lunes, 23 de marzo de 2015

Juan 18.10-24




10.Simón Pedro tenía una espada, la sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha.

11.Jesús dijo a Pedro: «Coloca la espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?»

12.Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron

13.y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año.

14.Caifás era el que había dicho a los judíos: «Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo.»

15.Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de la casa del sumo sacerdote,

16.mientras que Pedro se quedó fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, y habló con la portera, que dejó entrar a Pedro.

17.La muchacha que atendía la puerta dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre.» Pedro le respondió: «No lo soy».

18.Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.

19.El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó:

20.«Yo he hablado abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares donde los judíos se reúnen, tanto en las sinagogas como en el Templo, y no he enseñado nada en secreto.

21.¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho.»

22.Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?»

23.Jesús le dijo: «Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?»

24.Al fin, Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.

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