LA TAREA
—No aceptaron mi tarea, abuelo
—dijo entristecido el chico de diez otoños.
—¿Por qué? —preguntó algo molesto el abuelo.
—Dice la maestra que la vuelva a hacer, porque no es igual a la de los demás.
Que no es lo que ella esperaba, y que mi tarea es una locura.
—¿De qué se trataba la tarea?
—De escribir en un párrafo y dibujar lo que yo quería ser cuando fuese grande.
—¿Qué fue lo que escribiste? ¿y qué fue lo que dibujaste?
El niño le pasó primero el dibujo de un astronauta, y el abuelo sonrió. Y enseguida la hoja con un párrafo de seis líneas de lo que él quería ser:
UN ASTRONAUTA.
Y en la parte de arriba de ambas hojas se podía ver un enorme “cero”.
—¿Dijo la profesora alguna otra razón por la cual te puso este cero?
—Sí.
—¿Cuál?
—Que en este pueblo eso es imposible y que nadie jamás de este pueblo ha sido tal cosa.
Que desista de ese sueño de película.
Que eso solamente se ve en los libros de cuentos. Que ponga los pies sobre la tierra.
—¿Tú le ves algo malo?
—No.
—Entonces, mañana llévale la misma tarea, pero con esta explicación al final. Escribe: «Soy del planeta Tierra. No soy de ningún país, ni de ninguna frontera, porque todo hombre que muere regresa a ser polvo de la tierra, no importa en qué país esté. Todo lo que un hombre es, cualquier otro hombre también puede ser.
Lo que necesita es solamente moverse del lugar y mantenerse esforzándose en lo que quiere.
Los hombres que imitan a otros no pasan de ser una sombra, pero los que crean cosas nuevas llegan a hacer sombra para otros.
Los grandes hombres de la historia se han tenido que marchar de sus pueblos para triunfar en otros. Yo voy a ser astronauta, en este país o en cualquier otro.
Yo voy a ser astronauta, crea usted o no crea.
Yo voy a ser astronauta, si a mis amigos les gusta
o no.
Yo voy a ser astronauta algún día.
Seré astronauta si usted me vuelve a poner cero…, o no».
El chico metió la tarea a su mochila y el abuelo le dio otra nota sellada para que se la entregara después de que ella leyera su tarea.
Al día siguiente la maestra revisó otra vez la tarea. Los ceros llevaban dos líneas encima.
Leyó la nota al final de la tarea y se enfureció.
Al verla irascible, el chavillo le entregó la nota del abuelo:
—Mi abuelo dijo que leyera este papel.
Ella lo abrió y leyó:
«Usted comete un error, maestra.
Mi nieto cree que será astronauta y usted no cree en él.
Usted cree en la lealtad de su esposo, y mientras todo el mundo le dice lo contrario, usted sigue creyendo que él es fiel, porque eso la mantiene feliz.
Debería de aplicar el mismo ideal con sus alumnos. Aunque todas las circunstancias le digan lo contrario, usted siga creyendo en lo que ellos quieran ser, y eso la mantendrá feliz… Atte.: El Abuelo».
En la tarde el chico regresó contento con la calificación nueva y le preguntó a su abuelo qué fue lo que escribió en la nota que hizo que la maestra entrara en razón.
—Algunas personas, hijo, sólo necesitan que les abran los ojos un poco para que puedan ver las maravillas que tienen a su alrededor.
ASÍ HABLÓ EL ABUELO
Por Marco Antonio Garay Cartagena
Autor de:
EL DESCENDIENTE DE LA PIEDRA,
PIES DESCALZOS,
CUENTOS MONSTRUOSOS,
EL CASTILLO.
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