DE LAS CASAS
Un albañil pidió:
- “Maestro, háblenos de las casas”
Y entonces Al Mustafá dijo:
-”Levanten con vuestra imaginación un ramal en la selva, que será mejor que construir una casa dentro de las murallas de la ciudad, porque aunque en vuestra vejez sientan deseo de un hogar, de la misma manera el vagabundo que vive en ustedes preferirá el camino y la soledad, los excitantes hallazgos del momento, la libertad, porque vuestro cuerpo es la mejor morada pues crece bajo el sol y duerme en la quietud de la noche.
Sueña ante los misteriosos habitantes de la madrugada y en el sueño vuestro cuerpo abandona la ciudad en busca del bosque y la montaña.
Si yo pudiera tener vuestras casas en mis manos, como sembrador las desparramaría por los bosques y praderas para que los valles fueran vuestras avenidas y la hierba y las flores vuestras calles. Para que pudieran sentarse a conversar en los viñedos, y después volvieran a vuestras casas con la fragancia de la tierra en vuestra ropa.
Pero todavía no es el momento en el que esto suceda, todavía como vuestros antepasados, el miedo los apretuja en las ciudades. Todavía las murallas de vuestra ciudad separan vuestras casas de los campos, de los bosques, de las montañas y los mares.
Y ahora les pregunto: ¿Qué tienen en esas casas? ¿Qué guardan tras las puertas y los candados? ¿Tienen paz y la serenidad que hace sospechas de su poder? ¿Tienen recuerdos que les iluminan la mente? ¿Tienen la belleza que les lleva al corazón desde las casas de madera y piedra hasta la montaña sagrada? ¿Tienen eso en vuestras casas o solo tienen comodidades y ansia de más comodidad, deseos que entran como fantasmas y van de invitados hacia señores de vuestras casas? Amos que a latigazos hacen marionetas con vuestros mayores deseos.
El deseo tiene las manos de seda pero el corazón de hierro. Arrulla vuestros sueños solo para estar cerca de la carne que debilitará para sacarles de a poco la dignidad. El deseo se burla de vuestros sentidos y después los tira por la ventana. El deseo de comodidad mata la pasión del alma y luego acompaña entre muecas y risas al funeral.
Pero ustedes, criaturas del espacio, los inquietos a los que no tienta el descanso, no serán atrapados ni domados, vuestra casa no será ancla sino mástil, no será la venda que cubra la herida sino el párpado que protege la pupila. No plegarán las alas para cruzar las puertas, no bajarán la cabeza para no golpearse contra el techo ni tendrán miedo de que al respirar las paredes se derrumben, es decir, ustedes no habitarán las tumbas que los muertos hacen para los vivos. Y aunque vuestra casa sea espléndida, no aprisionará vuestro secreto, no asfixiará vuestros anhelos porque lo que en ustedes es infinito habita la casa del cielo cuya puerta es la niebla de la mañana y sus ventanas los cantos y el silencio de la noche.
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