lunes, 30 de julio de 2018

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN. LIBRO DUODÉCIMO. 39


39. Mas, de ellos, uno se fija en lo que está escrito: En el principio hizo Dios..., y vuelve sus ojos a la sabiduría, principio, porque también ella nos habla. Otro se fija en dichas palabras, y entiende por principio el comienzo de todas las cosas creadas, interpretándolas de este modo: En el principio hizo, como si dijera: primeramente hizo. Y entre los mismos que entienden por la expresión en el principio en el que tú hiciste, en la sabiduría, el cielo y la tierra, uno de ellos entiende por estos nombres de el cielo y tierra, que fue designada la materia creable del cielo y de la tierra; otro, las naturalezas ya formadas y especificadas; otro, una formada y espiritual, con el nombre de cielo, y otra informe, de materia corporal, con el nombre de tierra. Y todavía, entre los que entienden por los nombres de cielo y tierra la materia informe aún, de la cual se habría de formar el cielo y la tierra, no lo entienden de un mismo modo, sino uno dice que era de donde se había de dar fin a la creación inteligible y sensible; otro, solamente que era de, donde había de salir esta mole sensible corpórea que contiene en su enorme seno las naturalezas visibles que están a la vista. Pero ni aun los que creen que en este lugar son llamadas cielo y tierra las naturalezas ya dispuestas y organizadas lo entienden tampoco de un modo mismo; porque uno se refiere a la creación invisible y visible, otro a la sola visible, en la que vemos el cielo luminoso y la tierra oscura y las cosas que hay en ellos.

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