Pero lo que daba vuelta también como la guitarra era la ginebra y a mí me había entusiasmado bastante la idea esta de la ginebra, porque cuando estaba borracho era como que no estaba vivo y realmente yo no quería vivir, estaba inmensamente dolido, ni hablaba. Iba a ser una gran desdicha si no me hubiera cruzado con la gente que me crucé.
Y a los 14 años robé 3 botellas, dos de ginebra y una de wisky y la robé mal porque salí corriendo del bar y la comisaría estaba en frente. Y me metieron en lo que los mexicanos llaman el bote, por suerte en la cárcel apareció mi primer regalo, porque en la cárcel había un jesuita que fue el señor que me enseñó a leer y empezaron los grandes regalos de la vida, los libros, esa gente inmensa que había pensado cosas extraordinarias desde el “popol vuh de los mayas” hasta el “Eclesiastés de Salomón”. Pero no me permitía jamás meterme en un libro estrictamente religioso, es decir que yo tuve con este señor, ahí adentro 3 años, una formación intelectual muy sofisticada, leíamos a los presocráticos, la poesía de Chan su, leíamos a Confucio, llegamos hasta los filósofos existencialistas, Kirkigan, pero nunca una cosa, que mal llamamos religiosa, porque religión es armonizar diferencias, no separarse en una secta, de ninguna manera y estar siempre lejos del poder que es lo que pudre al ser humano. Eso es el verdadero religioso, el hombre que busca la verdad para compartirla sin fronteras, solamente escuchando su conciencia que es la sucursal de Dios en cada uno, ella sabe lo que está bien y lo que está mal...
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