Regreso a Buenos Aires a quedarme quieto tres días para ordenar un poco la poesía que me provoca el mundo (estoy cansado de perderla en los hoteles y los aviones que cruzan en planeta).
Después volveré a escapar de la rutina que duerme su siesta en los ministerios para perderme en los caminos donde la vida se siente a sus anchas, los caminos que crecieron a Gurdjieff y a San Francisco.
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