Para los antiguos, el mundo era esencialmente forma, por eso velan a la infinidad como una imperfección, por eso preferían lo determinado, por eso amaban a la belleza precisa, a los límites que impone la mente, a los contornos que ilumina la imaginación, por eso representaban a lo absoluto con una esfera y veían algo divino en la simetría, por eso el deber religioso del artista era crear formas, y ligarlas para sentir al Universo.
Sin el arte, decían, el mundo es un teatro a oscuras. Cada día es un regalo. Es cierto.
Estoy aquí para recordarte que en una cabeza llena no puede entrar nada, y la vida es el milagro que pasa constantemente, por eso hay que estar vado para sus novedades, no lleno de opiniones, de teorías y de análisis que solo traen conflictos, basura que enferma y asfixia a la cabeza, por eso jamás encontrarás a un intelectual feliz, siempre fragmentado por tantas preguntas, perdido entre ellas, fuera de él mismo.
No le temas al vacío, no creas que es la muerte, no lo llenes con doctrinas, con malas costumbres heredadas, deja que la vida te llene todas las mañanas, entonces volverás a ser un niño, jugando de asombro en asombro en la existencia, que es plenitud.
Olvídate de lo social, que es una abstracción, vive con los individuos, que es lo único verdadero, cotillos que quieren vivir, y mira desde tu centro, que es el que ve todo, al que solo le llega lo esencial, lo que necesitas para vivir, sin esfuerzo, que es antinatural porque solo debe moverte la fuerza de la vida, por la que sentimos que la madre es la Tierra y nuestro padre el Cielo.

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