio del pecado es la muerte, síguese que tiene esto de común con los hombres, por lo que juntamente con ellos será condenado a muerte.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario