LA MAGIA DE FACUNDO CABRAL. (Pla Ventura 5)
LAS CONFESIONES DE FACUNDO CABRAL,
el 30 de abril de 2006, en Ibi, Alicante.
¿Qué piensa usted de las cárceles?
Yo estuve en una cárcel cuando era muy joven y puedo confesar que la cárcel no es algo físico. Allí dentro supe aprender las maravillas de la literatura y, de alguna manera, a saber discernir entre el bien y el mal. Pasados los años, he ido comprendiendo que, en realidad, gran parte de la humanidad vive encarcelada; el que vive con la mujer a que no ama, por supuesto, está encarcelado; aquel que trabaja en algo que detesta, imagina que prisionero vive. De la cárcel, como tal, se puede salir; yo salí, ahora bien, de donde no se puede salir es de las cárceles a que te he referido.
—Es cierto que, las cárceles no rehabilitan a nadie y eso, lo sabe usted muy bien; entró usted siendo un chico rebelde y tres años más tarde, había dejado usted todo su odio y rencor para con la sociedad en que vivía y, al salir, era usted un hombre nuevo; es más, yo diría que salió usted totalmente rehabilitado, instruido, culto y, si me lo permite, artista. ¿Cuál fue el secreto?
La biblioteca. En ella me refugié y empecé a conocer a los grandes maestros de la literatura; allí conocí a Octavio Paz, Chesterton, Borges, Juan Rulfo y otros muchos que por fortuna para mí, con ellos, descubrí un mundo nuevo que en devenir de mi existencia, tanto me ayudó. Como antes te decía, yo estaba convencido de que de allí dentro saldría; lo que no sospechaba era que, aquel período de reclusión, tanto bien pudiera hacerme.
—Su infancia y juventud, maestro, resultó ser un tanto apocalíptica.
¿Qué le hizo rebelarse contra el mundo?
Las injusticias que tuve que vivir; yo no estaba de acuerdo con aquel partido que era mi vida y de ahí, mi rebelión. Éramos muy pobres y, desde los siete años trabajé como peón golondrina; es decir, de la papa a la uva y, viceversa: una niñez e infancia muy duras que, afortunadamente para mí, pude salir.
Un día, conocí el Sermón de la Montaña y tras aquel momento, comprobé que mi vida podía y sería otra. Todo ello, al margen de las grandes lecciones que pude tomar en la cárcel, como antes te comentaba.
—¿Es el trabajo una maldición bíblica?
Por supuesto que, todo aquel que está en lo que no ama, está estafándose a sí mismo y, a su vez, estafando a la sociedad.
Si uno trabaja en algo que le apasiona y llena su vida, aunque trabaje dieciocho horas al día, jamás le pesará. Por el contrario, aquel que tenga el trabajo como una condena, aunque lo haga veinte horas, siempre será un desocupado. Fíjate que como siempre dije, todo aquel que trabaja en lo que ama, está benditamente condenado al éxito; que llegará cuando deba de llegar; pero de que llegará seguro.
—En realidad, maestro, ¿es usted un cantor o un literato?
Yo soy un ser humano que ama al mundo y a sus gentes. Soy una persona que tras encontrarme con Dios, lo demás, me resultó todo muy sencillo. Digamos que, la literatura es mi esposa y, la música mi amante; les amo a las dos y, en esa tesitura discurre mi vida. Ellas, mi esposa y mi amante se conocen de sobra, y en realidad, he sabido llevarme muy bien con las dos...
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