Cuando me fui al campo yo vivía solamente con gente mayor, los peones de campo eran tipos que tenían por lo menos de treinta años para arriba y se bebía mucho y se fumaba mucho, y empecé a beber con ellos como un juego, porque yo veía que el alcohol era como mágico. Un paisano tímido que no se animaba a decirle nada a Matilde, la hembra de la cantina, cuando tenía dos copas le tocaba las nalgas y era… y yo dije: esto es mágico, que fácil tomo un poco de esta basura y soy valiente y me olvido de mis cosas y me voy a acercar a quien me quiero acercar. Bueno para hacerla muy corta, a los once años yo era alcohólico, pero alcohólico, clínicamente alcohólico, yo robaba para beber una botella de vino Padre, yo bebía una botella de licor por día, a los once.
Por supuesto que el alcohol aumentó mi odio, es típico, me obstruyó más la cabeza que trabajaba mal y poco y me taponeo el corazón, me acostumbré a robar para beber y de pronto tenía 24 robos y había quemado dos escuelas, una comisaría y la sucursal de un banco y ya era el líder de una gavilla, robábamos periódicos a los que los vendían en esta esquina y los vendíamos en aquella esquina, se los robábamos a golpes, mandé mucha gente al hospital, mucha gente, era muy violento, casi con placer, alguien me tenía que pagar esto, yo no sabía que esto era una lección, no un problema, Dios a mí me debe querer mucho, porque me puso toda esta experiencia adelante. Lo que llamamos problemas son lecciones, el solo hecho de tomarlo como problema ya te venció, si tenés un cáncer que alguno lo debe tener aquí, pensá que es una lección vas a aprender mucho y va a ser un gran negocio, yo no sabía en esa época esto, para nada, pensaba que Dios era amigo solamente de aquellos a los que les va bien, después supe que dura fue la experiencia de su hijo directo y otras tantas como el Bautista.

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