FACUNDO CABRAL. Su mejor Testimonio - 3
(Transcripción Juana Macedo)
Bueno cuando yo tenía 9 años o 9 años y medio más o menos, me fui a trabajar al campo para ganar más dinero, mi madre ya estaba bien, mis hermanos empezaban a estudiar, a leer y a escribir, yo era analfabeto por supuesto.
A pesar del techo y del trabajo, había un profundo dolor en mi vida, era mi padre claro, bueno el marido de mi madre, pero no era porque me faltaba mi padre, vean ustedes, seguramente acá debe haber más de uno que vivió esta circunstancia, no era que yo me sentía mal, yo me sentía mal por mi madre, la veía tan sola, pasaba por un lugar como este y decía: porque demonios esta gente, todos está todo el mundo juntos desayunando, con su mujer, con su familia, por qué mi madre no, yo no entendía esa historia.
No era por mí a mí me valía que estuviera mi padre o no, yo ya estaba criado y sigo siendo un hombre orgulloso de mi soledad y mi camino, pero era ella; yo sentía que ella se merecía un hombre al lado.
Una hembra se completa cuando llega su hombre, un hombre es una realidad a medias hasta que llega su mujer, salvo que Dios tenga otro plan. A mí seguramente me dijo: Vas a vivir todo lo que estás viviendo y lo vas a contar, serás mi testigo, yo no necesito otra cosa, a ti te hizo sacerdote, Jesús no tuvo familia propia tenía una tarea, pero excepto esos casos excepcionales, Teresa, se supone que nacemos juntamos hembra y macho y hacer de esas dos mitades una unidad, por eso me jodía.
Cuando me fui al campo yo vivía solamente con gente mayor, los peones de campo eran tipos que tenían por lo menos de treinta años para arriba y se bebía mucho y se fumaba mucho, y empecé a beber con ellos como un juego, porque yo veía que el alcohol era como mágico. Un paisano tímido que no se animaba a decirle nada a Matilde, la hembra de la cantina, cuando tenía dos copas le tocaba las nalgas y era… y yo dije: esto es mágico, que fácil tomo un poco de esta basura y soy valiente y me olvido de mis cosas y me voy a acercar a quien me quiero acercar. Bueno para hacerla muy corta, a los once años yo era alcohólico, pero alcohólico, clínicamente alcohólico, yo robaba para beber una botella de vino Padre, yo bebía una botella de licor por día, a los once.
Por supuesto que el alcohol aumentó mi odio, es típico, me obstruyó más la cabeza que trabajaba mal y poco y me taponeo el corazón, me acostumbré a robar para beber y de pronto tenía 24 robos y había quemado dos escuelas, una comisaría y la sucursal de un banco y ya era el líder de una gavilla, robábamos periódicos a los que los vendían en esta esquina y los vendíamos en aquella esquina, se los robábamos a golpes, mandé mucha gente al hospital, mucha gente, era muy violento, casi con placer, alguien me tenía que pagar esto, yo no sabía que esto era una lección, no un problema, Dios a mí me debe querer mucho, porque me puso toda esta experiencia adelante.
Lo que llamamos problemas son lecciones, el solo hecho de tomarlo como problema ya te venció, si tenés un cáncer que alguno lo debe tener aquí, pensá que es una lección vas a aprender mucho y va a ser un gran negocio, yo no sabía en esa época esto, para nada, pensaba que Dios era amigo solamente de aquellos a los que les va bien, después supe que dura fue la experiencia de su hijo directo y otras tantas como el Bautista.
A los 14 años ya tenía todos esos robos y me cazó la policía y me metieron a la cárcel por 4 años, de 14 a 18 años, una condena de 4 años y se iba a revisar cuando terminara, porque a los 18 en Argentina uno es mayor de edad, y posiblemente pasara, por la calidad de los delitos, pasara una cárcel de mayores, existía esa posibilidad, o sea, que hubiera podido estar un rato más largo, pero yo me escapé un año antes.
Siempre me le escapé a la policía, también cuando la policía trabajó como de costumbre para los dictadores en Sud América, siempre me escapé y cuando no me les escapé, logré cambiar a más de uno de ellos. Yo tengo 87 detenciones en mi país por culpa de las dictaduras militares y 14 veces la picana eléctrica a los testículos padre… pero le voy a contar lo que pasó en la cárcel… (Continúa 4)
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