lunes, 13 de agosto de 2018

LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN, LIBRO DÉCIMO TERCERO. 9



9. Cayó el ángel, cayó el alma del hombre, y con ello señalaron cuál hubiera sido el abismo de la creación espiritual en el profundo tenebroso si no hubieras dicho desde el principio: Hágase la luz y no hubiese sido hecha la luz y se adhiriese a ti obediente toda inteligencia de la celestial ciudad y descansase en tu Espíritu, que es sobrellevado inconmutablemente sobre todo lo mudable. De otro modo, aun el mismo cielo del cielo, que ahora es luz en el Señor, hubiera sido en sí mismo tenebroso abismo. Confesiones de San Agustín encuentra.com 121 121 Porque aun en la misma mísera inquietud de los espíritus caedizos, que dan a entender sus tinieblas desnudas del vestido de tu luz, claramente nos muestras cuán grande hiciste la criatura racional, para cuyo descanso feliz nada es bastante que sea menos que tú, por lo cual ni aun ella misma se basta a sí. Porque tú, Señor nuestro, iluminarás nuestras tinieblas; pues de ti nacen nuestros vestidos y nuestras tinieblas serán como un mediodía. Dáteme a mí, Dios mío, y devuélvete a mí. He aquí que te amo, y sí aun es poco, que yo te ame con más fuerza. No puedo medir a ciencia cierta cuánto me falta del amor para que sea bastante, a fin de que mi vida corra entre tus abrazos y no me aparte hasta que sea escondida en lo escondido de tu rostro. Esto sólo sé: que me va mal lejos de ti, no solamente fuera de mi, sino aun en mi mismo; y que toda abundancia mía que no es mi Dios, es indigencia.

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