El poder de un padre que nunca se rindió.
En 1988, un devastador terremoto en Armenia se cobró la vida de más de 30.000 personas.
Cuando los temblores finalmente cesaron, un padre corrió hacia la escuela primaria donde estudiaba su hijo.
Al llegar, solo encontró una montaña de escombros. El edificio había desaparecido.
La desesperación lo envolvió, las lágrimas caían por su rostro…
Pero entonces recordó las palabras que siempre le decía a su hijo:
“Pase lo que pase, recuerda: siempre estaré contigo.”
Esas palabras le devolvieron la fuerza.
Localizó el lugar donde estaba el aula de su hijo y comenzó a remover los escombros con sus propias manos.
Otros padres intentaron detenerlo:
“Ya es demasiado tarde… no tiene sentido.”
Pero él no se detuvo.
Trabajó durante 36 horas seguidas, sin descanso, hasta que finalmente movió un gran bloque de cemento…
Y escuchó una voz débil decir:
“¡Papá, soy yo!”
Su hijo estaba vivo, junto con un pequeño grupo de compañeros.
Durante todo ese tiempo, el niño les repetía:
“No tengáis miedo. Mi papá vendrá. Me lo prometió.”
Esta historia nos recuerda que el amor verdadero, especialmente el amor de un padre, no conoce límites.
No escucha la desesperanza ni la lógica.
Solo sigue adelante… hasta encontrar la vida.
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