jueves, 1 de enero de 2015

EXAMINANDO EL MAL (Transcripción Juana Macedo del libro Lecciones de Vida)

EXAMINANDO EL MAL
(Transcripción Juana Macedo del libro 
Lecciones de Vida)

En medio de un bosque vivía un ermitaño, sin temer a las fieras. Es más, por concesión divina o por tratarlas continuamente, entendía su lenguaje y hasta podía conversar con ellas. Un día en que dormía bajo un árbol, se cobijaron allí, para pasar la noche, un cuervo, un palomo, un ciervo y una serpiente. Y, con el fin de pasar el rato, empezaron a discutir sobre el origen del mal.

-El mal procede del hambre –empezó el cuervo-. Cuando uno come hasta hartarse, se posa en una rama, grazna feliz y todo lo ve color de rosa. Pero si durante días no se prueba bocado, cambia la situación y ya no parece tan divertida ni tan bella la naturaleza. ¡Que desasosiego! No hay paz. Y si descubro un pedazo de carne, me abalanzo sobre él ciegamente. Ni palos, ni piedras, ni lobos enfurecidos lograrían hacerme soltar la presa. ¡Cuántos perecemos como víctimas del hambre! No cabe duda de que el hambre es el origen del mal.

-El mal proviene del amor –Opinó el palomo-. Si viviéramos sin hembras soportaríamos las penas. Más, ¡ay!, vivimos en pareja y amamos tanto a la nuestra que no hallamos un minuto de paz, siempre pensando en ella: “¿Habrá comido?; ¿tendrá abrigo?”. Y, cuando se aleja, nos sentimos perdidos y nos tortura la idea de que un gavilán la haya despedazado o de que el hombre la haya hecho prisionera.

La buscamos con loco afán, y, a veces, corremos hacia la muerte, pereciendo entre las garras de las aves de rapiña o en las mallas de una red. Y si ella desaparece uno no come ni bebe, buscándola y llorándola. ¡Cuántos morimos así! ¿Lo ven? Todo el mal proviene del amor y no del hambre.

-No, ¡el mal viene de la ira! -dijo la serpiente- si viviésemos tranquilos, si no buscásemos pelea, todo iría bien. Pero, cuando algo resulta distinto a como quisiéramos, nos arrebatamos y todo nos ofusca. Solo queremos descargar nuestra ira en el primero que hallamos. Entonces, como locos, silbamos y nos retorcemos, tratando de morder a alguien. No hay piedad; mordería uno a sus propios padres; podríamos comernos a nosotros mismos; y el furor acabaría por perdernos. Sin duda, el mal viene de la ira.

No, -dijo el ciervo-, el mal proviene del miedo. Si fuera posible no sentirlo, todo iría bien. Nuestras patas son ligeras y nuestro cuerpo vigoroso. Nos defendemos de un animalejo con nuestros cuernos, y la huida nos preserva de las fieras. Pero es imposible no sentir miedo.

Apenas cruje una rama o se mueve una hoja, temblamos de terror, el corazón palpita, como si saliese del pecho y echamos a correr. Otras veces, una liebre persigue una fiera y salimos disparados, tal vez hacia la muerte. A veces, para eludir a un perro, vamos a dar con el cazador; otras, corremos sin rumbo y caemos por un precipicio. Dormimos listos para correr; alertas, llenos de terror. No hay modo de disfrutar un poco de paz.

De ahí deduzco que el origen del mal está en el miedo.

Finalmente, intervino el ermitaño y dijo lo siguiente; -No es el hambre, el amor, la ira, ni el miedo la fuente de nuestros males, sino nuestra propia naturaleza. 

Ella es la que engendra el hambre, el amor, la ira y el miedo.

León Toistoi

El mal está sólo en tu mente y no en lo externo. La mente pura siempre ve solamente lo bueno en cada cosa, pero la mala se encarga de inventar el mal. 

1 comentario: