LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL. (Pla Ventura 7.)
LAS CONFESIONES DE FACUNDO CABRAL,
el 30 de abril de 2006, en Ibi, Alicante.
—Entre otras personalidades, en sus visitas por el mundo, conoció usted a la Madre Teresa y, al respecto, estoy seguro que podría usted contarnos muchas anécdotas relacionadas con la Madre. ¿Qué recuerda usted de tan sublime mujer?
Podría contar anécdotas bellísimas de tan singular mujer; ella era una enviada de Dios, de eso no me cabe duda alguna.
Recuerdo ahora un hecho que, me conmovió muchísimo. Fíjate que, en una visita de Lady Di a la India, cuando se encontraron con la madre, ésta estaba bañando a un leproso y, una ayudante de Diana de Gales, se atrevió a decirle a la Madre: “Madre, yo no bañaría a un leproso ni por un millón de dólares” Y la Madre le respondió: “Yo tampoco, porque a un leproso solamente se le puede bañar por amor” De igual manera, un día, en uno de nuestros encuentros, le pregunté las razones por las cuales me explicara porque no le interesaba el mundo de la política y la Madre me respondió: “Yo no puedo darme el lujo de la política; un día, estuve cinco minutos escuchando a un político y, en eso cinco minutos, se me murió un viejecito en Calcuta”
—¿Qué es el miedo, maestro Cabral?
Sin lugar a dudas, el peor dictador que jamás hayamos conocido. Nacemos esencialmente libres y, por esa bendita razón, debemos disipar toda clase de miedos en nuestras almas.
Decir miedo es tanto como atentar contra la propia libertad del ser humano y, la honorable libertad no puede ser, siquiera cuestionada por el honorable amor.
—Una vez, maestro, en la primera ocasión que nos entrevistamos, me atreví en preguntarle en torno a la muerte y quedé aterrado cuando usted me dijo que, le fascinaba la idea de la muerte. ¿No le tiene miedo?
No. La muerte es solo un cambio de estado; un viaje largo, pero nada más; allí iremos todos, por tanto, no caben miedos ni temores. Al respecto de la muerte, viene ahora a mi mente una reflexión que me hicieron los Tarahumaras, allá por la sierra madre de Chihuahua en que, como ellos dicen, no le temen a la muerte porque, cada día, cuando se van a dormir, dicen que, cada noche, están ensayando la muerte. Por tanto, no caben mayores miedos. En realidad, las criaturas mortales, somos alma y espíritu, por ello, nunca moriremos. Recuerdo que, en cierta ocasión, mi madre acudió al médico y, al ser preguntada por éste en torno a su salud, le dijo: “Yo estoy bien, doctor, es mi cuerpo el que está mal” O sea, que su alma inmortal, estaba inmaculada, como en realidad era ella. Yo te diría más; todos los que se nos adelantaron en el camino, para los que les quisimos, todos viven dentro de nuestro corazón. Recuerda que, Sara y Soledad, nuestras madres, viven junto a nosotros, en lo más profundo de nuestros corazones porque, jamás las hemos podido olvidar. Por tanto, aunque en su día, enterramos sus cuerpos, lo mejor de ellas, su alma, la llevamos prendida junto a nosotros.
—En sus canciones, señor Cabral, no existen lamentos ni amarguras, ¿es ese el detonante de su éxito?
El éxito llega cuando tiene que llegar. Un buen día comprendí que respecto a mis canciones, yo debía de armonizar el corazón de las gentes y así discurrió mi vida. Yo, por propio pudor, evito cantar lamentos puesto que, mi vida privada y mis problemas, son míos. Al respecto, recuerdo una frase maravillosa de mi madre que decía: “Calla, milonga calla y ahoga las penas mías que, para cantar, me sobran mis alegrías.”
—Si me lo permite, Cabral, quiero enfatizar en torno a una bellísima canción suya a la que conocemos como VUELE BAJO. Dicha canción, la he escuchado cientos de veces y, en cada ocasión que lo hago, encuentro un mensaje subliminal. ¿Nos puede explicar dicho mensaje?
Es una manera de armonizar, como siempre es mi anhelo y, en esta ocasión, si se me permite,Vuele Bajo es un deseo, una ilusión para que, los hombres, a diario, sigamos siendo niños; nada es más bello que retornar a la infancia puesto que, de tal manera, erradicaremos para siempre la maldad y, la bondad, como mejor argumento, adornará nuestras almas.
—Tras haber recorrido ciento sesenta y cinco países en el mundo, ¿no tiene la sensación de estar cansado?
No. Jamás. Yo soy el gran andariego de la sociedad; un nómada empedernido. Me gusta viajar porque, a su vez, me agrada llevarme los mensajes más insospechados de todos y cada uno de los países que he visitado. Mi escuela, más que a nadie en el mundo, ha sido la calle, sus gentes, sus ciudades, sus mares, sus ríos…..soy el discípulo abnegado de la vida.
—¿Cómo podría usted definirse en una sola frase?
Precisamente, con una frase que alguien dijera una vez de mi persona que, sinceramente, me llegó hasta el fondo de mi alma. “Terriblemente argentino; maravillosamente Cabral”
— Usted supo triunfar, consiguió el más grande de los éxitos y, si me lo permite, con una sola canción, NO SOY DE AQUÍ…, —al margen de otras muchas— logró ser mundialmente famoso y, por lo que veo, sigue siendo usted, el dulce ermitaño de siempre. ¿Le asusta el éxito?
Me abruma, esa es la verdad. Recuerdo que, cuando empezaba, me surgió un éxito y, me vi desbordado; automáticamente, me marché a vivir a la Isla de Pascua porque, no lo entendía; eso de tener que dar las mismas explicaciones todos los días a las mismas gentes, es algo que me abrumó. Luego, en el devenir de los años, respecto al éxito, me fui moldeando con mi propia persona y traté, en la medida de mis posibilidades, ser el mismo de siempre. (Continúa)
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