Alfonso Reyes, el hombre que mejor escribió a los lados del océano
ALFONSO REYES
Según las estadísticas, Ciudad Juárez es la ciudad más violenta del mundo: en los últimos ocho meses fueron ejecutadas dos mil personas, por eso cientos de soldados encapuchados patrullan las calles, listos para disparar sus ametralladoras. Es una guerra de la que escaparon hada El Paso, Texas, tres mil familias.
En Ciudad Juárez los árboles de nueces de los patios atraen a cientos de loros, ajenos a las barbaridades de los hombres. En Guadalajara, como en Ciudad Juárez, sugerí que, en momentos como el que vivimos, son más necesarios los hombres buenos que los hombres inteligentes, por eso lo más inteligente es hacerse a un lado, detenerse y meditar, porque si no nos apartamos seremos socios de esta locura. Llegará el día en que serán mayoría los que se aparten, entonces la Humanidad comenzara a cambiar.Hemos hablado mucho de nuestras diferencias, ya es hora de hablar de lo que tenemos en común, es decir la vida, por eso debemos buscar coincidencias, armonizar diferencias, que eso es la verdadera justicia.
En Guadalajara recordé a la Madre Teresa, que al pobre le labraba de esperanza y al rico de conversión, la esperanza, decía, salvará al pobre, y la conversión purificará al rico, la esperanza y la conversión acercarán a nuestros hermanos, y nosotros debemos trabajar para ese encuentro. En Monterrey, el Cerro de la Silla entraba por mi ventana, dejando atrás a una nube de palomas que hacía vibrar al horizonte, y más atrás volaba la poesía en el polvo del desierto que el viento caliente llevaba a la frontera donde chocan dos culturas que niegan necesitarse, y más acá, entre el cemento y el plástico, los noticieros se quedaban con lo peor de la realidad, por eso a los escritores solo nos quedaban por contar las misteriosas historias de los sueños, que no es poco porque si estamos atentos a nosotros mismos, un día seremos lo que soñamos.
Alfonso El Magno, como le definió Juan Ramón Jiménez
Monterrey fue la tierra de Alfonso Reyes, que siempre me ilumina: Amarás a un objeto bello, a una flor, a un crepúsculo, a una mujer o a una canción, y el amor general de todos los objetos particulares hará que los ames sin desearlos, con perfecto desinterés: 1 flor se está bien 12 en su tallo, el crepúsculo en su tarde de otoño, la mujer en su sabroso misterio, la canción en la vaguedad del aire, entonces irás descubriendo que amas en las cosas algo superior a las cosas: la belleza en sí. Dichoso, bienaventurado mil veces quien pudiera contemplarla directa, pura y desnuda, entonces amará una idea: la idea, y los sentidos habrán sido tránsito para llegar a lo que solo se gusta con el alma.
Así le enseñaba a Sócrates una mujer de Matinea, cuyas doctrinas recogió Platón piadosamente. Juan Ramón Jiménez llamó Alfonso el Bueno a Alfonso Reyes, contaba Alfredo Gracia, librero de los que ya no hay, lector de todo lo que valía pena, atento a todo lo que tuviera que ver con el arte, amigo y devoto de Alfonso Reyes, que llegaba a su librería de Monterrey a conversar los libros que son una felicidad segura, diría Borges, que conoció a Reyes en Buenos Aires, adonde llegó como embajador, excelso embajador de México, pleno y libre de utilería, decía Alfredo Gracia, que lo citaba en los versos de la madurez: El poeta cumple el mandamiento, que es hacer razones con el sentimiento y dar en sentimiento las razones.
Eso decía Reyes, que era uno con sus letras, maestro que veneraba a Góngora, inevitable como las riquezas de Quevedo, y a Virgilio, riqueza e todos los pueblos latinos, Reyes, que proclamaba la solidaridad, que invitaba a seguir las huellas de los preclaros bajo la eterna vigilancia de los astros.
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