EL VECINO PERDONADO
(Transcripción Juana Macedo)
El súbdito de una tribu se presentó furioso ante su jefe para decirle que iba a tomar venganza de un vecino que lo había ofendido:
-¡Voy a matarlo! –amenazó.
El jefe, muy sereno, lo escuchó. Le autorizó a hacerlo; pero antes le aconsejó llenar su pipa de tabaco y fumarla con calma al pie del árbol sagrado. El hombre cargó su pipa y fue a sentarse.
Tardó una hora en pensar; luego volvió dónde su jefe.
-¿Sabe? –le reveló_, lo he pensado mejor y creo que es excesivo matarlo; solo le daré una paliza memorable para que jamás olvide su ofensa.
El anciano lo escuchó y aprobó su decisión; no obstante le aconsejó que, ya que se había rectificado, llenará otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. El aludido esta vez demoró media hora meditando.
Creo que es mucho castigarlo físicamente –le dijo al volver; más iré a echarle en cara su mala acción, avergonzándolo delante de todos.
¡Bien! Le dijo con bondad el jefe-, pero antes vuelve a meditarlo.
El súbdito, medio molesto, aunque mucho más sereno, se dirigió al árbol sagrado y allí sentado fue desvaneciendo su cólera.
-Pensándolo mejor, jefe –le manifestó al volver-, creo que no es para tanto. Iré donde mi vecino para darle un abrazo. Así recuperaré a un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho.
¡Era lo que iba a pedirte! –le dijo-; más debía darte tiempo para que lo descubrieras tú mismo. Y deja de fumar que hace daño a tu salud.
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