sábado, 20 de marzo de 2021

El Sermón de la Montaña (Transcripción Juana Macedo)

EL SERMÓN DE LA MONTAÑA
(Transcripción Juana Macedo)

Esta maravilla es la primera cosa que conocí de Jesús. Pobre viejo Simón, me dijo: Si pones en práctica esto, seguro que tu vida será un poquito mejor.

Mira las aves del cielo, no siembran, ni ciegan, ni recogen en graneros, pero Dios las alimenta, aprende de ellas, si no sirve tu inteligencia porque ni un solo metro agregará a tu existencia. Esto lo confirmó Borges. A los setenta y pico de años escribió un hermoso poema, que yo no quisiera escribir a los setenta y pico de años.

Un poema que decía en su principio “He cometido el peor de todos los pecados, no fui feliz, me persigue implacable la sombra de haber sido un desdichado”.

Decía Jesús: “Que no interesan los trapos, mira los lirios del campo cómo crecen sin trabajar ni tejer pero Dios igual los viste. Ni siquiera Salomón lució jamás como ellos, pues si a la hierba del campo que hoy es y mañana se echa al fuego el Señor la pinta bella. Que no habrá de hacer contigo, amigo de poca fe, que fuiste hecho a semejanza de él.

Por eso te digo: No te preocupes pensando que es lo que vas a comer, con qué te vas a vestir, que por cosas tan pequeñas el hombre se hace infeliz. Porque el Señor sabe bien, que necesita tu piel, anda con él, vamos con él… anda con él, vamos con él.

Buscar a Dios es encontrarse con uno, si tienes fe podrás al mundo, lo demás viene después. Al pan lo trae la verdad y a todas las cosas que necesitas, el mañana no interesa, el traerá nueva experiencia, a cada día le basta con su propio afán, decía Jesús y dos mil años después comenzaba la fiesta de mi vida.

Conmocionado por el Sermón escribí mi primer canción, una canción de cuna para un hijo que nunca tuve.

Yo le hubiese dicho:

"No crezca mi niño, no crezca jamás, los grandes al mundo le hacen mucho mal. El hombre ambiciona cada día más y pierde el camino por querer volar.
Vuele bajo porque abajo, está la verdad, esto es algo que los hombres no aprenden jamás.
Por correr el hombre no puede pensar, que ni él mismo sabe para dónde va, siga siendo niño y en paz dormirá, sin guerras ni máquinas de calcular.
Vuele bajo, porque abajo está la verdad, esto es algo que los hombres, no aprenden jamás".

Diógenes cada vez que pasaba por el mercado se reía porque decía que le causaba mucha gracia y a la vez le hacía muy feliz ver cuantas cosas habían en el mercado que él no necesitaba.

Es decir que rico no es el que más tiene sino el que menos necesita.
Es decir mano ocupada, mano perdida.
Es decir, el conquistador por cuidar su conquista, se transforma en esclavo de lo que conquistó.

"Dios quiera que el hombre pudiera volver, a ser niño un día para comprender, que está equivocado si piensa encontrar, con una chequera la felicidad.

Vuele bajo porque abajo está la verdad, esto es algo que los hombres, no aprenden jamás. (bien fuerte)
Vuele bajo porque abajo está la verdad, esto es algo que los hombres, no aprenden jamás.

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos que si se me permite y de esto no hay fe, incluye la tierra, aunque los hombres, no aprenden jamás" (Aplausos) Facundo Cabral.

2 comentarios:


  1. A ti, Oscar Herrera Nuñez, Lucy Angelica Barrueto Moreno, Beto Solis y 18 personas más les gusta esto.

    Thelma Sonia Arce Ponce Estupendo......porque el si se lo creyò.
    16 de octubre a la(s) 9:44 · Ya no me gusta · 1

    Oscar Herrera Nuñez Excelente precioso lindo gracias juana
    16 de octubre a la(s) 10:58 · Ya no me gusta · 1

    Raul Antonio Pacheco Sanchez Esta reflexion cambio algunos paradigmas de mi existencia, debia haberlo conocido cuando tenia 20años
    16 de octubre a la(s) 14:51 · Ya no me gusta · 1

    Liliana Bruno inigualable
    18 de octubre a la(s) 0:20 · Ya no me gusta · 1

    Diana Rivera HERMOSOS RECUERDOS,,, SI CUANDO LEO,ES COMO SI ESTUVIERA A MI LADO,,,ES ETERNO,,NO TENGO DUDA.............
    18 de octubre a la(s) 5:53 · Ya no me gusta · 1

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  2. La enseñanza de Jesús sobre la providencia del Padre fue interpretada de diversas maneras a lo largo de la historia; se la entendió algunas veces en sentido radical, aplicándosela a quienes dejan todo para consagrarse exclusivamente a Dios para anticipar un modo de vida propio del Reino futuro. Si la referimos a todos los cristianos podemos detenernos en dos puntos destacados. En primer lugar, el Señor nos invita a liberarnos de toda inquietud. Seis veces aparece en estos versículos el verbo inquietarse: no se inquieten; quién de ustedes, por mucho que se inquiete…; ¿por qué se inquietan?; no se inquieten entonces; no se inquieten por el día de mañana, el mañana se inquietará por sí mismo. No es fácil para nosotros comprender y asumir este valor en un mundo tan planificado, donde todo tendría que estar previsto, donde hasta la asistencia y la caridad parecen institucionalizadas. Estamos culturalmente lejos de apreciar con naturalidad lo que la espiritualidad del Oriente cristiano llama amerimnía, es decir, la ausencia de aquella turbación provocada por el desasosiego, por la inquietud respecto del porvenir; esa especie de despreocupación santa que otorga la libertad necesaria para orar. La complejidad tecnológica y la agitación de la vida contemporánea multiplican la preocupación y producen estrés. Es la versión moderna, agravada, de la mérimna de los antiguos. ¡Cuánta gente necesita hoydía masajes, ejercicios yoga, meditación trascendental, libros de autoayuda, sesiones de psicoterapia! Jesús nos dice: ¡no se preocupen! No es éste un llamado a la inconciencia, al descuido quietista o perezoso, al abandono del trabajo, a la inacción. Se nos exhorta a entrar confiadamente en el orden admirable de la providencia de Dios y a renunciar a una seguridad puramente mundana que se apoya en nuestra propia industria y nos lleva a alterar la escala de valores que solicitan nuestra atención y a desplazar erróneamente el empeño de nuestra voluntad. La cuestión es liberarnos de las preocupaciones de los paganos, que no corresponden a los discípulos de Jesús, que se saben, con él, hijos del Padre. ¡Hombres de poca fe! es el reproche que varias veces, según leemos en los Evangelios, Jesús dirige a sus discípulos. Necesitamos entrar en un camino de reeducación espiritual: empeñarnos en ser, como Jesús, hijos del Padre, en vivir bajo su mirada, en conseguir un corazón filial.

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