miércoles, 27 de agosto de 2025

ESTUVO EN COMA POR 12 AÑOS

Martin Pistorius tenía solo 12 años cuando su vida cambió para siempre.
Un día estaba bien, y al poco tiempo, su cuerpo simplemente dejó de responder. Los médicos dijeron que era un resfriado, pero no… era algo mucho peor: meningitis criptocócica y tuberculosis cerebral.

En cuestión de semanas perdió la voz, el movimiento y hasta la capacidad de hacer contacto visual. Lo declararon en estado vegetativo permanente. Su familia, devastada, recibió la peor noticia: “No hay nada más que hacer”.

Pero Martin sí estaba ahí, su mente estaba despierta.
A los 14, empezó a recuperar la conciencia, pero su cuerpo seguía siendo una prisión. Veía, oía, entendía todo… pero nadie lo sabía. Pasaron años así, atrapado y sin poder gritar que seguía vivo.

Recuerda momentos que marcaron su alma, como cuando, con todo su esfuerzo, trató de mover un brazo para llamar la atención de su papá, pero lo único que logró fue acelerar su respiración. Lamentablemente su padre no lo notó y siguió con su rutina...

Pero el momento más doloroso llegó cuando escuchó a su propia madre decirle, con el corazón roto:
"Espero que te mu*ras."

Pero no fue por crueldad, fue por desesperación. Era el dolor de una madre que había cuidado de su hijo por más de una década sin señales de mejora. Martin la escuchó… y en vez de odiarla, la entendió, porque él también quería que ese sufrimiento terminara.

Y fue justo después de eso que algo cambió...

Una terapeuta llamada Virna llegó a su vida, y notó lo que nadie más había visto: que sus ojos hablaban y que su mente estaba allí. Fue así como le hicieron más pruebas y se confirmó efectivamente que Martin estaba consciente. 

Gracias a ello, con el paso de los años aprendió a comunicarse con una computadora especial, recuperó un poco de movimiento, estudió informática, escribió un libro y hasta encontró el amor en Joanna, una trabajadora social con quien hoy tiene una familia.

En la actualidad, Martin tiene 49 años, es esposo, padre, escritor, y un símbolo viviente de lo que significa resistir, incluso cuando todo parece perdido.

Nunca subestimes el poder de la conciencia humana, ni des por perdido a quien no puede hablar o moverse.
Incluso en el más absoluto silencio, puede haber una mente despierta y un alma luchando por ser escuchada.

Este caso nos recuerda que la empatía, la paciencia y la esperanza pueden cambiar destinos. Y que, a veces, las mayores batallas se libran en silencio… por dentro.

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